J A I S A L M E R



LA CIUDAD ENCANTADA

 
Asomado al desierto del Thar se extiende el Rajasthan (la antigua Rajputana), una tierra mágica, de sueños, atractiva y multicolor, de mitos y leyendas que hablan de personajes rodeados de exotismo y fascinación, de historias de reyes, guerreros y mujeres de tez oscura y delicada belleza. Una geografía que seduce con fortalezas, palacios, templos y mausoleos de inusitadas estructuras que rezuman la fragancia de los perfumes más excitantes y en cuyo interior llegaron a existir lujos inimaginables con el mayor refinamiento oriental.
La ciudad fortificada de Jaisalmer se alza sobre el desierto como una población situada lejos del mundo. Se encuentra en plena ruta de las caravanas que antaño transportaban especias, seda y frutos secos a los emporios de Delhi, en el este, y Gujarat en el sur. Gracias a ello se convirtió en una ciudad sumamente próspera.

UNA ATORMENTADA HISTORIA
Según la mitología, tras la épica batalla del Mahabharata, las deidades Krishna y Arjuna llegaron a este lugar para realizar una ceremonia. Krishna profetizó que un descendiente del clan de los Yadava fundaría algún día un glorioso reino en el desierto. Entonces golpeó con su disco una roca de la que comenzó a brotar agua. En el siglo XII, Rao Jaisal -un príncipe rajput- llegó a la gran roca triangular donde se encuentra ubicada Jaisalmer actualmente. Allí encontró a un eremita que le dio su bendición y, al saber que Rao Jaisal descendía de los Yadava, le mostró la profecía de Krishna grabada en una roca. Rao Jaisal movido por este hecho, decidió trasladar su capital a este lugar, a pesar de que el eremita profetizó también que la nueva ciudad sería saqueada varias veces.
La gran fortaleza -probablemente la segunda más antigua del Rajasthan, después de la de Chittogarh- se construyó en 1156.
En 1294 tuvo lugar el primer saqueo de Jaisalmer, tal como profetizara el eremita. Cuando los príncipes de la ciudad tendieron una emboscada y capturaron una caravana de tres mil caballos y mulas pertenecientes al sultán Ala ud-Din Khilki de Delhi, éste realizó una incursión de castigo sobre Jaisalmer y el asedio duró varios días. Finalmente la ciudad cayó, no sin que antes todas sus mujeres realizaran el jauhar, saltando sobre las llamas para no ser capturadas por el enemigo.
El segundo saqueo tuvo lugar poco después, cuando uno de los príncipes de Jaisalmer se llevó el mejor corcel del sultán Feroz Shah de Delhi. En aquella ocasión, nuevamente las mujeres realizaron el jauhar, la inmolación antes de ser prendidas por sus captores.
El tercer saqueo de la antigua profecía fue el más curioso de todos. En el siglo XVI, un cabecilla de los vecinos utilizó contra Jaisalmer la estrategia del caballo de Troya, introduciendo en su fuerte un séquito de palanquines que supuestamente transportaban a las damas de la corte, pero que en realidad ocultaban un ejército de guerreros. Se entabló una feroz batalla cuerpo a cuerpo y, cuando parecía que los defensores estaban definitivamente perdidos, el Rawal de la ciudad mató a todas sus mujeres con su propia espada, pues no les dio tiempo al jauhar. El sacrificio resultó en vano porque, poco después, llegaron refuerzos y los atacantes fueron derrotados.
A lo largo del siglo XVI, los maharawals de Jaisalmer (nombre que reciben los maharajás en este territorio) fueron atacados en múltiples ocasiones por los mogoles, pero resistieron valerosamente. Finalmente, en la década de 1650, Rawal Sabal Singh reconoció la soberanía de Delhi y, con el fin de las hostilidades, comenzó una nueva era de prosperidad para la ciudad. Fue también una era de brillante actividad arquitectónica, durante la cual los acaudalados mercaderes, así como los propios maharawals, emplearon sus vastas riquezas en la construcción de exquisitas havelis y palacios.
En el siglo XIX, Jaisalmer cayó bajo la influencia británica, siendo uno de los últimos reinos rajputs en firmar un tratado con el Reino Unido.

CON SABOR MEDIEVAL
En la actualidad, Jaisalmer conserva un ambiente medieval. La mayor parte de la ciudad se encuentra dentro de las murallas del fuerte, que mide 453 metros de largo por 271 de ancho, y un paseo por sus callejuelas es casi como vivir inmerso en un cuento de Las mil y una noches.
Hace siglos la ciudad prosperó merced a su estratégica situación geográfica en la ruta de las principales caravanas que atravesaban el Asia Central. Según algunas leyendas, Marco Polo se detuvo aquí en su camino hacia China.
En el siglo XIX, sin embargo, con la llegada de los británicos y su nuevo sistema de concesiones, y con la apertura de puertos como Bombay, el comercio de las caravanas hizo que decayera la ciudad.
Aparte del turismo, Jaisalmer depende básicamente de la ganadería (camellos, ovejas y vacas).
Toda la región es muy árida, a veces no llueve durante años seguidos, pero la belleza del desierto también resulta extraña y atractiva. Una excursión en camello constituye una experiencia que, sin duda alguna, vale la pena vivir. Además, disfrutar de los espectaculares festivales del desierto es un auténtico placer, dado que bailarines, músicos, titiriteros e infinidad de artistas acuden procedentes de todo el Rajasthan.

LA IMPRESIONANTE FORTALEZA
Asemeja un gigantesco castillo de arena. Realmente es el fuerte más impresionante del desierto; desde la cima del monte Trikuta, se divisan kilómetros de árido paisaje.
Uno de los aspectos más llamativos de esta fortaleza es su color: sus gruesas murallas de arenisca son de color rojizo durante el día y adquieren un sorprendente matiz dorado cuando se pone el sol.
Se halla sobre una colina triangular de 76 metros y está rodeado por una gruesa muralla almenada de más de nueve metros de altura, reforzada con noventa y nueve baluartes, la mayoría de los cuales se construyeron a mediados del siglo XVII. Curiosamente, en la construcción de estas murallas no se utilizó argamasa. Se hicieron enteramente con enormes bloques de piedra unidos sin mortero.
Antiguamente toda Jaisalmer se encontraba dentro de sus murallas, pero en el siglo XVII parte de la ciudad se trasladó al exterior, a la zona resguardada del viento por la colina y por el propio fuerte. No obstante, la mayoría de sus habitantes siguen viviendo dentro de la fortaleza, convirtiéndolo en una especie de museo viviente.
Pasear por ella al anochecer es como vivir inmerso en otro tiempo. Se accede por una empinada cuesta pavimentada con enormes baldosas, a través de cuatro portalones grandísimos, pasando junto a una segunda muralla que discurre paralela a la exterior y alcanza la mitad de su altura. Al franquear la puerta interior -Hawa Pol- (puerta de los vientos), así llamada por la agradable brisa que suele correr por ella, se llega a la espaciosa plaza de Chauhata. Éste es el corazón del fuerte. Enfrente se encuentran los palacios de los maharawals. A la izquierda hay unas escaleras coronadas por un trono de mármol blanco, donde solía acomodarse el maharawal para dar audiencia o pasar revista a las tropas. Éste era el mismo lugar donde las mujeres realizaban el jauhar, arrojándose a las llamas en grupo. A un lado de la plaza se encuentra el pozo de Rao Jaisal, donde el sabio Eesul le enseñó supuestamente la profecía de Krishna grabada en una roca.
Al entrar en el palacio hay que darse cuenta de que en realidad se trata de un laberinto de palacios comunicados, el más antiguo de los cuales es el Juni Mahal, que data de principios del siglo XVI.
Rang Mahal, construido en el siglo XVIII, es especialmente interesante por sus numerosos frescos (hay que observar las escenas antiguas de Jaisalmer, así como las de Jaipur y Jodhpur) y por el magnífico enrejado que a primera vista parece una celosía de madera, pero que en realidad está hecho de piedra maciza. Igualmente es Sarvottam Vilas -ligeramente anterior- con sus ladrillos azules y mosaicos de cristal. También se encuentran algunos detalles graciosos en el palacio, como por ejemplo, una farola del siglo XIX que hay en la ciudadela, la cual está situada de forma incongruente junto a un artilugio medieval para predecir el tiempo y de la bandera de Jaisalmer.

TEMPLOS JAÍNES
Dentro del fuerte hay también unos preciosos templos jaínes que datan del siglo XII. Los más interesantes son los templos de Rishabhdevji y Sambhavnath. El templo de Rishabhdevji tiene unos espléndidos arcos torana sobre la entrada y un llamativo grupo de tirthankara (según la doctrina jainista, seres humanos que alcanzaron la trascendencia o liberación) con ojos diamantinos que relucen en la oscuridad. Al lado se halla el templo de Sambhavnath, en cuyo sótano hay una fabulosa biblioteca que contiene algunos de los manuscritos más antiguos y raros de India, que se remontan al siglo XI.

HAVELIS
Uno de los aspectos más notables de Jaisalmer son las haveli, mansiones construidas por los ricos mercaderes y los nobles en el siglo XIX. Son famosas por sus fachadas de arenisca exquisitamente talladas: la habilidad en la talla no es superada siquiera por los complejos enrejados de mármol del Taj Mahal.
PATWON KI HAVELI
Es la haveli más grande y elaborada. Es una mansión de antiguos mercaderes de brocados, construida en 1805 por Guman Chand Patwa, comerciante y banquero que poseía más de trescientos centros comerciales entre Afganistán y China. Las obras de este elegante edificio de cinco pisos duraron medio siglo. Está situada en la quietud de un pequeño callejón sin salida, detrás de una altiva puerta con arcos. Toda la fachada está artísticamente esculpida, y sus sesenta balcones enrejados parecen de madera de sándalo más que de piedra. En su interior se conservan diferentes murales antiguos.
NATHMALJI KI HAVELI
Más hermosa aún es esta haveli, construida por un primer ministro de Jaisalmer en 1885. Su fachada es un caos decorativo: flores, aves, elefantes, soldados, así como una bicicleta y una máquina de vapor. Fue tallada supuestamente por dos hermanos, Hathu y Lallu, cada uno de los cuales completó un lateral de la haveli. El conjunto es completamente armónico, pero los lados derecho e izquierdo difieren en los detalles. Curiosamente, el edificio se construyó con cantos rodados -y no con sillares-, cuya cara sin labrar puede verse en el interior de sus fascinantes habitaciones.  
SALIM SINGH KI HAVELI
La tercera gran haveli es la que construyó el cruel e intrigante primer ministro Salim Singh, en 1815. Se distingue por su curiosa forma, estrecha en la base y con el piso superior en voladizo. Tiene un hermoso tejado con arcos y coronado por cúpulas azules. Hay que destacar las elegantes ménsulas con forma de pavo real.
Se cuenta que el maquiavélico Salim Singh llegó a ser más poderoso que los propios maharawals, y en cierta ocasión planeó la construcción de un pasadizo que comunicara esta haveli con el palacio de aquéllos, pero los príncipes consiguieron finalmente abortar la idea.

A TRAVÉS DE LOS BAZARES
Paseando por las callejuelas y bazares de Jaisalmer se puede retroceder a la época en que en los productos de India y China se intercambiaban por los de Persia, Arabia, África y Europa, cuando los frutos secos, el opio, la seda, las armas y la sal se trocaban por colmillos de elefante, dátiles, sándalo, especias y café.
Un buen lugar para iniciar el recorrido es Manar Chowk (plaza del rubí), el mercado principal, con su antiguo abrevadero, donde siguen bebiendo los animales de la ciudad. Al otro lado de la calle hay puestos que venden desde dulces tradicionales (las bolitas amarillas brillantes de ghotua, una especialidad de Jaisalmer) hasta herramientas, mantas, vasijas y provisiones para el desierto.
Al recorrer las callejuelas serpenteantes el visitante se encuentra con camellos, gitanos del desierto, ganado y niños jugando con primitivos juguetes de madera hechos a mano. Una barahúnda multicolor que siempre seduce al visitante.
Jaisalmer es también un buen lugar para comprar objetos rústicos de plata. Hay docenas de tipos diferentes de joyas diseñadas para distintas partes del cuerpo femenino: frente, nariz, orejas, dedos de las manos y de los pies, cintura, tobillos e incluso un adorno llamado chupara para los dientes. Otros artículos de interés son los bordados, espejos, telas teñidas de colores brillantes, zapatillas (mojri) de piel de camello, chales, esteras y objetos de madera tallada.
Los bazares de Jaisalmer evocan los tiempos de las grandes caravanas medievales de camellos, cuando la ciudad era un emporio comercial en el que se vendían alfombras de Herat, cimitarras de Damasco, sementales de Arabia y vinos de Shiraz.
Con tan marcadas características, lógicamente la música y la danza en todo el Rajasthan tienen sus peculiaridades, dado que ambas han permanecido profusamente enraizadas en sus gentes y su forma de vida. Reza un dicho popular sobre que los rajastaníes celebran nueve fiestas a la semana.
En este estado indio, la llegada de las estaciones es recibida con gran entusiasmo y las ferias de ganado, por citar un ejemplo, se convierten en deliciosos festivales. Algunas melas (festivales religiosos) y fiestas tienen un origen mitológico, en tanto que otras conmemoran algún santo o héroe local.
La mayoría de las fiestas tradicionales se celebran durante la llamada “quincena brillante” (cuando es posible ver la luna). Incluso para que los visitantes tengan la oportunidad de contemplar la belleza de la luna llena en el desierto se han organizado nuevas celebraciones como el Festival del Desierto que en Jaisalmer resulta realmente espectacular. En el mes de febrero y por espacio de tres días, una multitud de artistas se dan cita en el festival de música y danzas populares. Toda la ciudad se convierte en un extraordinario escenario de manifestaciones socio-culturales, una auténtica explosión multicolor.
Como punto final, algo que no puede faltar en Jaisalmer y en todo el Rajasthan. En cualquier feria local, ya sea una fiesta religiosa o evento cultural, los simpáticos y multicolores títeres se convierten en una manera muy antigua de entretenimiento popular. Los espectáculos de katputli (marionetas) forman parte de un arte de remotos orígenes. Los bhat (comunidad nómada de titiriteros de teatro ambulante), de generación en generación, fabrican y manejan los títeres, y al igual que los narradores de cuentos, toman sus historias de las leyendas populares. Los típicos katputli rajastaníes suelen tener la cara pintada de colores brillantes, el tronco macizo y, por lo general, brazos y piernas de tela. Los vistosos trajes de estas marionetas se confeccionan con retales.
En la actualidad aún pervive en Jaisalmer buena parte de su esplendor de antaño, y a cada paso surgen vestigios que evidencian la importancia que la transformó en una de las ciudades más hermosas de Oriente. Un exótico lugar junto al desierto donde el viajero es un invitado de privilegio y puede convertir en realidad sus más increíbles sueños.

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)