Durante la Edad Media los cristianos de Europa pensaban que Jerusalén era el centro del Universo, por lo que destruyeron los hallazgos de los antiguos geógrafos. Aunque los marinos y navegantes siguieron realizando mapas del Mediterráneo y los mares adyacentes, fueron los chinos y los comerciantes árabes de mercancías, con sus extraordinarias habilidades cartográficas, los que hicieron la contribución más importante en su tiempo.
El gran viajero veneciano del siglo XIII, Marco Polo, utilizó las rutas comerciales chinas y árabes, tanto terrestres como marítimas, en su visita a la corte del gran emperador mongol Kublai Khan. Tal fue el marco histórico que permitió la aventura más maravillosa jamás contada: el viaje desde Venecia a los confines asiáticos y abrió un mundo hasta entonces desconocido.
A su regreso y en un viaje que le costó más de dos años, atravesando el océano Índico, aquel noble y gran ciudadano de Venecia llegó a conocer las gentes y costumbres de la India, quedando fascinado por todo cuanto vio y después relató en su manuscrito titulado “El Libro de las Maravillas”.
Las posibilidades comerciales de la India llegaron a impresionar a Marco Polo. En su libro ensalzó el algodón de Gujarat, en cuyos campos aún se tendían las
telas a secar… Enumeró muchas especias que se encontraban en las costas del sur (posiblemente en la actual Kerala), especialmente el cardamomo, una de las más caras, así como el jengibre o la canela y tantas otras.
En la costa de Coromandel llegó a conocer a los “pescadores de perlas”, un negocio que interpretó del máximo interés. Se fijó también en la curiosa costumbre religiosa de respetar y venerar a los bóvidos, así como los ritos funerarios y otras costumbres de los nativos de aquellas lejanas tierras. Un compendio de inusitadas experiencias que después dejarían atónito al mundo occidental.
LA GRAN AVENTURA
“Aquí comienza El Libro de la India que describirá todas las maravillas que allí hay y las maneras de sus gentes…” así inició Marco Polo el relato sobre la última parte de su historia.
Partiendo del puerto de Quanzhou, en el sur de China, el primer objetivo fue llegar a Ormuz, en el golfo Pérsico. Una travesía muy peligrosa en aquella época, en la cual sufrieron muchas penalidades, no en balde al final sólo dieciocho pasajeros llegaron de los casi seiscientos que habían iniciado el viaje de regreso.
Después de bordear la península indochina, llegaron hasta la isla que denominó Java Menor (la actual Sumatra), donde Marco estuvo retenido casi cinco meses al caer enfermo. Más adelante, siguieron navegando para dirigirse a Necuveran (las islas Nicobar) y luego se dirigió hasta Angamán (Andamán):
“Cuando se abandonan las islas y se han hecho ciento cuarenta leguas hacia Poniente, se encuentra una isla llamada Angamán, que es muy grande y rica. Tienen gran abundancia de toda suerte de especias. Su alimento es arroz, sorgo y leche. También tienen nueces del Faraón (nuez del cocotero), manzanas del Paraíso y muchos otros frutos cultivados y silvestres distintos de los nuestros”.
La flotilla prosiguió la navegación y se vio arrastrada por las corrientes del Índico hacia el sur de la India:
“Cuando se parte de la isla de Angamán y se han hecho aproximadamente mil millas hacia Poniente, se encuentra la isla de Seilán (refiriéndose a Ceilán o Sri Lanka). Van todos desnudos, hombres y mujeres, salvo que se cubren sus partes naturales con una pieza de tejido. No tienen granos, salvo arroz, y tienen la grana de sésamo con la que hacen el aceite. Viven de leche, de carne y de arroz. Tienen vino de los árboles y nueces de la India (el vino de palma y los cocos impresionaron a Marco)... Porque os digo que en esta isla nacen los nobles y buenos rubíes, y en ninguna otra parte del mundo nacen tan buenos. Y también nacen aquí los zafiros, los topacios, las amatistas y los granates, e incluso muchas otras buenas piedras. Y os digo también que el rey de esta provincia tiene el rubí más hermoso y grueso que hay en el mundo, o que nunca se haya visto. Seilán es una isla grande y hermosa. Y es cierto que en ella hay una montaña muy grande y alta, cuyas rocas son tan abruptas que nadie puede subir a ella si no es colgando unas gruesas cadenas. Ellos dicen que sobre este monte está el monumento de Adán, nuestro primer padre, pero los idólatras dicen que es el monumento de Sagamoni Burcán (haciendo referencia a Buda).
Y este Sagamoni Burcán fue el primer hombre en cuyo nombre se hizo el primer ídolo porque, según su costumbre, fue el mejor hombre que hubo nunca entre ellos. Fue hijo de un gran rey rico y poderoso, y ese hijo fue de tan buena vida que no quiso nunca oír ninguna cosa mundana…”
Al hablar sobre lo que Marco Polo denominó la gran provincia de Maabar (nombre que daban los árabes a la actual costa de Coromandel) escribió:
“Cuando se parte de la isla de Seilán y se hace hacia Poniente unas sesenta millas, se encuentra la gran provincia de Maabar, que se llama India Mayor. No es una isla, sino una parte de la tierra firme. Y tened por cierto que esta provincia es la más noble y la más rica que hay en el mundo…
Y os digo también que en toda esta provincia de Maabar no hay necesidad de cortar ni de coser tejido, porque van completamente desnudos todo el tiempo del año. Porque os digo que todas sus estaciones con templadas, es decir, que
no tienen ni frío ni calor, y por eso van todos desnudos, hombres y mujeres, salvo que se cubren las partes naturales con un poco de tejido solamente.
Y estos reyes tienen caballeros y gentilhombres que se llaman fieles. Y sabed que cuando un rey muere y su cuerpo se quema en una gran hoguera, entonces todos sus barones fieles se queman con él y se arrojan al fuego para hacerle compañía en el otro mundo.
Y también os digo que en este reino hay otra costumbre: cuando un hombre ha muerto y su cuerpo está quemándose, su mujer se arroja al mismo fuego y se deja quemar con su varón por amor. Y las damas que hacen esto son muy alabadas por las gentes, mientras que las que tienen miedo de morir con sus esposos son muy criticadas”.
Posiblemente Marco Polo vio reverenciar a Nandi, la montura sagrada del dios Shiva al relatar:
“Y también os digo que los de estos reinos adoran a los ídolos, y la mayoría adoran al buey, diciendo que el buey es una buenísima cosa, porque trabaja la tierra que hace brotar el grano. En este reino se hace grandísima justicia de los que cometen homicidio, que roban o hacen fechorías.
El calor es tan grande que es maravilla, y por eso van desnudos. Porque no hay lluvia más que tres meses al año, en junio, julio y agosto (refiriéndose al monzón) y si no fuera por el agua que cae en esos tres meses y moja el aire y la tierra, haría tan gran calor que nadie podría aguantarlo, porque todos morirían de calor”.
El viajero veneciano continuó relatando:
“Y también os digo que, en este reino someten todos sus actos a los astrólogos y adivinos, que saben mucho de encantamientos, de artes mágicas y geomancia.
Las gentes tienen sus ligeras camas de bambú dispuestas de tal suerte que, una vez dentro, si quieren dormir se sostienen en el aire con cuerdas hacia el techo y allí se atan. Es para escapar de las tarántulas que muerden mucho, de las moscas y otros insectos, y para encontrar corrientes de aire que disminuyan el calor. No todos hacen esto: sólo los nobles y los jefes de casa, porque los demás duermen en las calles”.
Al hablar de Mutifili (se trata del reino de Telingana, en la parte norte de la costa de Coromandel (Andhra Pradesh); reino hindú que fue conquistado por el sultán de Delhi poco después del paso de Marco Polo), manifestó:
“Mutifili es un reino que se encuentra cuando se parte de Maabar (nombre que entonces daban los árabes a la actual costa de Coromandel). En este reino se encuentran diamantes. Porque sabed que, cuando llueve, el agua corre en grandes correntadas por las montañas, arrastrando todo en grandes riachuelos y marismas. Y cuando la lluvia ha cesado y el agua ha desaparecido, los hombres van buscando entre las arenas en los barrancos por los que el agua ha bajado, y encuentran diamantes. Y además os digo que en estas montañas hay tal cantidad de serpientes gordas y grandes que estos hombres sólo van allí con muchos temores”.
Lógicamente, como buen comerciante mostró su interés por todo tipo de tejidos:
“Sabed que en este reino se hacen los mejores bucaranes (tejidos de hilo) y los más bellos, y los más finos del mundo y los que tienen mayor valor. Son tan finos que jamás los he visto iguales en otro lugar, porque os digo que son como las telas de lino de Rens (Reims). No hay en el mundo ni rey ni reina que no los llevaría por su nobleza y su belleza. Tienen bastantes animales y los carneros más grandes del mundo. Tienen gran abundancia y riqueza de todo lo necesario para vivir”
También hizo referencia en sus escritos al lugar donde estaba enterrado el cristiano Santo Tomás el Apóstol:
“El cuerpo de micer Santo Tomás el apóstol está sepultado en la provincia de Maabar, en una pequeña ciudad” (Mailapuram, llamada Sao Thomé por los portugueses en el siglo XIV. Santo Tomás predicó el evangelio en la India y su tumba posteriormente trasladada a Ortona en Italia).
Marco Polo hace referencia a una provincia que denomina Lar y asegura en sus escritos que era el lugar de procedencia de todos los brahamanes, aunque su localización es inexacta, dado que corresponde a la actual Gujarat:
“Lar es una provincia que está hacia Poniente, cuando se parte del lugar donde está el cuerpo de Santo Tomás el apóstol. En esta provincia han nacido todos los braamanes del mundo (habla de los brahamanes, calificados de magos y adivinos y luego de comerciantes)… Y yo os digo que estos braamanes son los mejores mercaderes del mundo y los más verídicos, porque nunca dirán ninguna mentira por nada del mundo, y no dicen más que la verdad, incluso si tienen que morir...
Estos braamanes no comen carne ni beben vino. Llevan una vida muy honesta según sus usos. No tienen lujuria más que con sus mujeres. No quitan nada a nadie, ni matan animal alguno; en resumen no harían nada de lo que estiman pecado. Y os digo que tienen un rey muy rico y poderoso en tesoros, y este rey compra gustosamente las perlas y demás piedras preciosas. Y por eso los mercaderes se las traen en grandísimas cantidades, muy buenas y gruesas.
Y estos braamanes viven más tiempo que ninguna gente del mundo, lo que resulta de comer poco, de beber poco y de la gran abstinencia que hacen. Sus dientes son muy hermosos debido a una hierba que suelen mascar, y que les hace digerir muy bien, y es muy sana para el cuerpo del hombre. Y sabed que estos braamanes no se sangran ni en las venas ni en otros lugares.
Entre ellos tienen regulares y órdenes de monjes que se llaman ciugui (probable trascripción del término yogui) y que viven desde luego más que cualquier otro en el mundo, porque viven de ciento cincuenta a doscientos años; e incluso entonces conservan sus facultades.
En este reino de Maabar existe esa religión ciugui por la que llevan una vida áspera y muy ruda por amor a sus ídolos. Porque tened por cierto que van todos desnudos sin llevar nada encima y no se tapan la naturaleza de ningún miembro. Adoran al buey (de nuevo es posible que se trate de Nandi, la montura de Shiva). Y os digo también que queman el excremento del buey y hacen con él un polvo del que hacen una gran variedad de ungüentos.
Cuando comen no lo hacen ni en mesa ni en escudillas, sino sobre hojas de manzano del Paraíso, o sobre otras grandes hojas cuando están secas”.
Al referirse a la ciudad de Cail (la actual Palayakayal, en la extremidad sur de la India), Marco Polo llegó a manifestar:
“Cail es una noble y grande ciudad que pertenece a Asciar (personaje sin identificar que debió pertenecer a la dinastía de los Pandya), primer hermano de los cinco reyes de la provincia de Maabar. Y sabed en verdad que todas las naves que vienen de Poniente, es decir, de Adén y de toda Arabia, cargadas de
géneros y de caballos en gran cantidad, atracan en esta ciudad porque está situada en buen lugar y tienen un buen mercado para comerciar. Y sabed también que las gentes de esta ciudad, así como todas las de la India, tienen la costumbre por hábito y por placer, de llevar casi siempre en la boca cierta hoja llamada tambur (del sánscrito tambula, hoja de betel). Van masticando esta hoja y escupiendo la saliva que se ha formado. Son especialmente los nobles, los grandes y los reyes quienes lo hacen. Estas hojas están hechas de alcanfor y de otras especias con aroma dulce y también con mezcla de limón. Me han dicho que esto los mantiene con buena salud”.
DEL CABO COMORÍN EN RUTA AL GOLFO PÉRSICO
Su interés por la religiosidad le llevó a evocar con precisión las costumbres de los budistas y los hindúes, sus ritos y cultos en los templos que vio. Otra de sus grandes pasiones eran las tradiciones de los pueblos, que narra como admirador de las diferencias del género humano: la incineración de los muertos y los hábitos funerarios, los baños para cientos de personas, la monta de elefantes o los “pescadores de perlas” y las cacerías de tigres (a los que Marco Polo siempre llama leones o gatopardos), haciendo alusión a ciertos animales extraños y desconocidos entonces en Europa, tales como los rinocerontes, cocodrilos…
Al escribir sobre el reino de Coilum (la ciudad de Quilon en Kerala), escribió:
“Es un reino que se encuentra tras partir de Maabar y se hacen quinientas millas. En él crece el jengibre, también hay pimienta en abundancia en todo el campo y se recoge en los meses de mayo, junio y julio… También tienen el buenísimo índigo y os digo que se hace de la savia de una hierba…
Reina tan gran calor en esta comarca y que el sol es tan caluroso que apenas se puede soportar. Y también os hago saber que con sus naves los mercaderes van a este reino desde la Arabia y hacen grandísimas ganancias sobre las mercaderías que llevan de su región y con las que luego se llevan con sus naves hacia su propio país.
Hay en este reino muchos animales extraños y diferentes de todos los demás del resto del mundo. Porque os digo que hay leones negros, hay también loros de muchas especies, más bellos que los que se llevan a nuestros países. Los hay blancos como la nieve, con los pies y los picos rojos. Hay pavos reales mucho más grandes y más bellos. Y todo ello es así según dicen por el gran calor que allí hace.
No tienen granos, salvo arroz, hacen vino de azúcar de palma, del que tienen mucho. Esta bebida es muy buena y emborracha a un hombre antes que el vino de uva. Tienen muy buenos astrólogos y médicos. Las gentes son completamente negros, hombres, mujeres y niños y van desnudos, salvo que cubre su naturaleza con unas telas muy hermosas”.
En su ruta camino del Pérsico, Marco Polo atravesó lo que él llamó Comari (la región del cabo Comorín):
“Comari es una comarca de la India misma. Este lugar no está muy civilizado, sino que es más bien salvaje. Hay animales de diversas especies y, sobre todo los monos, porque algunos de ellos están tan extrañamente hechos y son tan gordos que parecen tratarse de hombre. Tienen gatopardos, también leones, leopardos, linces y osos”.
También escribió sobre el reino de Melibar (posiblemente la dinastía hindú de Hoysala que sufría en esa época los ataques del sultanato musulmán de Delhi y sucumbiría a principios del siglo siguiente):
“En este reino hay gran abundancia de pimienta y de jengibre; hay asimismo bastante canela, otras especias, turbit, que es una planta medicinal y nuez de India. Las naves que aquí llegan van cargadas con oro y telas de seda, plata, clavo, nardo y otras especias que los de Melibar no tienen y cambian sus mercaderías”.
El primer rasgo (y el que más insistentemente aparece en su libro) es el de mercader. No debe olvidarse que pertenecía a una familia de comerciantes del país más agresivo en aquel momento como punta de lanza comercial de Europa. Sus escritos dan la impresión de ser como la agenda de un mercader que anota para sus compañeros de profesión lo que van a encontrar a su paso. Y en especial, los productos textiles: la seda, las clases de paños y tejidos, de brocados y algodones que pueden comprarse con beneficio por su calidad. Telas, sederías, piedras preciosas, minerales (algunos desconocidos en Europa) y especias como el jengibre, el almizcle, la canela, el ámbar gris, el incienso, el clavo, el alcanfor… todo lo que podía ser objeto de compra y de venta en los mercados europeos. Productos que eran el objetivo de los avispados mercaderes que los buscaban en Oriente para venderlos en el mundo occidental con enormes beneficios.
Marco Polo era un hombre apasionado, un fino observador de las costumbres de los pueblos por donde pasaba.
También se refirió al reino de Tana (en la actualidad, Thana es un barrio de Bombay, en la misma isla, pero en la época de Marco Polo pertenecía a un príncipe hindú, vasallo de los sultanes de Delhi):
“No crece allí pimienta en abundancia, ni otras especias como las hay en otras provincias. Pero allí hay bastante incienso, que no es blanco sino parduzco. Se hace en ella gran comercio, y van bastantes naves de mercaderes porque se llevan de allí cueros hechos de muchas formas y muy buenos y bellos. Se llevan también buenos tejidos y también algodón, mientras que los mercaderes que atracan con sus naves y lo hacen llevando oro, plata, cobre y otras cosas necesarias para el reino”.
Antes de abandonar territorio de la India y referirse al reino de Cambaet (la actual Cambay, al fondo del golfo del mismo nombre, conquistada por el sultán de Dehi en 1297) y el reino de Semenat (antigua ciudad situada en la costa sudoeste de la península de Kathiawar), Marco Polo habló de la región de Goçurat (la actual región de Gujarat, formada por la península de Kathiawar y territorios adyacentes frente al golfo Pérsico):
“Goçurat es también un gran reino y en la India está hacia Poniente. En este reino hay jengibre, gran cantidad de pimienta e índigo en abundancia. También tienen algodón, porque tienen tan grandísimos árboles que lo hacen; tienen seis pasos de alto y tienen sus buenos veinte años, pero es cierto que cuando estos árboles son muy viejos ya no dan algodón bueno para hilar, sino que lo utilizan para guatear, para los cojines y otros usos más ordinarios.
Y os digo también que en este reino se hacen muchas hermosas esteras de cuero rojo y azul adornado de pájaros y animales, y bordados muy sutilmente con hilo de oro y plata, son tan bellas que son una maravilla. Y oíd bien que estas esteras de que os hablo son de cuero; los sarracenos duermen encima y dicen que hacen dormir muy bien. También se hacen tan bellos cojines y bordados de oro.
Sabed verdaderamente que en este reino se trabaja mejor el cuero y más sutilmente que en cualquier otra parte del mundo y que estos trabajos son del mayor valor”.
El autor del Libro de las Maravillas no dejó en su obra algo que nos permitiese vislumbrar su carácter, sus intereses personales o dónde se centraba su visión del mundo… Sólo se mostró como testigo de unos hechos y de unos ojos que vieron auténticas fantasías convertidas en realidad.
En un segundo plano que surge con nitidez es el de un Marco Polo extasiado por el mundo de Oriente y todo lo que llegó a vivir en primera persona, sin duda las civilizaciones orientales le subyugaron en grado sumo. A través de la narración que él hace de todo cuanto llegó a vivir en su viaje, especialmente en una India desconocida en aquella época para Occidente, podemos extraer la conclusión de que a Marco Polo llegó a fascinarle.
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