SINAGOGA
DE SANTA MARÍA LA BLANCA
Llamada así por el nombre que recibió cuando
fue convertida en iglesia, en 1411, por San Vicente Ferrer. Antes de 1391 se
llamó Sinagoga Nueva y según la creencia más generalizada fue construida por el
tesorero real Yosef ibn Sosán durante el reinado de Alfonso VIII, al comenzar
el siglo XIII. Salvada de la ruina en 1798, en 1851 fue restaurada y declarada
Monumento Nacional. En los últimos años se han llevado a cabo restauraciones
con el fin de eliminar la humedad del edificio.
De estilo mudéjar toledano, sus cinco naves
paralelas, separadas por 32 pilares ochavados que sostienen 28 grandes arcos de
herradura, causan una falsa sensación de amplitud. De planta basilical, las
naves, cubiertas por sencillos artesonados, presentan altura decreciente; la
central mide doce metros y medio, las inmediatas diez y las laterales siete. La
actual entrada principal en la fachada oeste no pertenecía al templo judío, que
tendría probablemente su acceso por la fachada norte.
Relieve especial alcanza su magnífica
decoración, de una sobriedad exquisita, en la que destacan los atauriques, las
bellas albanegas con sus variados discos de lazo geométrico remedando celosías
y los espléndidos capiteles, de los que se ha escrito que figuran entre los
pocos originales que hay en el mundo.
Una vez visitada la sinagoga, se sigue por la
calle Reyes Católicos, a cuyo final de abre el paseo del Tránsito con su
parquecillo. Bajo este jardín yace lo que era el barrio del Portiel; en el
extremo derecho según se llega, extremo que mira al convento de Gilitos. Desde
aquí se sube a la calle Descalzos y al paseo de San Cristóbal, donde estaba el
barrio de Montichel, también llamado Monte Ferid; desde allí se puede gozar de
una perspectiva del conjunto de la judería.
El paseo continúa por la travesía de
Descalzos para llegar al palacio de Fuensalida. Ahora el visitante se encuentra
en el barrio de Santo Tomé, donde además de judíos vivían también cristianos.
Comprendía buena parte de la calle del mismo nombre, la actual plaza del Conde
y la primera parte de las calles ahora llamadas Alamillos del Tránsito y San
Juan de Dios. Continuando por ésta última, enseguida se entra en el barrio de
Hamanzeite, así llamado por el título de unos baños públicos, que al parecer
estaban en lo que ahora es jardín de la conocida por Casa del Greco. A caballo
entre los barrios de Santo Tomé y Hamanzeite se levantaba la casa-palacio de
Samuel Levi, el famoso tesorero del rey Pedro I de Castilla. Confiscado a su
muerte, el palacio por la Corona, pasó más tarde a pertenecer a la hija del
almirante de Castilla don Diego Hurtado de Mendoza, doña Aldonza de Mendoza, a
quien debe el popular nombre de “casas de la duquesa vieja”. Ocupaban estas
casas un vasto espacio entre las calles de San Juan de Dios y Alamillos,
comprendiendo parte de la actual Casa del Greco.
Desde la calle San Juan de Dios, se toma a la
izquierda la de Samuel Levi, muy estrecha, por la que se llega a la Sinagoga
del Tránsito.
SINAGOGA
DEL TRÁNSITO
Así llamada por la advocación que tuvo cuando
fue ermita en el siglo XVIII. Fue construida por el tesorero real Samuel Leví
hacia 1357, y bajo este nombre se la conocía. “Sinagoga del príncipe Samuel
Leví”. Durante el siglo XV fue la Sinagoga Mayor de Toledo. Tras la expulsión,
los Reyes Católicos la donaron a la Orden de Calatrava, cuyos caballeros la
convirtieron en priorato de San Benito. Más tarde, fue reducida a ermita con la
advocación del Tránsito de Nuestra Señora, siendo utilizada durante las guerras
napoleónicas como barracón militar. En mayo de 1877 fue declarada Monumento
Nacional y en los años siguientes se restauró.
De planta rectangular, su apariencia exterior
es insignificante: tejado a cuatro vertientes y simples muros de mampostería y
ladrillo, sin otro adorno que las cornisas de modillones y los ventanales
mudéjares con arcos de ojiva túmida y a veces insertos en arcos lobulados. En
el extremo S.O. del muro del mediodía se abre la única entrada que hoy
presenta, vulgar y humilde. Hasta el siglo XVIII, la puerta se hallaba coronada
por una inscripción hebrea, con el texto del versículo 19 del Salmo 118: Esta es la puerta del Señor; los justos
entrarán por ella, habitual en las sinagogas españolas.
Una vez en el interior, el visitante se
encuentra en una elegantísima sala rectangular de 23 metros de largo por 9,5 de
ancho y 17 de alto, tapizada suntuosamente por fantásticos estucos pintados en
diversos colores. Casi a todo lo largo del muro sur corre la galería destinada
a las mujeres, que tenía entrada independiente y que cuenta con cinco grandes
ventanales o miradores hacia el interior de la sala. El techo, en madera de
pino, constituye uno de los más bellos artesonados existentes en España.
Consolidado a trechos reglares por cinco tirantes dobles estribados en zapatas
labradas, está ricamente decorado con almocárabes, piñas, estrellas e
inscripciones arábigas que repiten: La
felicidad, la salvación, el poderío la
magnanimidad.
La decoración es coincidente en los cuatro
muros en la parte superior; en cambio en la inferior es diferente en cada uno
de ellos. La superior consiste, primero, en sencilla greca pintada, seguida de
bella inscripción hebraica, que contiene versos de Salterio. A continuación,
larga serie de arcos (19 en los lienzos norte y sur y ocho en los del este y
este), todos ellos apoyados en columnas dobles, de fuste cilíndrico y
caprichosos capiteles, diferentes dos a dos. Los arquillos son apuntados y con
siete pronunciados lóbulos; los fustes de las columnas, con diversos tonos
jaspeados (por parejas grises o rosas, alternativamente) semejan mármoles
diferentes. En los muros septentrional y
meridional alternan los arcos cegados, puramente ornamentales, con los
abiertos, destinados a dar luz y ventilación al edificio, los cuales presentan
celosía geométrica de estuco, diferente en cada uno. Finalmente, entre la
abundante decoración que aparece entre los arcos, destaca la inscripción árabe
que repite dos vocablos: La felicidad y a
prosperidad, y la palma que surge de la clave de cada arco corona el conjunto.
Todo el edificio resulta en verdad
interesante de visitar. La llamada galería de las mujeres, recientemente
restaurada, conserva interesantes restos de su decoración, que sin duda fue no
menos lujosa y bella que la del resto de a sinagoga. Con respecto a las
inscripciones hebreas que se conservan, se ha llegado a decir que son las más
famosas de la Edad Media.
La sinagoga que construyó Samuel Leví contaba
con varios edificios y patios anejos, con dependencias destinadas a escuela
rabínica, morada del rabino, etc. Recientemente se han reformado para albergar
más dignamente el interesante Museo Sefardí de Toledo.
A
TRAVÉS DE LA JUDERÍA
Una vez visitada la sinagoga del Tránsito, el
paseo por el barrio judío continúa volviendo hacia atrás por la calle de Samuel
Leví. Tras cruzar la de San Juan de Dios, se llega a la travesía de la Judería,
en cuyo número 4 está emplazada la que ahora se conoce popularmente como Casa del Judío; una casa hoy particular
con un interesante patio en el que se pueden admirar unos delicados arcos de
herradura, unas altas ventanas lobuladas y, en uno de sus muros laterales,
bella labor de lacería de la misma época que la de la sinagoga del Tránsito.
Continuando el recorrió por la travesía de la
judería se llega de nuevo a lo que era el núcleo central del barrio judío. Se
sigue por la calle de Santa María la Blanca
y, dejando a la derecha el callejón Verde y a la izquierda la plaza de
Barrio Nuevo y el callejón de los Jacintos, se accede finalmente a la calle del
Ángel, que hacía las veces de calle Mayor de la judería. Ascendiendo por ella,
a la derecha se entra en la plaza de San Antonio y la calle Santo Tomé, dejando
en el camino las pintorescas calles Cuesta del Bisbis y travesía de los Caños
de Oro. Si se desciende a la izquierda, se llegará a la confluencia con la
calle Reyes Católicos y al imponente edificio de San Juan de los Reyes, la zona
donde muy probablemente se encontraba el gran mercado de la Asuica, que se
cerraba con puertas. En los números 7,9 y 11 de la calle del Ángel se conservan
los restos de unos baños, que su descubridor, González Simancas, catalogó como
rituales judíos, ligándolos a la sinagoga de Santa María la Blanca.
En ésta calle del Ángel -al llegar a ella en
el paseo, unos metros a la izquierda y enfrente- puede verse un interesante
esto arqueológico, el Arquillo de la Judería, un arco de herradura califal,
restaurado, por el que se comunicaba el barrio de la Alacava con la parte
principal de la judería. Así pies, atravesando el arquillo se entra en el
barrio mencionado, probablemente muy habitado y popular, que ocupaba todo el
Cerro que ahora se conoce con el nombre de Virgen de Gracia. Desde la plaza del
Arquillo se asciende, haciendo curvas, por la calle Cava Alta hasta llegar al
paseo de Gracia. En este barrio existía al menos una sinagoga, quizá llamada
del Sofer, y aquí se encontraba también el Midrás de las Vigas, una casa de
estudio y oración. En la calle Cerro de la Virgen de Gracia, números 10 y 11,
se descubrieron en 1913 unos baños, que algunos han catalogado como judíos,
aunque sus descubridores los estimaron romanos. Este barrio de la Alacava fue
saqueado en la primavera de 1355 por las tropas de don Enrique de Trastámara en
el transcurso de su lucha por el trono de Castilla con el rey Pedro I. El
saqueo dejó el triste resultado de más de mil judíos muertos, según cuenta el
canciller López de Ayala en la Crónica
del rey don Pedro.
Se sale del Cerro por la calle Hospedería de
San Bernardo y enseguida se toma a la izquierda la calle de las Bulas, por la
que, dejando a la derecha los curiosos callejones del Obelisco y Esquivias, se
llega a la plaza de Valdecalderos. El visitante se encuentra entonces en el que
se llamó barrio de Caleros, que sin duda comprendía la plaza y las calles de su
entorno. Existía aquí otra sinagoga, llamada también de Caleros, que
probablemente estaba situada en la misma plaza, o quizá en el callejón del
Aljibillo. Desde la plaza, por la calle de Bodegones, o por el Aljibillo y la
Campana, se llega a la calle de Santo Tomé, donde termina este recorrido por el
barrio judío toledano.
Referente al cementerio judío, hasta hace no
muchos años se había creído que el cementerio judío se encontraba en el
Cerrillo de la Horca, saliendo de Toledo por la Puerta de Bisagra, pero según
investigaciones recientes, se sitúa, mucho más lógicamente, en la Vega, cerca
de la basílica de Santa Leocadia y entre ésta y la carretera que conduce a
Talavera de la Reina. A este lugar tendrían los judíos acceso directo desde su
barrio, saliendo por la Puerta del Cambrón.
Finalmente, es preciso recordar que hace
pocos años en un bosquecillo cercano a Toledo por la carretera de Mérida,
llamado ahora Bosque de la Amistad de los pueblos de España e Israel, se erigió
un monolito con inscripción hebrea y española, en homenaje de los sefardíes
actuales a sus mayores.
Como punto final, para todos los interesados
en este tema de los Itinerarios de Sefarad, cabe recomendar la lectura de la
Guía de la España Judía de José Luis Lacave (Ediciones El Almendro).
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)