AJANTA Y ELLORA



ESPLENDOR DEL ARTE BUDISTA E HINDÚ


El arte de la India ha fascinado siempre al mundo, sobre todo el que se ha expresado en piedra. Un símbolo de continuidad que ha recorrido los caminos del tiempo para revelarnos incluso en la actualidad, la magnificencia del artista que lo forjó y los imperios bajo los cuales floreció tanta belleza.
Ajanta y Ellora, en el estado del Maharashtra, son dos de los ejemplos más refinados de este arte.
En la costa occidental de la India, al sur del mítico Gujarat y en ruta hacia Karnataka y Kerala, el estado del Maharashtra se abre al mar arábigo a través de Mumbai (la antigua Bombay), una de las ciudades más abigarradas del mundo y a la vez un amplio calidoscopio de luz, color, sonidos, gentes, costumbres y unos marcados contrastes que terminan por seducir al viajero hasta límites insospechados.
Pese a lo que pueda creerse, el Maharashtra no es sólo su capital, es más, infinitamente más, incluso nos atreveríamos a asegurar que toda esta región que encierra una singular belleza, no tiene absolutamente nada que ver con la legendaria Bombay.
Y es precisamente al adentrarse en su territorio, extasiarse ante sus monumentos y contactar con sus habitantes cuando se van conociendo los auténticos valores que la distinguen. A la hora de tomar un primer punto de referencia, lógicamente hay que hacer hincapié en Aurangabad, una de las ciudades más atractivas, sin por ello olvidar otras como Pune, Nashik, Nagpur o Kolhapur.
Aurangabad se enorgullece de ubicarse en el corazón del Maharashtra y aglutinar una extraordinaria riqueza arquitectónica, como lo demuestran los vestigios mogoles que existen en sus alrededores, aunque a decir verdad es el mausoleo de Bibi ka Maqbara el más visitado, quizá porque se asegura que es una pequeña réplica del Taj Mahal de Agra. Fue construido en memoria de la esposa del emperador mogol Aurangzeb.
El palacio de Sunehri Mahal, el molino de agua de Panchakki y la fortaleza de Daulatabad a sólo unos kilómetros, pueden completar el recorrido, sin dejar a un lado el placer de deambular sin prisa por el entresijo de callejuelas donde se sitúan infinidad de vendedores ambulantes con sus variopintas mercancías. Una auténtica tentación para el occidental ávido de sensaciones. De hecho, cualquier rincón de este fascinante país constituye un verdadero paraíso para efectuar compras.
Aurangabad, aunque importante enclave de la región, cede buena parte de su protagonismo a Ajanta y Ellora, que suelen ser el objetivo fundamental del viajero que hasta aquí llega.

UNA MARCADA INFLUENCIA RELIGIOSA
Resulta en verdad muy difícil poder llegar a comprender los arcanos que siempre envuelven a las religiones, toda la mitología, las creencias, tradiciones y ritos del pueblo indio. Todo ello permanece tan arraigado a sus costumbres, que se ha convertido en su propia forma de vida.
Hinduismo, Budismo y Jainismo, tres de las doctrinas más extendidas en la India, han sido capaces de dejar a través de los siglos un legado de excepción y no sólo de carácter espiritual, sino también manifestándose con obras arquitectónicas que son una muestra fehaciente de la fe y el amor.
Ajanta y Ellora con su viharas (monasterios) y chaityas (santuarios) son un fiel exponente de cuanto antecede. Al contemplar estas maravillas puede incluso resultar una desconsideración llamarlas simplemente “cuevas o grutas”, cuando en realidad se trata de una manifestación artística en grado superlativo, la explosión de un arte milenario, algo de tal magnitud que resulta incomparable, máxime teniendo en cuenta que quienes levantaron estos templos excavados en las rocas lo hicieron hace infinidad de siglos y, por supuesto, con medios rudimentarios y primitivos.

EL BUDISMO EN AJANTA
En Ajanta, a un centenar de kilómetros de Aurangabad, los templos son fundamentalmente budistas.
Quizá el éxito de su buena conservación radique en que siempre permanecieron muy escondidos entre montañas.
Sidartha Gautama, el Iluminado o Buda, como se prefiera, nació en Lumbini, en la región nepalí del Terai, a los pies del Himalaya. Hijo de reyes, abandonó su familia y todo tipo de ostentación y prebendas para recorrer la Tierra, meditar profundizando en la práctica de la negación de los sentidos, consigna básica de su doctrina, y vivir en el más estricto ascetismo hasta su muerte. Tras su desaparición, Ananda, el discípulo preferido, junto con otros seguidores, tuvieron la necesidad de ir transmitiendo la doctrina a monjes y ascetas, que era la mejor forma de hacer llegar al pueblo las enseñanzas de su maestro. Fueron entonces los artistas quienes se encargaron de ir representando en pinturas, relieves y esculturas, buena parte del legado budista, la epopeya terrenal de Buda, aunque él estuviera en contra de este tipo de simbolismos.
En Ajanta se conserva todo un compendio de esta obra con frescos, murales y templos de un extraordinario valor.
Resulta curioso el hecho de que Buda desarrollara toda su vida en la India y, sin embargo, el budismo, donde tiene más adictos es precisamente fuera de la península indostánica, en el resto de Asia, y con el transcurso de los siglos se ha extendido por todo el mundo.
Para experimentar el maravilloso trabajo de los artistas, se recomienda la cueva número uno, un monasterio del siglo VI. La gran cantidad y calidad de pinturas que ofrece la superficie de la piedra deja como hechizado a quien la contempla. La suavidad del contorno de las figuras y la gran expresividad de las manos ofrece una sensación de vida impresionante.
Una obra de arte memorable que se encuentra en la profundidad de la roca tallada es el Bodhisattva Padmapani. Sostiene un loto azul en la mano y se encuentra en la postura llamada tribhanga, en recogimiento espiritual. Su expresión de sosiego y tranquilidad la aumentan las figuras y el silencio que proviene de todos los rincones. Las pinturas parecen estar rodeadas de un hálito de luz celeste a donde no llegan las sombras. Esta es una característica de todas las pinturas de Ajanta, que, en parte, procede de la técnica que utilizaron los artistas.
Algunas de estas bellas joyas arquitectónicas de origen budista, tanto las existentes en Ajanta, como buena parte de las de Ellora, y las de la isla Elephanta (a una hora de navegación desde Mumbai) se cree que fueron ejecutadas durante la dinastía Vakataka, en los siglos III al VI.

LAS MARAVILLAS DE ELLORA
En Ellora, a una treintena de kilómetros de Aurangabad, existen templos extraordinarios en los que, lógicamente, los dioses allí representados son la auténtica razón de ser de los mismos.
La obra maestra de Ellora es, sin lugar a ningún género de dudas, el templo de Kailasanath. Una estructura monolítica, la más grande del mundo según se cree, realizada con una técnica sublime. Se concibió en forma de montaña porque el templo estaba destinado a ser la “montaña sagrada” donde reside Lord Shiva, uno de los dioses de la trinidad hindú, compuesta por el propio Shiva (el Destructor), Brahma (el Creador) y Vishnú (el Preservador). A la deidad Shiva también se la conoce como la fuente de la regeneración. Para simular los picos nevados del lejano Himalaya, su morada, los shikharas (tejados en forma curvilínea) del templo Kailasanath se recubrieron con estuco blanco. Su construcción se llevó a cabo en los siglos VIII al X bajo la dinastía de los Rastrakuta y, mientras en su interior se aprecian esculturas dedicadas a otros dioses como Vishnú, Nandi Ganga, Yamuna, Garuda, etc. en las distintas galerías de este templo predomina la reproducción de diferentes epopeyas y escenas mitológicas en las cuales aparecen Shiva y su esposa Parvati, en lucha con el demonio Ravana. Esta batalla legendaria es el tema del gran poema épico del Ramayana.
Donde mejor se aprecia la influencia budista en la herencia cultural de Ellora es en la cueva número diez, uno de los doce templos budistas que se excavaron entre los años 350 y 700 d.C.
La faceta característica del arte escultórico budista es el templo de tres pisos. Además de ser lugar de oración, tienen celdas para los monjes residentes y otras que se utilizaban para los peregrinos. La mencionada cueva número doce es impresionante porque tiene estatuas de Buda en los tres pisos, los dos últimos tienen siete Budas en fila. La razón de este número estriba en la creencia según la cual el propio Buda visita la Tierra cada cinco mil años, habiéndola visitado ya siete veces.

JAINISMO: EL CAMINO DE LA PERFECCIÓN
El Jainismo también ha contribuido y de forma amplia al enriquecimiento de la cultura india.
Aunque nacido con anterioridad, Mahavira “el gran héroe”, siguió una vida muy similar a la de Buda, basando sus principios en el hecho de que cada individuo es un alma independiente y desestima la visión de un dios personal. La fe, el conocimiento y la conducta correcta son, asimismo, tres pilares de esta religión en la que el control y dominio de sí mismo resulta fundamental, de hecho jaín significa dominador.
Estos elementales apuntes ya dan de alguna manera a entender que con esta doctrina jainista se logra un perfeccionismo tan extremo que se puede alcanzar el límite de lo sublime.
En Ellora se conserva el templo de Indrasabha, de origen jaín por su fachada y galería superior, así como diferentes esculturas con profusa ornamentación, aunque posiblemente sin superar la exquisita belleza de otros templos como los que se ubican en el Monte Abu o Palitana, por citar dos ejemplos.

ALREDEDORES DE AURANGABAD
Siguiendo a través del Maharashtra y después de haber visitado Aurangabad, Ajanta y Ellora, hay que dejar constancia de otros enclaves de interés como Nagpur, la ciudad santa de Nashik, muy venerada por los hindúes y con infinidad de templos, además de Pune, donde se asegura que surgió el primer movimiento independentista indio… Y para quienes prefieran completar el viaje con una estancia en las playas, nada mejor que hacerlo en Murud o Kihim, dejando como capítulo final experimentar el auténtico impacto que supone penetrar en Mumbai, porque Mumbai es realmente una historia por completo distinta
Resulta una experiencia apasionante penetrar en el interior de las cuevas y templos de Ajanta y Ellora y permanecer rodeados de tal magnificencia pictórica y escultórica, en medio de un silencio que transpira misticismo y religiosidad. Es como sentirse trasladado en el tiempo y el espacio, y vivir intensamente otro mundo en el éxtasis, aproximándose al conocimiento de las divinidades Vishnú, Brahma, Krishna, Shiva, Buda....
El Maharashtra, quizás menos conocido que otros estados de este país donde aún hoy la fantasía sigue siendo superior a la propia realidad, tiene sus peculiares características. En la India todos sus estados y regiones son diferentes, pero coexisten y se fusionan unos con otros para dar origen a un armonioso, complicado y fascinante laberinto que sigue siendo de muy difícil comprensión para la mentalidad occidental. Muy posiblemente en ello radique precisamente el misterio que convierte a éste país en poseedor de la auténtica magia de Oriente.

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)