EXTERIORES DE LA CATEDRAL
Las tres principales entradas de la Catedral medieval se
conservan en la actualidad, aunque con las sucesivas modificaciones se perdió
la unidad de sus programas iconográficos, que representaban la historia de la Salvación. Originalmente
los peregrinos entraban por la puerta norte o del Paraíso, donde veían las
escenas de la caída en el pecado y la promesa de la Redención. Una vez
visitado el templo, salían por la puerta sur (Platerías) ilustrada con el
cumplimiento de esa promesa a través de la vida de Jesús (Encarnación,
Predicación y Pasión. Finalmente, en el oeste hallaban el Pórtico de la Gloria, entonces visible
desde el exterior, que les mostraba la Jerusalén Celeste
que alcanzarían tras el Juicio Final.
Hoy la Catedral exhibe una
fachada románica, la de Platerías al sur; dos barrocas, la del Obradoiro al
oeste y el lienzo de la
Puerta Santa al este; y una neoclásica, la de Azabachería o la Inmaculada, al norte.
FACHADA DEL OBRADOIRO
La estampa más fotografiada de la
Catedral es su portentosa fachada oeste, llamada del Obradoiro por la
prolongada presencia de los talleres de canteros (obradoiros en gallego) que se afanaron durante casi cien años en la
construcción de este gran telón barroco de los siglos XVII y XVIII.
Hasta ese entonces, la fachada
oeste de la Catedral se componía de dos torres románicas de robustez cúbica y
altura desigual, y una bella portada doble dedicada a la Transfiguración de
Cristo. Sus puertas, abiertas día y noche, dejaban el gran Pórtico de la Gloria al descubierto y
visible desde el descampado. La futura plaza del Obradoiro se iría urbanizando
muy lentamente. Con la construcción del Hospital Real (1501) y el nuevo claustro
de la Catedral (1521-1614) se logró comenzar a organizar el espacio público.
Pero el mayor cambio se introdujo
desde 1650. Las remodelaciones barrocas supusieron la renovación total del
exterior de la catedral. Diferentes cuadrillas fueron cogiendo el relevo para
erigir la compleja fachada principal de la Catedral y sus esbeltas torres, que representan
la culminación del desarrollo del arte barroco compostelano.
Los 74 metros de altura de
las torres se alcanzaron en 1747, cuando el arquitecto Fernando Casas y Novoa,
siguiendo las intervenciones iniciadas en 1670 por Peña de Toro y continuadas
por Domingo de Andrade, decidió elevar e igualar ambas torres con sus
esplendorosos remates barrocos. La
Torre de las Campanas, a la derecha, y la Torre de la Carraca, a la izquierda,
confieren a la fachada un fuerte efecto vertical de ascensión a los cielos.
Entre las torres se dispuso el
gran retablo-espejo, una espectacular combinación de granito y vidrio con
columnas gigantes y las mayores vidrieras que se habían visto en la Europa de antes de la Revolución Industrial.
Por detrás de este telón se respetó la estructura románica de las naves,
concebidas más de 600 años antes. En 1750 se elevó a lo alto la estatua de
Santiago Peregrino que preside el tríptico, flanqueado por ángeles que portan
las cruces de Santiago. Más abajo los discípulos Atanasio y Teodoro custodian
el sarcófago. Las torres están presididas en su parte central por María Salomé y
Zebedeo, padres de los apóstoles Santiago y Juan el Evangelista; y a la altura
de la balconada se reconoce a Santa Susana y San Juan a la izquierda; y
Santa Bárbara y Santiago Alfeo a la derecha.
La escalinata del Obradoiro fue construida entre 1594 y 1600
por Ginés Martínez, inspirándose en obras similares de Miguel Ángel, Donato de
Bramante y Diego de Siloé. El resultado es una ingeniosa combinación de dos
escaleras, una dentro de otra, para doblar las posibilidades de acceso y
salida. Detrás de sus rejas se halla la cripta y, encima de ésta, una lonja o
mirador que sirve de antesala a la entrada oeste.
CRIPTA
También llamada “Catedral vieja”,
fue construida entre 1180 y 1200 por el Maestro Mateo como parte del conjunto
simbólico de la
Jerusalén Celeste, que forma junto al Pórtico de la Gloria y la galería de la
tribuna. Su función material es la de servir de basamento y sustentación al
Pórtico, por una parte, y la de salvar el gran desnivel de doce metros que
existe entre la cabecera (en la plaza de la Quintana) y los pies de la catedral (en el
Obradoiro).
En su portal de entrada se halla
una escultura de Santiago Alfeo o El Menor, a quien está dedicada la cripta.
CLAUSTRO
La fachada del Obradoiro
contrasta fuertemente con la horizontalidad del claustro, a su derecha, y del Palacio Arzobispal de Gelmírez,
a su izquierda. El claustro fue construido por mandato del arzobispo Alonso de
Fonseca entre 1521 y 1614. Su gran planta renacentista, obra de Juan de Álava,
Gil de Hontañón, Juan de Herrera y Gaspar de Arce, sustituyó al claustro gótico
del siglo XIII, que a su vez se levantaba en el lugar del original, construido
en 1114.
FACHADA DE LAS PLATERÍAS
La única fachada románica que
conserva la Catedral
se halla en el lado sur, sobre la
Plaza de Platerías, comprimida entre el lienzo del claustro y
la Torre del
Reloj. Data del año 1078 o 1103, y se atribuye al maestro Esteban, constructor
de la catedral románica de Pamplona y escultor de los portales de San Isidoro
de León.
Este portal fue siempre el más
“urbano” de la basílica medieval, ya que daba salida a los peregrinos hacia las
calles principales de la ciudad cuando el Obradoiro era todavía un lodazal.
Además este atrio sur del templo servía de escenario al ejercicio de
administración de justicia del arzobispo Gelmírez. Su creciente impopularidad
provocó una revuelta en 1117 que destruyó la vecina mansión arzobispal e hizo
arder la bella fachada del maestro Esteban, que nunca volvió a ser la misma.
La iconografía fue reconstruida
pocos años más tarde, y en los siglos siguientes se le añadieron figuras
románicas procedentes de la puerta norte de la Catedral, para crear un
conjunto que hoy sorprende por su abundancia... y por su desorden. En el friso,
por ejemplo, conviven apóstoles, ángeles, signos zodiacales y representaciones
del Pecado como la sirena o el centauro. El centro lo ocupa un estilizado
Cristo, a cuyo lado está Santiago. En medio de los arcos se reconoce a Abraham
saliendo de la tumba y a Moisés representado, como lo haría siglos más tarde
Miguel Ángel, con cuernos. Los muros laterales también aprovecharon esculturas
de la derruida Puerta del Paraíso, como la creación de Adán y Eva o el rey
David en su trono.
Debajo del friso, el doble portal
está dedicado a la doble naturaleza humana y divina del Hijo de Dios. El
tímpano de la izquierda representa la Tentación de Cristo, con figuras añadidas como la
famosa mujer adúltera con un cráneo en el regazo. El tímpano de la derecha
muestra escenas que van desde la
Epifanía a la
Pasión, el juicio de Pilatos, el Prendimiento, la Flagelación y la
traición de Judas.
TORRE DEL RELOJ
El portal de Platerías linda con la Torre del Reloj, que recibe
el nombre popular de “Berenguela” porque fue el arzobispo Berenguel de Landoira
quien acabó su construcción en el s. XIV. Entonces era un robusto cubo
defensivo coronado de almenas, cuya altura no superaba la posición actual del
reloj.
En 1680 el arquitecto Domingo de
Andrade convirtió la torre en una de las más hermosas de Europa: sobre el cubo
gótico original instaló un primer cuerpo cuadrado perforado de pórticos, y
sobre él un cuerpo octogonal rematado con una linterna, que se enciende durante
los Años Santos para indicar el rumbo a los peregrinos. Baldaquinos y torretas
completan la ascensión con decoración de motivos jacobeos y formas vegetales.
La torre alberga la mayor de las
campanas de la Catedral,
conocida también como Berenguela. La original de 1678 se rajó y fue sustituida
por la actual, que pesa 6.433 kilos y suena con un profundo do cuando el reloj
del s. XIX, con su única aguja, marca las horas. Se dice que si alguna
medianoche toca no 12, sino 13 campanadas, el demonio gozará de una hora mágica
para andar suelto.
CABECERA Y PUERTA SANTA
La cabecera románica de la catedral
se oculta en la plaza de la
Quintana detrás de un largo muro barroco coronado de
pináculos. Este lienzo es obra de Peña de Toro y Domingo de Andrade, que en el
s. XVII otorgaron una elegante imagen de conjunto a todo el lado este de la Catedral, unificando
visualmente la Torre
del Reloj, la Puerta Real,
la Puerta Santa
y la Puerta de
los Abades.
El punto de inicio de la reforma
barroca fue la construcción en 1657 del Pórtico Real, la entrada real que
contrasta con la Torre
del Reloj que se eleva a su lado. Su composición emplea los órdenes gigantes y
se decora con el escudo de Carlos V.
Pero el centro de atención de los
peregrinos está en la Puerta Santa, que
desde el siglo XVI conduce directamente al deambulatorio y a las reliquias
apostólicas. Sólo se abre con ocasión del Año Santo,
celebrado cada vez que el día de Santiago (25 de julio) cae en domingo.
Traspasarla, cumpliendo las condiciones de confesión y comunión, hace ganar a
los fieles el Jubileo.
El lienzo de la Puerta Santa está
enmarcado por las 24 estatuas recuperadas del coro de piedra románico del
Maestro Mateo, desmontado en el siglo XVI. En la parte superior destacan las
esculturas que representan a Santiago y sus discípulos Atanasio y Teodoro, obra
de Pedro do Campo en 1694. La puerta de bronce fue diseñada en 2004 por el
escultor gallego Suso León.
FACHADA DE LA AZABACHERÍA
La plaza norte de la Catedral se
llama plaza de la
Inmaculada, pero debe su nombre popular -Azabachería- a la
tradicional presencia de talleres dedicados al azabache. Allí desemboca el
último tramo urbano de los caminos Francés, Primitivo, del norte e Inglés: es,
por lo tanto, la primera cara de la
Catedral que ven los peregrinos.
Aunque hoy la mayoría de los
peregrinos siguen de largo y prefieren entrar en la basílica a través de la
fachada del Obradoiro, por el Códice Calixtino sabemos que durante la Edad Media los viajeros
entraban por la admirable Puerta del Paraíso del norte. El Códice Calixtino
del siglo XII la describía como una obra de mármol profusamente labrada con
escenas del Génesis que iban de la
Creación al Pecado Original, tratando de evocar a la vez el
Edén bíblico y la Puerta
del Paraíso de San Pedro del Vaticano. Ante ella estaba la Fons
Mirabilis, fuente
hoy trasladada al claustro, que sorprendía a los peregrinos con su canalización
de agua y les daba oportunidad para el aseo antes de entrar a la catedral.
Alrededor se vendían conchas, botas de vino, zapatos, bolsas de piel y toda
suerte de hierbas medicinales. Muy cerca se alzaban las casas de cambio de
moneda y el Hospital de Peregrinos.
Un incendio y la construcción de
la nueva fachada barroca desplazaron muchas piezas originales hacia la fachada
de Platerías. La fachada actual se levantó entre 1757 y 1770, sobre un diseño
de Ferro Caaveiro para uniformar la plaza, igualar el esplendor que acababa de
conseguir el vecino Monasterio de San Martín Pinario y ampliar el Palacio Episcopal, que se adosa a la catedral por el noroeste.
Por ser hija de un período de transición, en sus trazas conviven los estilos
barroco y neoclásico.
CAPILLA DE LAS RELIQUIAS, PANTEÓN REAL Y TESORO
Tras el bello portal renacentista,
la Capilla
de las Reliquias, antigua sala capitular del s. XVI, guarda las sagradas
donaciones llegadas de todo el mundo a manos de peregrinos, reyes y obispos en
los casi mil años de historia de la basílica. Las exhibe en el magnífico
retablo de cedro del Líbano (Maximino Magariños, 1924) donado por los gallegos
emigrados a Cuba para sustituir al relicario del siglo XVII, quemado en un
incendio.
Allí destaca el caput
argenteum, busto-relicario del siglo XIV que guarda el cráneo de Santiago
Alfeo, apóstol y primo de Jesús, traído a Santiago por el Papa Gregorio VIII en
el s. XII. Lleva puesto el collar donado por Suero de Quiñones, un noble leonés
que peregrinó a Santiago en 1435 tras batirse en duelo en el Puente de Órbigo
con trescientos caballeros por amor a una dama.
El Panteón Real muestra los sepulcros y las estatuas yacentes
de reyes de León y Galicia fallecidos en los siglos XII y XIII: Fernando II de
León, Alfonso IX, la reina Doña Berenguela, Doña Juana de Castro -esposa de
Pedro El Cruel- y Raimundo de
Borgoña, sobrino del Papa Calixto II y yerno de Alfonso VI.
El Tesoro, en la
Capilla de San Fernando, reúne una gran colección de
orfebrería litúrgica de los siglos XI al XX, con piezas de oro y plata, piedras
preciosas, marfiles y vidrios. Destaca la Custodia Procesional
de Antonio Arfe, una joya de plata dorada que recorre las calles de Santiago el
día del Corpus Christi.
UN DESCENSO AL CEMENTERIO
Más de medio siglo después de las
excavaciones arqueológicas de la catedral, el Cabildo catedralicio ofrece al
público la posibilidad única de bajar al subsuelo del templo y contemplar la
historia antigua de Santiago de Compostela hecha piedra.
Esta bajada a las entrañas de la catedral es en realidad una
aproximación a la historia del monte sagrado en que el obispo
Teodomiro llegó a reconocer la tumba del apóstol Santiago en el año 813.
En los estrechos espacios, hasta ahora sólo accesibles a investigadores, el
visitante encontrará el cementerio romano y la necrópolis sueva con docenas de tumbas y lápidas de entre trece y diecinueve
siglos de antigüedad. También se topará con parte de la primera muralla y las
defensas del núcleo urbano crecido en torno a la basílica prerrománica del IX.
Un viaje imprescindible para
conocer los fundamentos históricos de la ciudad y su templo.
PRÓXIMO CAPÍTULO : UNA
CIUDAD CON VOCACIÓN UNIVERSAL
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)