LOS TEMPLOS JAÍNES DE MONTE ABU




Al sur del Rajasthán, cerca de los límites geográficos con el estado de Gujarat, el Monte Abu es, en realidad, una meseta que se extiende a una altitud de aproximadamente 1.200 metros. Por su clima templado, es un lugar muy apreciado por todos los indios como destino vacacional. Antiguamente albergaba una pequeña estación colonial de montaña construida en medio de una región desértica, sin embargo, su fascinante historia se pierde en el albor de los tiempos y en torno a este lugar sagrado del hinduismo y el jainismo existen múltiples arcanos que a lo largo de los siglos han creado infinidad de mitos y leyendas.

JAINISMO
Más o menos en la época en que Buda enseñaba su dharma, otra tradición religiosa comenzó a tomar forma: el jainismo.
Mahavira y Buda tenían al principio muchas cosas en común: los dos maestros eran de la casta kshatriya, de descendencia real, y habían pasado por una ascesis rigurosa y prolongada tras haber renunciado a la vida mundana; los dos habían rechazado las barreras de las castas y cuestionado la sacralidad de los Veda.
El tema del dominio de sí mismo, común a todas las religiones, es sumamente importante para los jaínes. El mismo nombre de jaín procede de jina, que significa conquistador o dominador. Al llevar hasta extremos la idea del dominio de sí mismo, el jainismo se ha convertido en la creencia más rigurosamente ascética del mundo. Dios no tiene cabida en este sistema. Los dioses populares del hinduismo no son rechazados, sino colocados por debajo de los jaínes. Aunque es designado como el fundador de la fe en el plano histórico, Mahavira no es más que el último y vigésimo cuarto tirthankara, seres que alcanzaron la trascendencia y liberación (moksha), alejados del devenir del cosmos y del suceso cósmico, no intervienen de manera alguna en él, sirviendo solamente como ejemplos a seguir, lo que indica que todos los seres pueden alcanzar ese estado perfeccionándose a través de muertes y reencarnaciones. Los tirthankaras poseen cinco cualidades: Omnipotencia, Omnisciencia, Visión Infinita, Perfección e Inmortalidad.
La presencia de los jaínes es bien visible en Rajasthán, donde el número de adeptos es importante, perteneciendo algunos de ellos y de forma especial a las clases de comerciantes y ricos. Haciendo uso de su riqueza, posición e influencia a través de los siglos, los jaínes construyeron hermosos templos, hospicios y bibliotecas.
Las dos sectas principales del jainismo son la de los svetambara, “vestidos de blanco”, y la de los digambara “vestidos de cielo”. Los primeros respetan los textos canónicos y los siguen al pie de la letra. Todos los jaínes creen en la salvación del alma a través de la reencarnación.

LA MONTAÑA SAGRADA
Escogido por los rishis u hombres santos, como lugar de meditación, Monte Abu fue supuestamente la morada de 330 millones de dioses y diosas. Para los rajputs, sin embargo, era una especie de monte Olimpo, escenario del gran agni-kunda (pozo del fuego sagrado), del que surgieron treinta y seis clanes de guerreros rajputs. Cuenta una de las leyendas que cuando los demonios en forma de serpiente asolaron la región, los brahmanes realizaron un complicado rito del fuego. En respuesta a sus oraciones, los guerreros rajputs surgieron del fuego, derrotaron a los demonios y salvaron la tierra.
Los historiadores afirman que esta historia es una alegoría: los demonios eran en realidad los invasores indo-escitas del siglo VI. Este rito del fuego era una ceremonia de purificación a través de la cual diversas castas inferiores alcanzaban el estatus de guerreros, incorporándose así a los ejércitos que defendían la región.
Hacia el siglo XI, el Monte Abu se convirtió en un importante centro de peregrinación jainí. En el curso de los dos siglos siguientes se construyeron en este lugar algunos de los templos de mármol más impresionantes de toda la India, y en el siglo XV las montañas fueron conquistadas por Rana Kumbha de Mewar, quien ordenó edificar una gran fortaleza, la de Achalgarh.
Posteriormente, el Monte Abu se convirtió en una estación de montaña, donde los británicos se refugiaban de las ardiente y polvorientas llanuras del Rajasthán, durante los meses de verano. Alrededor del cercano lago Nakhi, entre adelfas y eucaliptos, se construyeron pequeñas casas de campo al estilo inglés. Con el paso del tiempo este lugar se convirtió en un enclave británico y pasó a ser la capital de verano del Alto Comisionado de Rajputana, que abandonaba su oficina de Ajmer durante dos meses al año. Al mismo tiempo, la mayor parte de los príncipes y maharajás rajputs construyeron también palacios (algunos de los cuales se han transformado en suntuosos hoteles).
En la actualidad, a pesar de que las montañas circundantes, con sus cascadas, sus cañas de bambú y sus bosques de eucaliptos, aún conservan el encanto con una cierta promesa de tranquilidad, el Monte Abu se ha convertido en un lugar muy visitado.
El verdadero objetivo de acercarse a este lugar es contemplar los templos de Dilwara, situados a tres kilómetros de Monte Abu.

JOYAS ESCULPIDAS EN MÁRMOL
Los templos jaínes de Dilwara, de una asombrosa belleza, datan de los siglos XI y XIII y figuran, sin lugar a ningún género de dudas, entre los más hermosos que pueden contemplarse a lo largo y ancho de todo el país. Su talla es tan exquisita y complicada, que parecen más de marfil que de mármol. Son de visita obligada para quien llega a estas tierras del Rajasthán y en opinión de algunos expertos incluso superan en belleza y esplendor al Taj Mahal. 

TEMPLO DE VIMALA-VASAHI
Construido en el año 1030 por Vimala Shah, un ministro de Gujarat, para expiar sus pecados terrenales, se dice que en la construcción de este templo participaron alrededor de 2.700 hombres y que los trabajos se prolongaron por espacio de catorce años.
El exterior del templo es muy austero, pero tan pronto se cruza su puerta decorada, la belleza del mármol tallado resulta realmente sobrecogedora. El edificio responde a la estructura clásica del templo jainí, con un santuario central, una sala de columnas y un deambulatorio en el que se alinean pequeños altares, cada uno de los cuales alberga la imagen de un tirthankara jainí.
El santuario interior conserva una representación de Adinatha, el gran santo jainí. La belleza de este templo reside en la abundancia y la complejidad de su decoración. Las columnas aparecen talladas con figuras y frisos. Las bóvedas y bovedillas de los techos reposan sobre ménsulas decoradas con hileras de músicos, bailarines, guerreros y elefantes, dispuestos en torno a hermosos medallones decorados con flores de loto. Cada uno de los doseles del tejado fue tallado al parecer por dos maestros artesanos que trabajaban desde lados opuestos y coincidían en el centro con asombrosa perfección.
La gran bóveda de la sala central abierta (ranga mandapa) es uno de los elementos más impresionantes del templo, con sus ménsulas talladas en forma de seductoras doncellas y un gran loto colgante. Los paneles de las naves laterales, magníficamente tallados, representan figuras de la mitología hindú y jainí.
En el pórtico aparece una figura de mármol a lomos de un caballo, que es al parecer el constructor del templo: Vimala Shah.
TEMPLO DE LUNA-VASAHI
Construido en 1232 por dos ricos hermanos, este templo de Luna-Vasahi presenta una estructura similar al de Vimala-Vasahi, aunque es más pequeño. Su decoración, tallada en la piedra, es aún más rica, densa y delicada. En algunas zonas, el mármol se ha tallado tan finamente que la piedra llega a volverse transparente.
Las puertas del templo están enmarcadas por frontones y pilastras; la talla de las columnas es espléndida y el techo está repleto de figuras mitológicas, procesiones de jinetes, elefantes y bailarines. Las esquinas de los techos de las salas cuarta, quinta y sexta son excepcionales por su trabajo de talla.
Otros elementos de interés son los elefantes engualdrapados de la sala del elefante y la majestuosa estatua de Adinatha, que aparece sentado sobre una torre de mármol de tres pisos y rodeado de fieles jaínes.
La obra maestra del complejo de Dilwara es la ranga mandapa del templo de Luna-Vasahi y, más exactamente, su techo. Del centro cuelga una pieza de mármol de insuperable belleza (algunos la han descrito como “un racimo de gotas de cristal”, definición sin duda excesivamente poética, pero muy adecuada en este caso). Como curiosidad hay que decir que los artesanos que realizaron este inconmensurable trabajo en el colgante de mármol, recibieron como recompensa por su trabajo el equivalente en oro al peso de las virutas de mármol sobrantes, de tal modo que cuanto más tallaban más ganaban.
Un friso cercano muestra a sesenta y ocho doncellas bailando, en diferentes posturas, sobre pétalos de loto; encima del friso hay una plataforma en la que se alinean nueve cenotafios exquisitamente tallados. Las dos gokhadas o nichos de mármol, conservan imágenes de ídolos jaínes y de la diosa Lakshmi.
Este sensacional complejo incluye otros dos templos dedicados a Parsvanatha y Adinatha. El primero de ellos destaca por su sala de columnas, y el segundo por sus pilares tallados y su gigantesco ídolo de cobre.

TEMPLO DE ADINATHA EN RANAKPUR
Al margen de los existentes en Dilwara, merece especial relevancia el templo jaín dedicado a Adinatha en Ranakpur, a 110 kilómetros de Udaipur.
En el recodo de un río pedregoso, encerrado entre las boscosas montañas de Aravalli, se encuentra el lugar sagrado de Ranakpur.
Dharnak Shah, ministro del Rana de Mewar, pidió permiso para construir allí un templo jainí. El Rana deseaba construir una pequeña ciudad junto al templo. Fue así como nació este asentamiento en la ladera oeste de las colinas, que recibió el nombre de Ranakpur, en honor del Rana.
Construido en el siglo XV, es el templo jainí más grande y complejo de India, con sus veintinueve salas que se extienden sobre una superficie de 4.300 metros cuadrados. Sus bóvedas y agujas reposan sobre 420 columnas talladas. La construcción del santuario principal se prolongó por espacio de cincuenta años.
Este templo es uno de los cinco santos lugares de la secta jainí. Su estructura es tan complicada y su tamaño tan abrumador que despierta el asombro de quienes lo admiran. Pero a medida que se recorren sus salas, la estructura del edificio se revela gradualmente. El edificio presenta una forma inusual, en relación con otros templos indios, al rechazar la tradicional planta longitudinal a favor de una planta cruciforme, con cuatro entradas independientes en cada uno de los lados. Cada una de estas entradas conduce, a través de una serie de salas de columnas, hasta el patio central y el santuario cruciforme, con su imagen de Adinatha, de cuatro caras.
El templo está rodeado de capillas dispuestas en hilera (ochenta y seis en total) y coronado por veinte cúpulas y cinco agujas. La mejor panorámica del templo se ofrece en la planta superior, desde donde puede admirarse el conjunto, sus salas y columnas.
Este templo de Adinatha destaca ante todo por sus tallas, tan complicadas como una labor de encaje.
Los templos jaínes de Rajasthán son realmente impresionantes, verdaderas joyas arquitectónicas y un auténtico himno de piedra y mármol.

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