Santiago de Compostela
es la capital de la
Comunidad Autónoma de Galicia, una ciudad declarada
Patrimonio de la Humanidad
por la UNESCO,
gracias a su belleza monumental, extraordinaria conservación y por
ser la meta de una milenaria ruta de peregrinación: el Camoni de Santiago, que desde el siglo IX transformó este paraje del finis terrae en punto de encuentro de la
fe y el pensamiento del mundo occidental.
Santiago de Compostela es una
aparición de piedra anidada entre los verdes bosques del noroeste español y las
cercanas rías gallegas. Comenzó por ser lugar de paso junto a una vía romana,
pero el descubrimiento de la tumba del Apóstol Santiago a principios del siglo
IX hizo surgir un lugar de culto en los confines de una península a la sazón
dominada por la invasión musulmana.
Desde entonces toda Europa se
echó a andar hacia Santiago, ciudad santa de la cristiandad en la que les
esperaba la gracia de la absolución plenaria. Allí emergió una catedral
románica a la que el transcurrir de los siglos quiso añadir la sobriedad del
Renacimiento y la majestuosidad de un Barroco que terminó por trazar la imgaen monumental de la urbe, hecha del granito de sus monasterios, sus
hospitales de peregrinos, sus numerosas iglesias, sus casas señoriales y unas
plazas en las que el tiempo escogió quedarse detenido.
La tradición continúa viva y la
espiritualidad del continente sigue mirando a Compostela, como demostraron los
últimos Años Santos
y como probarán sin duda la cita jubilar de 2021. Para los visitantes guarda la
ciudad sus tesoros, que se exhiben en 16 museos, y la sorprendente
riqueza de su arquitectura contemporánea, alrededor de la cual se extiende la más importante
dotación de parques y jardines de toda Galicia.
En este escenario brotan
con fuerza las manifestaciones culturales -desde las fiestas populares hasta
los festivales anuales de música, cine y teatro, exposiciones permanentes e
itinerantes- de la mano de una iniciativa pública y privada
liderada por la cinco veces centenaria Universidad de Santiago, cuyas aulas añaden veintitrés mil estudiantes a una
población estable de cerca de cien mil compostelanos.
Durante todo el año,
además, se suman a ellos varios millones de visitantes. Los que llegan exhaustos
por devoción; quienes acuden llamados por el prodigio monumental o los que
eligen Compostela como lugar para sus eventos profesionales: todos acaban
integrándose en la celebración permanente que es la vida en la ciudad,
especialmente durante las fiestas del Apóstol, declaradas de Interés Turístico Internacional. Para su
bienestar despliega Santiago una amplia red de alojamientos y una oferta gastronómica capaz
de satisfacer todos los paladares y bolsillos. No en vano desde hace más de mil
años ésta es una tierra de acogida universal, un punto de llegada y encuentro
nacido para el ejercicio cotidiano de la hospitalidad.
LA
IMPRESIONANTE CATEDRAL
La Catedral de Santiago de Compostela es una
de las obras más sobresalientes del arte románico en España. Es, además, la
meta final de todos los Caminos de Santiago, que durante siglos han
llevado a los peregrinos de la
Cristiandad hacia la tumba de un apóstol. Por si fuera poco,
fue la piedra inaugural para la construcción de una urbe monumental, Santiago de Composteña, que nació en un
bosque sagrado del fin del mundo con vocación de Ciudad Santa y Patrimonio de la Humanidad.
En la actualidad, con más de mil años de existencia vividos al ritmo de la extraordinaria
historia compostelana, la
Catedral se muestra como un complejo conjunto de espacios
capaces de recompensar con su potente espiritualidad la fe de los caminantes y
con su belleza a los visitantes del mundo.
UNA DILATADA HISTORIA
El antecedente más
remoto de la Catedral
fue un pequeño mausoleo romano del siglo I en el que se dio sepultura a los
restos del Apóstol Santiago después
de su decapitación en Palestina (año 44 d.C.) y tras su traslado por mar hasta las costas del
finis terrae. Durante siglos, la cámara subterránea y la necrópolis que la
rodeaba fueron asiduamente visitados por una pequeña comunidad cristiana local,
de la que poco o nada se sabe, pero que debió ser diezmada hacia el siglo VIII.
En el año 813 (según versiones,
820 y hasta 830) se produjo el milagroso descubrimiento de las reliquias del
Apóstol bajo la maleza del Monte Libredón. Las encontró un ermitaño que vio
allí signos celestiales. Avisado por el obispo de Iria Flavia, el rey astur
Alfonso II mandó a levantar una primera capilla de piedra y barro junto al
antiguo mausoleo. Este templo recibió en el 834 un Preceptum regio que lo convertía en sede episcopal y le otorgaba
poder sobre los territorios próximos. A su alrededor, buscando su protección,
comenzaron a establecerse los primeros pobladores y grupos monacales de
benedictinos encargados de la custodia de las reliquias. Eran los primeros
pasos de la futura ciudad de Santiago de Compostela.
La primera iglesia enseguida se
quedó pequeña para acoger a los fieles, por lo que entre el año 872 y el 899
Alfonso III El Grande hizo construir
un templo mayor en estilo visigótico. Pero esta segunda iglesia fue destruida
por el ataque del caudillo musulmán Al-Mansur en 997. El obispo San Pedro de
Mezonzo la reconstruyó en 1003, en un estilo prerrománico. Este tercer templo
estaba aún en pie cuando el auge de las peregrinaciones y las riquezas de
Santiago, que ya era uno de los señoríos feudales más grandes de la Península Ibérica,
permitieron comenzar a construir en 1075 la catedral románica que hoy se
conserva, cuarto edificio sagrado sobre el antiguo sepulcro.
LA CATEDRAL ROMÁNICA
El rey leonés Alfonso VI y
especialmente el primer arzobispo de la ciudad, Diego Gelmírez, impulsaron de
tal manera la Catedral,
la vida urbana y las peregrinaciones, que puede hablarse del siglo
XII como el de mayor esplendor de la historia compostelana. Esta vez no se
conformaron con un santuario que albergase las reliquias, sino que diseñaron
una gran catedral de peregrinación siguiendo el estilo que se extendía por el
Camino de Santiago. Por ella desfilarían los mejores constructores del Románico
hasta llegar al Maestro Mateo, autor de los últimos tramos de las naves, las
torres defensivas del oeste, la cripta y, sobre todo, del Pórtico de la Gloria, un
conjunto escultórico sin igual en Europa que aún hoy preside la entrada este.
Cuando fue consagrada en el año
1211, la Catedral
ya gozaba del privilegio de la absolución plenaria, otorgado en 1181 por el
Papa Alejandro III a todo el que visitase el templo en un Año Santo Jubilar.
También concedía a los fieles un valioso documento que
acreditaba haber recorrido el Camino de Santiago y aseguraba el derecho de
asilo en la ciudad. Convertida en meta de salvación de la Cristiandad, la Catedral
evolucionó con tal vitalidad que fue capaz de impulsar la construcción de
calzadas, hospitales, albergues, mercados y burgos enteros a cientos de
kilómetros de distancia, en las rutas que transitaban los peregrinos para
alcanzarla.
Con el tiempo se irían añadiendo
a la planta románica elementos góticos, renacentistas y especialmente barrocos,
gracias al incesante flujo de dinero del arzobispado y de los mecenas, que
encontraban en las capillas lugar de oración y eterno
descanso. Mientras la estructura de las naves se conservó prácticamente intacta,
el número y espacio de las capillas fue adecuándose a las necesidades del
culto. En el convulso siglo XIV la basílica adquiriría trazas de fortaleza, con
torres defensivas como la actual Torre del Reloj. Con el
Renacimiento, impulsado por el arzobispo Alfonso III de Fonseca, se levantó el claustro definitivo, que sustituyó al
claustro románico y modificó todo el lado sur y sureste del templo. Fue época
de reformas internas y adición de retablos, púlpitos y esculturas para mayor
gloria del culto al Apóstol.
LA MAGIA DEL BARROCO
La mayor revolución estética
llegaría al templo en tiempos del Barroco, que comenzó en 1660 por transformar
el altar mayor y la cúpula; para luego dar
forma a los órganos, trazar el lienzo de la Puerta Santa,
embellecer la Torre
del Reloj y alcanzar su mayor esplendor con la culminación, en 1750, de la
estampa más icónica de la catedral: su magnífica fachada del Obradoiro.
Fue también obra de los maestros
barrocos de la Catedral
-Vega y Verdugo, Domingo de Andrade, Fernando Casas y Novoa- el trazado
definitivo de las plazas monumentales que rodean al templo y de muchos de los
edificios colindantes. Bien puede decirse que el barroco saltó de la Catedral a
las plazas, a los monasterios y a las casas nobles, para convertir a Compostela
en la urbe imaginativa, escenográfica y dramática que hoy es reconocida como “la
ciudad barroca por excelencia de España”.
Tras dos mil años de historia
como centro espiritual, y casi mil de su actual edificio, la catedral se
muestra hoy como un conjunto heterogéneo de espacios y elementos estéticos que
dejan “leer” en la piedra la extraordinaria historia compostelana.
EL PÓRTICO DE LA GLORIA
La entrada oeste de la Catedral fue rematada en
el año 1188 con la obra cumbre de la escultura románica: el Pórtico de la Gloria. Este soberbio
conjunto de tres arcos, esculpido por el maestro Mateo en sólo 20 años, dota al
atrio del templo de un poderoso simbolismo cuya lectura engarzaba con la de las
restantes fachadas exteriores: pecado original, Redención y Juicio
Final.
El Pórtico se compone de tres
arcos, uno por cada nave de la
Catedral, con sus respectivos tímpanos, arquivoltas y
columnas; un zócalo inferior, una columna central o parteluz, lienzos de la
contrafachada (hacia la fachada del Obradoiro) y bóveda.
En el arco central se eleva la
visión apocalíptica de la
Jerusalén Celeste: Cristo resucitado, rodeado por los cuatro
Evangelistas y sus emblemas: Lucas escribe su Evangelio sobre el toro, Juan,
sobre el águila; Marcos, sobre el león, mientras Mateo aparece con su caja de
recaudador de impuestos. Entre ellos aparecen los Justos y debajo, un cortejo de
ángeles que porta los instrumentos de la Pasión (columna, cruz, corona de espinos, lanza,
etc). Sobre este conjunto, en la arquivolta, los veinticuatro ancianos del
Apocalipsis conversan entre sí mientras afinan los instrumentos con los que
entonarán el canto de la
Gloria.
El patrón de la Catedral,
Santiago Apóstol, preside la columna central de mármol. Este parteluz, labrado
con el Árbol de Jesé o genealogía de Cristo, muestra a media altura las
profundas huellas de las manos peregrinas.
El basamento que recorre el
Pórtico representa monstruos, fieras y héroes de la Antigüedad aplastados
por el triunfo de la
Iglesia. Para otros autores, simbolizan un pasaje del Libro
de Daniel.
Detrás de la columna se halla la
figura del maestro Mateo arrodillado, mirando devotamente al altar. A su lado
está enterrado el arzobispo Pedro Muñiz (siglo XIII), que consagró la catedral
en 1211.
Toda la mitad izquierda del
Pórtico está dedicada al Antiguo Testamento o al Pueblo Judío, mientras que la
mitad derecha representa el Nuevo Testamento y a los Gentiles.
El arco lateral izquierdo se
apoya sobre columnas que muestran a los profetas: de adentro hacia afuera,
Moisés, Isaías, Daniel y Jeremías. Entre los rostros destaca la sonrisa de
Daniel, que hizo historia por su naturalidad. Eran los primeros pasos del
gótico en Compostela, anunciados también por la bóveda de crucería: es probable
que el maestro Mateo haya introducido este tipo de bóveda en España, pues
ninguna es anterior a la que él usó en la cripta
que sustenta el basamento del Pórtico. Pero hay quien prefiere ver en esa
sonrisa del joven profeta un guiño hacia la figura de la bella Esther, junto a
las puertas del Obradoiro, acompañada de otras figuras del Antiguo Testamento.
El arco derecho, por su parte, se
dedica al Juicio Final, y se apoya sobre figuras de apóstoles: Pedro, Pablo,
Santiago y Juan, cuyo rostro también esboza una sonrisa. En las arquivoltas
llama la atención la gráfica representación de los tormentos a los que son
sometidos los condenados al Infierno: el bebedor trata de ingerir líquidos boca
abajo; el goloso intenta comer una empanada mientras una serpiente le oprime la
garganta; los avaros aparecen atados de pies y manos…
Frente a esta escena, junto a las
puertas del Obradoiro, aparecen personajes del Nuevo Testamento como San Judas
Tadeo, San Juan Bautista, San Bartolomé y Santo Tomás. De ellos suele decir la
gente que están conversando, por lo que el Bautista los estaría riñendo y
rogando silencio en el templo.
INTERIOR: PLANTA Y NAVES
Siguiendo el modelo francés de
las iglesias de peregrinación románicas, el espacio interior de la Catedral de Santiago se
organiza sobre la tradicional planta de cruz latina con tres naves por brazo.
La nave principal mide de oeste a este unos 94 metros de largo en el
interior y el transepto, mucho mayor de lo habitual en las iglesias de
peregrinación, alcanza los 63
metros de norte a sur, unas dimensiones que convierten a
esta catedral en el mayor templo románico de España. La altura máxima de las
naves es de 20 metros
y llega a 32 en la cúpula.
La nave central está cubierta por
una bóveda de cañón y las laterales por bóvedas de arista. Los volúmenes se
distribuyen sobre elegantes arcos de medio punto, coronados por una tribuna o
triforio que recorre el tramo longitudinal del templo y continúa por los brazos
del crucero y el deambulatorio. Este triforio otorga a las naves una esbeltez y
una claridad inusuales en otros templos románicos de la época. A ello
contribuye la enorme cristalera de su fachada principal.
El centro de la nave mayor estuvo
ocupado entre los s. XII y XVI por un majestuoso coro de piedra del maestro
Mateo, una parte del cual puede admirarse hoy en el Museo Catedralício. Fue
sustituido en 1608 por un coro de madera renacentista que terminó por ser
desmontado en 1946, con lo que se despejó definitivamente la vista del altar.
En la cabecera, un deambulatorio
rodea al altar mayor con la finalidad de facilitar el acceso de fieles y
peregrinos a las capillas radiales, por una parte, y a las reliquias que se
conservan en el mausoleo subterráneo, por otra.
ALTAR MAYOR
El altar mayor da muestra de la
fastuosa intervención de la arquitectura barroca en la Catedral románica. Para
“adecentar” el antiguo altar del s. XII, se le rodeó de 36 columnas salomónicas
redoradas y cubiertas de pámpanos. Finalmente se sustituyó el altar románico
por el actual platal barroco, presidido por Santiago en hábito de peregrino,
sobre el que se colocó el espectacular baldaquín sostenido por ángeles y
coronado por la efigie ecuestre del Apóstol y el escudo de España.
El esplendor del altar mayor
aumentó cuando se añadieron las rejas, se policromaron las bóvedas y se
pavimentó el conjunto en mármol. El trabajo de Peña de Toro fue completado por
el maestro Domingo Andrade, con maderas doradas, mármoles, jaspes y plata; y
por los órganos del s. XVIII. De la cúpula octogonal pueden verse colgar,
frente al altar, la cuerda y el sistema de poleas ideado en el s. XVI para
poner en marcha el famoso Botafumeiro.
EL BOTAFUMEIRO
El Botafumeiro es el enorme
incensario usado desde la
Edad Media como instrumento de purificación de una catedral
en la que se apiñaban las multitudes. En la actualidad, sigue maravillando a
los presentes cuando, tras la
Comunión, suena el Himno del Apóstol en los órganos barrocos
y este portento de la física comienza su asombroso recorrido pendular frente al
altar mayor, para elevarse hasta casi rozar la bóveda del transepto.
El Botafumeiro aparece ya en el
Códice Calixtino, mencionado como Turibulum
Magnum, por lo que el ritual data, cuando menos, del s. XII. Entonces era
colgado de unas vigas de madera cruzadas en el cimborrio. El mecanismo actual,
basado en el movimiento por poleas y la ley del péndulo, fue diseñado durante
el Renacimiento.
PRÓXIMO CAPÍTULO : EXTERIORES, CRIPTA, PANTEÓN REAL Y TESORO
DE LA CATEDRAL.
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)