EL TESORO DE PETRA


A L   K H A Z N E H


Es preciso retroceder más de dos mil años en la historia para hacer referencia a los nabateos, nómadas beduinos que procedían del norte de Arabia, quienes llegaron a construir entre las escarpadas rocas que rodean el Wadi Musa la que habría de ser la auténtica “reina del desierto”.
Al sur de Amman y rodeada de la más inhóspita aridez, Petra se convirtió en la ciudad más importante para las rutas caravaneras, la capital de todo un imperio.
A lo largo de los siglos, en torno a los confusos orígenes de la enigmática civilización nabatea han proliferado infinidad de fantásticos relatos y leyendas. Se tiene constancia, no obstante, de que mucho antes de nuestra Era y merced a su privilegiada situación geográfica, Petra era un centro de gran importancia para todas las caravanas que, procedentes del lejano Oriente, de China y la India muy especialmente, se dirigían hacia el Mediterráneo con cargamentos de oro, sedas y toda clase de especias, alcanzando un espectacular crecimiento y su época de mayor esplendor, calculándose que más de treinta mil podrían ser sus habitantes sin contar las gentes que por ella transitaban de forma esporádica.
Codiciada por sus riquezas, los romanos la anexionaron a su provincia de Arabia, siendo la no menos mítica Palmira, la antigua Tadmor, mucho más al norte, la que heredó su hegemonía en las rutas caravaneras. Con el transcurso del tiempo, Petra perdió su influencia, siendo ignorada por completo por la historia. Sólo los beduinos conocían el emplazamiento y las características del singular enclave, silenciándolo como si se tratara del más preciado de los secretos.
Tuvieron que pasar muchos siglos hasta que en 1812, Jean L.Burckhardt, un investigador suizo que pertenecía a una sociedad científica británica, descubrió la mayor maravilla que sus ojos llegaron a contemplar jamás. Los restos de una ciudad perdida en el desértico y agreste paisaje jordano.
Con posterioridad se han realizado investigaciones, estudios y excavaciones diversas, no obstante, se asegura que buena parte de Petra permanece aún enterrada, guardando celosamente los inescrutables arcanos sobre lo que fue su fastuoso pasado histórico.
Sin ir más lejos, en el año 2003 se descubrió un piso inferior delante del Tesoro, a unos seis metros de profundidad, que podría formar parte de la Petra sumergida por los sedimentos que aún hay por excavar. Contiene varias tumbas.
Hasta hace apenas unos años, muchas cuevas todavía estaban habitadas por familias beduinas, las cuales fueron trasladadas a regañadientes a un emplazamiento situado más al norte. Incluso hoy, todavía existen algunos descendientes de aquellos primitivos pobladores que se resisten a abandonar la tierra que les vio nacer y siguen montando sus tiendas no muy lejos de las ruinas, dedicándose a vender bebidas, fragmentos de cerámica, piedras y extrañas monedas antiguas a fin de poder sobrevivir.

UN FASCINANTE VIAJE
Amman, la capital jordana, es el punto de partida para cualquier expedición hacia Petra. Construida sobre colinas, los actuales rascacielos y modernos edificios pertenecientes a entidades bancarias, grandes empresas, hoteles y residencias en su mayoría, son la muestra más fehaciente del espectacular desarrollo experimentado por esta ciudad en las últimas décadas. Esta panorámica cosmopolita, aunque no le ha hecho perder su encanto tradicional, de alguna forma viene a truncar muchos de los tópicos que el visitante espera encontrar en una urbe islámica.
Tras contemplar algunas de sus mezquitas, mercados y el anfiteatro romano, la ruta hacia el sur conduce a Mádaba, donde destaca su iglesia greco-ortodoxa de San Jorge, que es una auténtica joya arquitectónica, para proseguir hasta la desviación que conduce al Mar Muerto, el monte Nebo… los impresionantes parajes que los Cruzados llegaron a denominar Tierra Santa.
En la carretera que conduce a Aqaba, el puerto de Jordania en el Mar Rojo, los omnipresentes camiones han sustituido a las grandes caravanas de antaño. Cerca de Maan y en dirección al Wadi Araba, la ruta lleva hasta el punto culminante del viaje.
Petra sigue formando parte del dominio de los beduinos y es el viajero quien los encuentra a su paso, con sus caballos y camellos dispuestos a transportarle al más apasionante de los descubrimientos.

EL TESORO
Después de recorrer algo más de un kilómetro entre enorme paredes que rebasan los cien metros de altura, el siq, la garganta rocosa que conduce hasta el interior de la ciudad perdida y sigue el curso del Wadi Musa, bajo un clima expectante y como presintiendo el inicio de emociones incontenibles, al abandonar la semioscuridad para salir a un espacio abierto en el que el sol deja sentir su influencia de forma implacable, surge ante el atónito visitante la visión más colosal y extraordinaria. En apenas unos instantes, sin duda, sobrecogedores, aparece la majestuosa fachada de Al Khazneh, el primero de los monumentos importantes, la antesala de un fantástico sueño para quien llega hasta tan recóndito lugar del desierto jordano y posiblemente la tumba más emblemática de Petra.
El riachuelo que recorría el siq y desemboca en la plazuela que existe frente a esta maravilla arquitectónica, fue desviado en el siglo XIX para facilitar el acceso a los visitantes.
Al Khazneh Farun o lo que es igual “el Tesoro del Faraón”, se ubica en un espacio bien protegido al abrigo de los vientos y la lluvia. Excavado en la sólida arenisca tiene un peculiar color rojizo y su edad se calcula que puede oscilar entre el 100 a.C hasta el 200 d.C., aunque ello ha sido objeto de múltiples especulaciones. Tiene unos 40 metros de altura por 28 de anchura y fue construido probablemente por el rey nabateo Aretas III. Su diseño no tiene precedentes en Petra, de manera que debió ser excavado en la roca por constructores helenísticos del Cercano Oriente, mezclando su propio estilo con el nabateo.
La majestuosa fachada tiene dos niveles; el inferior, de 12 metros de altura, está decorado con seis columnas que soportan el frontón, y a los lados hay relieves escultóricos mal conservados que preservan la entrada. Estos relieves se cree que representan a Cástor y Pólux, hijos de Zeus. Tras la puerta hay una sala vacía de unos doce metros cuadrados y una especie de hueco en el suelo para los rituales en honor a los dioses locales: Allat, Al Uzza y Dushara.
En el segundo nivel hay representadas tres falsas glorietas con seis columnas frontales. Estas glorietas laterales son cuadradas y tienen un techo en forma de frontón inclinado hacia los lados, y la central es redonda; sobre ésta se halla la urna y la figura de un águila que simboliza una deidad masculina nabatea. En las paredes sin excavar de las falsas glorietas hay también varios relieves. En la central, enfrente, hay una figura de la diosa de la fertilidad de Petra, conocida como Al Uzza, asociada a Isis.
Al Khazneh Farun culmina en todo lo alto con una cúpula sobre el nicho central, en cuya parte posterior hay esculpida una urna. Existen diferentes leyendas al respecto, una de ellas, quizá la de mayor credibilidad por ser la más extendida entre los nativos, hablaba sobre un faraón egipcio que llegó a ocultar sus riquezas en tan recóndito lugar. Muchos beduinos trataron de averiguar la verdad, no dudando en efectuar disparos con sus rifles hasta convencerse de que la supuesta urna no era más que un ornamento de piedra compacta. Aún hoy pueden contemplarse los numerosos impactos infligidos a esta parte de la fachada.
Este mausoleo cuando mejor puede contemplarse es a primeras horas de la mañana, al quedar iluminado por el sol en su plenitud, o bien al atardecer, ya que la piedra parece tener unos reflejos propios.
Este singular monumento, sin duda, es el que a primera vista resulta más familiar a los ojos del viajero, no en balde ha sido popularizado por el mundo del cine al servir como excepcional escenario de algunas secuencias en las películas del aventurero Indiana Jones.
Aun siendo lo más relevante de Petra, aunque en ello quizá influya el impacto que ejerce en el visitante el hecho de ser el primer mausoleo que se encuentra tras recorrer el espectacular siq, tal magnífico descubrimiento no es sino el principio, la puerta de entrada por decirlo de alguna forma, a la ciudad perdida de los nabateos. Más allá, las tumbas reales, talladas en hilera a lo largo de la cara interior de las rocas de la zona oriental; Al Deir (el monasterio), enorme templo situado en la ladera de una colina y en una zona más apartada; el teatro romano erigido en lo que se cree fue el centro de la urbe; el altar del sacrificio, que se encuentra en la parte superior del teatro, además de muchas cuevas, cámaras funerarias, salas de banquetes, depósitos y conducciones de agua realmente originales, baños, escaleras, salas de culto, mercados, arcadas, vestigios de edificios públicos y calles pavimentadas… que suponen todo un alarde. Horas y más horas inmersos en la más monumental fantasía arquitectónica, sorteando al mismo tiempo la luz solar, la cual provoca un indescriptible juego de luces y sombras que, junto a las rocas veteadas de diferentes colores, origina imágenes de múltiples cromatismos.
El pasado histórico de Jordania transcurrió con mucha frecuencia y de forma paralela a la propia historia de la humanidad, y descubrirlo resulta una muy enriquecedora experiencia, no en balde esta tierra de profetas está llena de atractivos humanos, arqueológicos y turísticos, todos estrechamente vinculados a su hospitalidad, tradición ya milenaria.
Llegar hasta el Mar Muerto y descansar bajo el sol en el lugar más bajo del planeta o bien retroceder en el tiempo al mundo greco-romano de Jerash; conocer los bellos castillos de basalto perdidos en el bíblico paisaje o bien relajarse con un baño en la playa de Aqaba; disfrutar de las aguas termales de sus balnearios, bucear entre los corales del Mar Rojo o atravesar las arenas rojizas del desierto de Wadi Rum, siguiendo las huellas de Lawrence de Arabia… Las posibilidades para el viajero ávido de sensaciones con realmente infinitas en este país, aunque nada, sin embargo, puede resultar comparable a penetrar en la milenaria Petra.
Después de extasiarse en la contemplación de Al Khazneh Farun junto a todos y cada uno de los rincones de esta ciudad rosada, a la hora de iniciar el regreso a su lugar de procedencia, el visitante puede incluso llegar a sentir una cierta sensación de melancolía, como la que se experimenta cuando un espectáculo sublime desaparece ante nuestros ojos.
Conocer Petra supone mucho más que un viaje.  

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)