REPÚBLICA DOMINICANA (COSTA CARIBEÑA)



Con un rico legado histórico y algunas de las playas más hermosas del mundo, sin olvidar el cautivador ritmo del merengue y el ron, la República Dominicana ofrece al visitante un exótico paisaje y el espíritu de un pueblo acogedor, no en balde está considerada como un auténtico paraíso caribeño.
La isla de La Española está compartida por dos países. República Dominicana ocupa algo más de los dos tercios orientales de esta isla y el tercio occidental corresponde a Haití.
En este reportaje vamos a ocuparnos exclusivamente de la costa que se asoma al mar Caribe y cuyo centro principal es Santo Domingo, la capital.

SANTO DOMINGO COLONIAL
En 1498, Bartolomé Colón, hermano del Almirante, fundó la ciudad de Santo Domingo de Guzmán, la primera ciudad del Nuevo Mundo, a orillas del río Ozama y en un terreno virgen. Años después, en 1502, la ciudad fue extendiéndose por la otra orilla del río hasta alcanzar su tamaño actual. Es una urbe cosmopolita y dinámica, pero que también, sin duda, tiene un histórico pasado, como lo demuestran los edificios, fortalezas y monumentos que aún se mantienen en la actualidad en todo su esplendor, y por los que la UNESCO declaró la ciudad como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
La vieja Santo Domingo puede sentirse orgullosa de albergar la primera catedral, el primer convento, el primer hospital y la primera universidad del Nuevo Mundo.
Durante un paseo por la zona colonial hay que dejarse guiar por la intuición, simplemente avanzar por sus callejuelas llenas de encanto y escuchar por las maravillosas esquinas las mil y una historias que los muros quieran contar.
Se puede empezar por la calle de El Conde con su estilo barroco. Desde aquí se llega al adoquinado de la plaza Colón, en cuyo centro se levanta la majestuosa estatua del gran descubridor. A un lado de la plaza se halla la catedral de Santa María de la Encarnación, que finalizó su construcción en el año 1540.
Enfrente de la iglesia existen muchas tiendas de artesanía que ofrecen algunos objetos de cerámica, madera, cuero y metal. En este punto se puede observar también como se elaboran a mano los famosos puros dominicanos.
Una vez se deja atrás la plaza, siguiendo por la calle de Las Damas se alcanza la impresionante fortaleza Ozama, la más antigua de América, que alberga en su interior la casa de Bastidas y la Torre del Homenaje, en donde se encuentran -hoy silenciosos- los cañones que durante largo tiempo protegieron al puerto de la ciudad.
La calle de Las Damas está marcada por los misterios de sus monumentos: La Casa de Francia, el Panteón Nacional, la Casa de Ovando cuya puerta de acceso es de estilo gótico isabelino -inconfundible y único en el mundo-, la Casa de Dávila, la Casa de las Gárgolas, el museo de las Casas Reales, la iglesia de la Capilla de los Remedios y el Reloj Solar. Todo ello rodeado por altas murallas fortificadas. Al otro lado del río, en las proximidades de los silos de los molinos dominicanos, se levanta la pequeña Capilla del Rosario, el primer edificio religioso en el que se ofició culto católico a este lado del Atlántico.
De vuelta a la calle de Las Damas, puede observarse a un lado la plaza de España en la que se erige la estatua de Nicolás de Ovando y en la que se ubica la antigua fortaleza del Alcázar de Colón, donde la delegación de la Corona española tenía la sede del gobierno del Nuevo Mundo. El edificio en la actualidad es un museo. Muy cerca de este lugar se puede visitar el Museo Virreinal y en la parte inferior de la ciudad la Puerta de San Diego que data del año 1576, también denominada Puerta del Mar. Asimismo son dignas de ver la Puerta de las Atarazanas y una selección de edificios representativos de los siglos XV y XVI.
Durante un tranquilo paseo por la calle Isabel la Católica se puede contemplar la catedral primada de América de Santa María la Menor y uno de los símbolos de la isla, el Palacio de Borgellá, las impresionantes ruinas del monasterio de San Francisco de Asís, la Casa de Duarte y la iglesia de Santa Bárbara.
En la calle del Padre Billini se encuentra la iglesia Regina Angelorum, que fue construida hace más de 400 años, la Casa del Tapao, propiedad de un misterioso hombre enmascarado que sólo salía de noche para no ser reconocido, la iglesia de los Dominicos, sede de la primera universidad de América, la Casa del Tostado, la iglesia de Santa Clara y la Casa de la Moneda.
Seguramente el sentido de la aventura empuje al viajero a seguir realizando descubrimientos. En ese caso pueden hacerse las siguientes visitas: al hospital San Nicolás de Bari (en la calle Hostos), al Museo del Ámbar, al Centro Cultural de España, a la fortaleza San Gil, a la iglesia y monasterio de las Mercedes (en la calle Las Mercedes), a la iglesia de Nuestra Señora del Carmen (en la calle del arzobispo Nouel y la calle Sánchez) y a la iglesia y el hospital de San Lázaro en la plazoleta del mismo nombre.
Las calles adoquinadas y las antiguas fachadas de esta zona colonial de la ciudad albergan hoy pintorescos cafés y bares que dispensan un ambiente alegre, pequeños hotelitos y conocidos restaurantes. En la amplia plaza en la que se encuentran el Alcázar, el Museo de las Casas Reales y el Reloj Solar del siglo XVII, suele haber mucha animación por las noches en los cafés de las antiguas calles viejas de la zona.
En la plaza de España y en el parque de Colón, por lo general, el visitante suele sentirse tentado por la exquisita cocina criolla e internacional en los innumerables bares y restaurantes, pudiendo disfrutar en los locales o bien al aire libre bajo el cielo estrellado.
En las afueras de la zona colonial, por la orilla opuesta del río se llega al Faro de Colón, que se halla en un área ajardinada, y al mausoleo de Cristóbal Colón, donde se conservan algunas pertenencias del descubridor.
Al anochecer, en esta zona colonial se respira una atmósfera muy especial. La luz de las farolas confiere a las calles una especie de magia que invita a la fiesta, al romanticismo y al placer. Es un lugar en el que cada encuentro permanece inolvidable y está marcado por la alegría de vivir.
En aguas cálidas y poco profundas, a unos treinta kilómetros de Santo Domingo, se halla el arrecife de coral de Boca Chica.
Por lo que respecta a Juan Dolio está a una veintena de kilómetros de Boca Chica y a unos cincuenta de Santo Domingo. Es pues, una playa próxima a una ciudad con una pujante infraestructura turística en donde se puede adquirir la típica artesanía dominicana.

PLAYAS VÍRGENES DE BARAHONA
Conocida también como Perla del Sur o Maravilla de la Naturaleza, la diversidad de especies de la región de Barahona es uno de los secretos mejor guardados del país.
Barahona es una de las últimas regiones dominicanas que hasta la fecha casi no han sido explotadas por el turismo. Ofrece unas impresionantes playas vírgenes y cascadas, aparte de estar extraordinariamente bien adaptada como reserva sostenible para la protección de la singular biosfera de este país.
Se encuentra a unos 205 kilómetros de distancia de Santo Domingo y antaño eran los dominios de la cacique aborigen taína Anacaona y cuna de la leyenda del “indómito Enriquillo”, el caudillo rebelde de los antiguos pobladores indígenas. Este lugar sirvió también de refugio al valiente pirata Cofresí. Se dice que en Punta Inglesa habría enterrados jarrones de cerámica con tesoros y que en La Ciénaga se habrían encontrado un broche con la efigie de Napoleón Bonaparte y monedas de diferentes países.
Barahona ofrece un paisaje muy diverso en el que la situación horizontal de las playas forma un fuerte contraste con la perpendicularidad de la escarpada Sierra Bahoruco que asciende hasta los 2.000 metros de altitud. En la región hay lagos, pero también áreas desérticas. En esta zona se extrae el larimar, una piedra semipreciosa que se parece a la aguamarina y a la turquesa. El parque situado en el centro, la catedral y las casas que datan de la época colonial recuerdan a tiempos pasados. El muelle que discurre paralelo a la orilla tiene abiertos  muchos restaurantes y puestos con artesanía de la región.
La reserva científica Laguna Rincón o de Cabral se encuentra en el valle de Neiba y es la segunda mayor del país.
La playa Saladilla está a sólo 16 kilómetros de Barahona y en el pasado fue escenario de muchas leyendas sobre tesoros escondidos que aún esperan ser descubiertos.
En Playa San Rafael, en las proximidades del río Yaque, se puede escoger entre darse un baño entre agua dulce o salada.
A 40 kilómetros de distancia de Barahona se encuentra la playa Los Patos, ideal para la práctica del surf.
Azúa de Compostela está situada en la bahía de Ocoa y a unos 120 kilómetros de la capital. Posee un interesante Museo Arqueológico con una fascinante colección de pinturas rupestres. Las playas de esta comarca como las de Corbanito, Palmar de Ocoa, Chiquita y Monte Río tienen unas aguas verde esmeralda y un sorprendente mundo submarino. Los manantiales naturales de Azúa son otra de sus atracciones turísticas.
Baní es un destino turístico que siempre sorprende al visitante: hay playas tranquilas, pero también una interesante infraestructura hotelera. A destacar la bahía de Caldera, la playa tranquila de Los Almendros, de arena blanca, así como Puerto Hermoso, donde existen yacimientos de cristal de sal.
La preciosa ciudad de San Cristóbal, fundada por el hermano de Cristóbal Colón, está situada a 28 kilómetros de Santo Domingo y resulta muy interesante su visita.
No hay que dejar de explorar toda esta parte de la costa. Playa Najayo es una bahía hermosísima. Desde Sabana Grande de Palenque se llega a la playa de Palenque, un pequeño pueblecito con una playa ancha en cuyas aguas están sumergidos en el fondo marino los restos de un galeón francés.
En la península de Bahoruco aseguran que están las playas más bonitas de la isla. Indispensable también recorrer el Parque Nacional y el Lago Enriquillo, así como a la bahía de Las Águilas.
Por su parte, Pedernales es un apacible pueblo de pescadores, con una fortaleza redonda y una maravillosa ruta hasta el Parque Nacional de Jaragua.

EL ENCANTO DE LA ROMANA
A lo largo de la costa sureste se extiende una amplia franja de plantaciones de caña de azúcar junto al litoral de La Romana y Bayahibe. Este paraje reúne pintorescas playas, exclusivos hoteles y un sin fin de atractivos.
La Romana es una ciudad que por su belleza y sus infraestructuras disfruta de reconocida fama y que, según la UNESCO, ofrece una de las playas más bonitas del mundo. Su floreciente economía se basa en el turismo de lujo: idílicas playas, instalaciones deportivas, extraordinarios lugares para la pesca y el buceo, así como uno de los diez mejores resorts turísticos del mundo.
En el centro de la ciudad se encuentra el Parque Duarte que está rodeado por pintorescas casas de madera de vivos colores. Además, se encuentra aquí la iglesia de Santa Rosa de Lima, el tradicional barrio de la Costa, el mercado y la playa del Calentón. Merece la pena visitar el mercado de los sábados por la mañana.
Pueden realizarse excursiones a los Altos de Chavón, Cuevas Fun Fun, a través del río Soco o bien un Tour Cañaveral en coche por los parajes dominicanos y las plantaciones de caña de azúcar.
El pueblecito pesquero de Bayahibe con sus casitas de colores limita al este con La Romana. Posee una impresionante playa de dos kilómetros con una arena blanquísima. Los buceadores acuden por su cuenta a un precioso arrecife de coral.
Isla Saona y el Parque Nacional del Este, y también Isla Catalina son enclaves muy interesantes enclaves en esta zona de La Romana.

LA MAGIA DE PUNTA CANA
Y como punto final a este recorrido por la costa caribeña de la República Dominicana, nada mejor que referirse al paraíso de Punta Cana, donde aseguran que cada paso supone un descubrimiento mágico: misteriosos e inexplorados fondos marinos, playas encantadoras, exuberantes parques naturales, bellos cañaverales…
Un lugar de excepción donde, alrededor de los resorts, viven en pequeñas cabañas de palma y madera los habitantes de la isla.
En el Este se hallan las playas preferidas y más bellas. Playas como las de Bávaro, Arena Gorda, Cortecito, Cabeza de Toro, Macao y Punta Cana forman la llamada Costa del Coco que, a lo largo de 40 kilómetros de playas de fina arena blanca, ofrecen altos cocoteros, plácidas aguas, una vegetación excepcional y mucho sol. En éste idílico entorno se intercalan armoniosamente lujosas instalaciones hoteleras.
Un viaje a esta costa caribeña de la República Dominicana supone tanto como despertar en la tierra de los sueños, donde nace el sol para dibujar un mundo de luz y los más vivos colores.

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)