L A O S



EL REINO DEL MILLÓN DE ELEFANTES


Misterioso y aislado del mundo durante décadas, el reino de Lan Chang, la llamada “tierra del millón de elefantes”, es profundamente religioso. A orillas del río Mekong y en el corazón de la antigua Indochina, ocupa un territorio virgen, enigmático y auténtico paraíso en el sudeste asiático. La sonrisa de los laosianos es la mejor bienvenida para el viajero.
Laos es un país sin litoral que está limitado por Myanmar, antes Birmania, al noroeste; por China al norte, Vietnam al este, Camboya al sur y Tailandia al oeste. Su nombre en idioma lao es Luang Lao.

UN PAISAJE SELVÁTICO
Densamente arbolado y con exuberantes zonas selváticas, Laos tiene montañas rugosas, la más alta de las cuales en Phu Bia con 2.820 metros de altitud, además de algunas llanuras y mesetas.
El río Mekong forma una parte del límite occidental con Tailandia, mientras que las montañas de la cordillera Annamita integran la mayor parte de la frontera con Vietnam. Alrededor del 65% de la superficie de su territorio está cubierto por una exuberante vegetación, propio de las selvas subtropicales.
El clima, pese a ser tropical tiene grandes variaciones de temperatura entre las distintas áreas, debido sobre todo a la altitud. Las principales características del clima están determinadas por los monzones. La temporada húmeda de verano se prolonga desde mayo hasta octubre, con frecuente lluvias, y una estación fresca que se extiende desde noviembre hasta febrero; el resto del año es cálido y húmedo. En la capital del país, en abril (el mes más cálido del año), la temperatura suele alcanzar un promedio de 29º, mientras que en enero es de 21º.
Al finalizar las lluvias (y concluye el retiro monástico de los monjes budistas) las gentes construyen pequeñas embarcaciones de madera y les colocan unas lamparillas o velas, y las mandan río abajo. Simbolizan el renacimiento espiritual, el inicio de una nueva estación.
Merced a tener una gran superficie forestal, sus selvas albergan maderas de gran valor, principalmente teca. Estas selvas cuentan con diferentes especies de animales.
Todo el país cuenta con grandes extensiones de suelos fértiles para la agricultura. Las principales áreas se encuentran en los valles del río Mekong, cuyas aguas riegan varias zonas de cultivos de arroz y proporcionan una abundante pesca, una de las fuentes básicas de alimento de Laos. Otros cultivos son los de fruta, entre los que destacan la piña y los cítricos, el maíz y la tapioca, además de las patatas.
La ganadería también desempeña un papel económico importante.
El turismo cabe considerarlo también como importante riqueza económica y después de la guerra ha crecido de forma considerable. Hay muchas opciones para explorar el país y éste ofrece algo diferente y atractivo, sin duda, para el recién llegado.

UN CRISOL DE CULTURAS
Laos tiene una población de alrededor de siete millones de habitantes, lo cual supone una densidad de unos 30 habitantes por kilómetro cuadrado. Un cuarto de la población vive en las regiones montañosas, el resto a lo largo del río Mekong y sus afluentes. Más del 78% habita en aldeas rurales.
El 69% de la población pertenece a la etnia lao, además de ser los principales habitantes de las tierras bajas y el grupo dominante política y culturalmente. Los lao pertenecen al grupo lingüístico que comenzó a migrar hacia el sur desde China en el primer milenio de nuestra era. Un 8% más pertenece a otros grupos de “tierras bajas”, que junto con la gente lao integran el llamado lao lum.
La gente de las colinas y las minorías culturales de Laos como los hmong, yao, dao, shan y varios grupos tibeto-birmanos han vivido en regiones aisladas por muchos años.
Tribus de montaña de herencia etno-cultural mezclada se encuentran en el norte de Laos e incluyen a los lua y a los jamu, que son indígenas. Actualmente, el grupo de los lua está en peligro. Colectivamente, son conocidos como lao sung o laosianos de tierras altas.
Predominan en las montañas del centro y sur las tribus mon jmer, conocidas como lao theung o laosiano de tierras medias.
Algunas minorías vietnamitas y chinas permanecen, particularmente en las ciudades, pero muchos emigraron después de la independencia.
El idioma oficial y dominante es el lao, un lenguaje tonal del grupo lingüístico tai. Los laosianos de tierras medias y altas hablan una variedad de lenguas tribales. El francés sigue siendo común en el Gobierno, siendo estudiado como segundo idioma. En los últimos años ha crecido el interés por el inglés.
Posiblemente el mayor encanto de Laos lo constituyen sus gentes. Ajenos a las delicias del consumo, ignorantes de cuanto pueden conseguir con el dinero, simpáticos, hospitalarios y sencillos, llevan una vida acompasada con la naturaleza y con sus semejantes. Austeridad campesina y suntuosidad religiosa son, sin lugar a dudas, los ejes de su universo habitual. En realidad, todo el país tiene un especial encanto

UNA VIDA CON PROFUNDA ESPIRITUALIDAD
La religión predominante es el budismo Theravada que llegó a través de India, Birmania y Camboya, junto con el animismo común practicado entre las tribus de las montañas y coexiste pacíficamente con la adoración espiritual. También hay un pequeño número de cristianos, restringidos en gran parte del área de Vientiane, y musulmanes, sobre todo en la región fronteriza con Birmania.
El budismo está muy introducido en Laos y forma parte de la vida cotidiana. La vida es sufrimiento y un camino para renacer mejor y llegar al nirvana -la extinción de todo deseo- haciendo sacrificios y el bien a los semejantes, acumulando en la existencia unos boun o méritos.
El año laosiano está lleno de festividades religiosas.
La religión tiene un profundo significado en la vida cotidiana de los laosianos. Las personas relevantes celebran también en ocasiones el sukhuan para dar la bienvenida al alma. A tal efecto, las familias preparan bandejas con flores de banana. El celebrante siempre es un monje y se sienta frente al huésped de honor, encendiéndose velas e incienso. Se invoca a los dioses guardianes, ofreciendo toda clase de alimentos para que devuelvan a las almas perdidas. Se ata una cuerda de algodón en la muñeca del celebrante, quien a su vez la ata a la persona en honor de la cual se celebran el sukhuan, mientras los asistentes colocan sus manos en la frente y rompen el silencio con sus oraciones. Es entonces cuando la fiesta se convierte de una gran velada nocturna.
Los matrimonios entre los laosianos siempre se celebran después de que los padres lo han acordado y se han intercambiado regalos.
El día de la propuesta de matrimonio, la familia del novio envía varias muchachas a casa de la novia con obsequios, nueces de betel, pasteles de arroz, tabaco, etc. La novia se pone su traje para la ceremonia y se somete a un rito que consiste en una larga serie de preguntas poéticas y retóricas. Más tarde llega el novio para acudir al enlace.
La muerte y los funerales son, desde el punto de vista occidental, bastante extraños, ya que constituyen ocasiones para organizar alegres festejos.
Para un budista, la muerte significa la liberación del espíritu de los sufrimientos de la Tierra y quizá su paso a una existencia mejor. Poco después de producirse la muerte, el cadáver se lava con agua perfumada y se le coloca una moneda entre los dientes para demostrar que el difunto no tiene necesidad de bienes terrenales. Hilos de algodón atados en torno a su cuello, pies y muñecas, muestran cuan tenues son los lazos que unen al hombre con la Tierra. Los familiares cuidan el cadáver durante siete días, mientras los monjes rezan.
Por su parte, cualquier nacimiento también está rodeado de ritos. Cuando una esposa descubre que está embarazada, se somete a una ceremonia que le asegura la fertilidad. Ha de observar asimismo muchos tabúes: no puede, por ejemplo, comer larvas de abejas, ya que si lo hace es posible que su hijo sea turbulento como una abeja. Si pisa la cuerda que sujeta la cabeza de un buey o de un caballo, su futuro hijo posiblemente sea codicioso. Si pone a secar su falda al sol y al revés, el niño podría nacer sacando los pies antes que la cabeza.
Al parto siempre asiste un hombre o a veces un exorcista. Se hacen numerosas invocaciones y se toman todo tipo de precauciones mágicas para proteger al niño de todo mal. Todas estas creencias budistas se combinan con otros ritos y ceremonias de origen más antiguo, a lo largo del año laosiano, el cual está clasificado según los monzones y las crecidas de los ríos, que determinan los ciclos agrícolas.

VIENTIANE, LA CAPITAL
Es la puerta del país al mundo exterior. Con alrededor de 200.000 habitantes es una población apacible y tranquila, con arquitectura colonial, diferentes jardines tropicales e infinidad de templos budistas.
Vientiane es la capital que consigue aunar todas las imágenes que puedan tenerse de los habituales paraísos asiáticos. Además, curiosamente se trata de una de las pocas ciudades del mundo donde no existen problemas de tráfico
Posee muchos templos budistas que permiten apreciar las características de la arquitectura lao. Estos templos se llaman vat que significa el “recinto budista donde residen los monjes”. Entre los más relevantes cabe destacar la Gran Estupa Sagrada o Pha That Luang, el monumento más importante de Laos y un auténtico símbolo del país.
El Vat Phra Kheo es un templo convertido en museo de arte religioso que está ubicado en el interior del recinto del Palacio Real.
Vat Si Luang alberga el pilar de la ciudad y hay quienes aseguran que posee poderes mágicos.
Vat Ong Teu tiene una colosal estatua de Buda y unas bellísimas puertas de madera.
Vat Si Saket es la residencia habitual de una de las más altas autoridades religiosas del país, además de encontrarse en su interior hasta más de dos mil estatuas de Buda. Puede contemplarse a Sidartha Gautama o Sakiamuni de infinidad de posturas posibles.
En el centro de Vientiane llama poderosamente la atención el multicolor mercado de Thalat Niay

LUANG PRABANG Y SI PHAN DON
Luang Prabang es la antigua capital del reino de Laos, siempre fue una de las joyas más ignoradas de Asia. Está situada en la confluencia de los ríos Mekong y Khan. Su población no excede de los 8.000 habitantes y se encuentra rodeada por una cadena de montañas tapizadas de espesa selva.
Está repleta de templos, monasterios y villas coloniales. Entre los templos budistas merecen visitarse Vat Xieng Thong. Puede decirse que Luang Prabang está inmersa en la auténtica Asia profunda. Un mundo intrigante de noche, del constante rumor de la selva próxima y de los mercados que abarrotan gentes de etnias por completo distintas.
Otro punto de interés son las cuevas de Pak Ou que están alojadas en el interior de un acantilado calcáreo que se levanta a orillas del Mekong, frente a la desembocadura de su afluente Nam Ou. Un empinado tramo de escaleras conduce desde el punto de amarre hasta ellas. Las dos cuevas alojan varios miles de budas, de madera o de bronce dorado, que en su mayoría no sobrepasan los setenta centímetros de altura. Estas esculturas de Buda fueron donadas por los peregrinos desde hace 300 años.
No puede cerrarse este apartado sin antes hacer mención de Si Phan Don, la región situada en la parte más meridional de Laos, donde el río Mekong alcanza la mayor anchura (alrededor de 14 kilómetros) y donde, en las épocas secas, las islas y pequeños islotes que forman su superficie se cuentan por miles. La mayor isla es Don Khong que tiene alrededor de veinte kilómetros de longitud y cuya capital es Luang Khong, con cerca de doscientos habitantes.
Son lugares paradisíacos donde el tiempo se detuvo hace siglos.
A la hora de hablar de gastronomía, en ninguna mesa laosiana puede faltar el khao niaú (arroz aglutinado), es el acompañamiento de platos como tam mak hung (ensalada de papaya), mok (mezcla bambú y cerdo envueltos en hojas de banano), lap (ensalada de carne de vacuno o bien pescado o langostinos), cin lot (bocados de carne frita) o ping kai (pollo asado). Todos con aromas muy característicos.
Con respecto a los platos dulces hay que tener en cuenta el khau niáu, acompañado de leche de coco, azúcar y frutas, así como el khau sankañaa (arroz preparado con coco acompañado de bocados de mango o flan de coco).
El viajero que llega desde lejanas tierras, una vez acostumbrado a dejar atrás el hasta a veces innecesario confort occidental, más posibilidad existe de contactar con el mundo real, viendo la realidad con otros ojos, los de quienes sobreviven en estas latitudes.
Lo cierto es que ninguna descripción puede ni tan siquiera aproximarse a la serena majestuosidad de los templos budistas de Laos y el atractivo de sus paisajes y gentes. En este apacible “reino del millón de elefantes” percibir la sosegada sensibilidad de un mundo tan exótico como lejano y anclado a años luz de nuestra civilización, supone una fuerte sacudida al escepticismo y, por supuesto, a nadie deja indiferente.

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)