(2ª
Parte)
EL REINO DE LOS “DEVORADORES DE HOMBRES”
Posiblemente
no hay en el mundo una relación tan extraña entre dos criaturas como la que
existe entre el ser humano y el tigre. Ambos depredadores natos; ambos capaces
de matar a su enemigo.
El
felino asiático es uno de los pocos animales que incluye entre sus presas
habituales al hombre. Por su parte, el ser humano siempre ha perseguido a esta
fiera. Antes, desde Occidente, por su piel y como trofeo de caza. Ahora, desde
Oriente, a fin de utilizar su cuerpo en la medicina tradicional china… por eso
no es de extrañar que la convivencia entre los dos seres resulte siempre harto
complicada.
La jungla de los Sundarbans es el refugio de alrededor de 300 tigres
de Bengala, una de las mayores
poblaciones individuales en una sola área.
Los ataques de tigres en esta zona, tanto en India como en Bangladesh,
se estima que matan entre 50 a 200 personas todos los años.
Por
lo general, los tigres suelen mostrar una indiferencia total hacia el hombre.
Los considerados “devoradores de hombres” son casi siempre física o
psíquicamente anormales, o bien han sido forzados por las circunstancias a
atacar un tipo de presa que generalmente ignoran. Los primeros son animales
debilitados por la edad o por las heridas e incapaces de capturar sus presas
habituales; a menudo son tigres que han sido heridos por armas de fuego, pero
pueden existir otras causas:
• Dado que los Sundarbans están situados al borde de una zona costera,
el agua es relativamente salada, mientras
que en los demás hábitats, los tigres suelen beber agua dulce.
Se cree que la salinidad del agua en esta zona los ha puesto en un estado de malestar constante, lo que les lleva a ser mucho más agresivos. Al respecto, se
ideó crear de forma artificial lagos de agua dulce, pero el intento fue en
vano.
• Las mareas altas
en el área suelen hacer
desaparecer la orina y los excrementos del tigre, los cuales sirven como marcadores
territoriales. Por lo tanto, la única manera de que un
tigre pueda defender su
territorio es dominando físicamente a todos cuantos
penetran en su territorio.
• Otra posibilidad es que
estos tigres se hayan acostumbrado
a la carne humana debido a las condiciones meteorológicas. Frecuentes ciclones
en esta parte de la India y
Bangladesh suelen arrasar aldeas y acabar
con la vida de miles de personas, y los cuerpos flotan
en las aguas pantanosas,
que es donde los tigres encuentran los cadáveres.
• Puede darse el caso también de que
los tigres tengan dificultades para cazar animales
debido a las continuas mareas altas y bajas que se producen, las cuales acaban por convertir el área en pantanosa y muy resbaladiza. Los nativos que viajan a través de los Sundarbans lo hacen en pequeñas barcas para
pescar y también para dedicarse a la recolección de miel, convirtiéndose en una
presa fácil para ellos.
• También se ha planteado
la hipótesis de que los tigres en
esta área, debido a su hábitat aislado, evitaron
en su momento ser víctimas de las cacerías que se produjeron a lo largo del siglo XX. Los tigres que habitan en el resto de Asia han
desarrollado un miedo atroz a los
humanos después de estas cacerías, pero los tigres en los Sundarbans nunca
habrían tenido motivos para dejar de ver a los humanos como presa.
Pueden
existir razones fundamentales por las que algunos tigres prefieren la carne
humana y que son a veces producto de las enseñanzas que han recibido de sus
madres, así las crías de tigresas “devoradoras de hombres” pueden muy bien
tener el mismo instinto. Otra causa puede ser el hecho de que los nativos suelen
ahuyentar al tigre de su presa, llevándose el botín, el animal puede entonces
considerar al hombre como un competidor y atacarle sin vacilación.
Los nativos, tanto indios como
musulmanes, que habitan esta región, y también los funcionarios de los gobiernos,
toman precauciones para evitar los
ataques de los tigres. Además, los pescadores locales
suelen realizan rituales a la diosa de
los bosques, Bonbibi, antes de emprender expediciones. Al mismo tiempo, realizan invocaciones
al dios tigre
Dakkhin Rai para ser
protegidos, algo que consideran una necesidad
a fin de poder atravesar con seguridad los canales que cruzan a través del los Sundarbans.
Algunos pescadores y quienes se adentran
en la selva para trabajar con la leña y la miel, siendo objetivos
fáciles para el tigre, originalmente crearon
máscaras simulando parecerse a sus caras, para colocárselas en
la parte posterior de la cabeza, considerando
que los tigres siempre atacan de forma cautelosa y sorpresiva. Esta maniobra
funcionó durante algún tiempo, pero los tigres rápidamente se dieron cuenta que era un engaño, y continuaron los ataques.
Los funcionarios del gobierno también
usaron protectores rígidos que se
elevaban hasta la parte posterior del cuello, para evitar que
los tigres les mordieran en la columna vertebral, que es su método de ataque preferido.
Lo que sí parece cierto es que, cuando
un tigre se convierte en “devorador de hombres”, es preciso matarlo, pues si le
ha cogido el gusto a la carne humana, volverá a hacerlo.
EL
ENEMIGO MÁS TEMIDO
Pobladores locales, que temen ataques
de tigres y odian al animal por matar a su
ganado, a veces participan en cacerías
por venganza. En cierta ocasión, un tigre había atacado y herido a
la gente en un pueblo en el sudoeste
de Bangladesh (cerca de los
Sundarbans) y con frecuencia se cobró varias presas entre su
ganado. Esto despertó la ira de los aldeanos y el felino se convirtió en blanco de su venganza.
Los cazadores furtivos también son
responsables de matar a los
tigres en la región con el fin
de venderlos en el mercado negro.
En los foros asiáticos que acostumbran a celebrarse para eliminar la caza
furtiva, China nunca está presente.
La tasa de mortalidad humana se ha reducido significativamente en los
últimos años, debido a las mejores técnicas de gestión.
Por su parte, los habitantes de la zona han acordado liberar ocasionalmente ganado en la selva con
el fin de proporcionar una fuente alternativa de alimento para los tigres y disuadirlos de entrar en las aldeas. Los
gobiernos se han comprometido a subvencionar
el proyecto para fomentar la participación del pueblo.
Los
leñadores explotan los manglares y desde abril hasta junio recogen los panales
de miel de las abejas salvajes. Al mismo tiempo recogen también plantas
utilizadas como fármacos. No obstante los visitantes más regulares son los
pescadores que vienen no sólo por la pesca, sino también por las conchas de
moluscos que mastican con betel después de haberlas machacado con sal.
Sin
embargo, hay poca gente que se aventure a penetrar en este infierno pantanoso.
Todos
estos hombres conocen bien la ferocidad de los tigres de la región bengalí de
los Sundarbans y toman muchísimas
precauciones cada vez que se adentran en esta región. Los pescadores suelen
quedarse en el bote a una distancia prudente de la orilla, atando su
embarcación a una rama o a una raíz por medio de largas cuerdas, comiendo y
durmiendo en ella. Pero los astutos tigres pueden pasarse días aguardando el
momento en que los hombres se acerquen a la orilla para desatar las cuerdas y
entonces abalanzarse sobre ellos. Incluso se han dado casos de pequeñas
embarcaciones que han sido asaltadas por estos animales, no en balde son buenos
nadadores. Su paciencia cautelosa no tiene límites si se trata de permanecer al
acecho.
Es
posible que el tigre esté desapareciendo de algunas zonas, pero su pariente más
próximo, el leopardo o pantera, es todavía muy abundante.
El
leopardo se ha adaptado tan bien a la presencia del hombre que, por lo general,
en cada una de las colinas rocosas o arboladas que se encuentran a cierta
distancia de cualquier población, habita uno de estos animales. Descansa
tranquilamente durante el día entre el espesor de los bambúes, y cuando cae la
noche desciende ágilmente hasta los poblados iluminados por fuegos o lámparas
de aceite. Al contrario que el tigre, que sólo ataca cuando está hambriento, el
leopardo se aproxima al poblado en busca de algún pequeño animal descuidado o
dormido en una rama baja, alguna cabra poco protegida o un perro que esté revolviendo
por los alrededores. La preferencia del leopardo por los perros es bien
conocida por los nativos y los cazadores suelen utilizarlos como cebos.
Los
leopardos, que suelen merodear por la noche cerca de los poblados, no vacilan
en llevarse a cualquier animal y como son unos trepadores muy ágiles, es muy
difícil estar a salvo de ellos. De todas formas son muy raros los casos de
leopardos que atacan a los hombres.
Las
hienas, chacales, buitres y cuervos, los grandes carroñeros, los sepultureros
de la selva como se les denomina, son animales que se precipitan de inmediato
sobre cualquier presa que no haya sido terminada de comer por un gran
carnívoro, de ahí que los tigres utilicen ramas de árboles y hojas para
camuflar los restos de un festín, mientras que los leopardos, más ágiles, se
los suben a un árbol para que les resulte inalcanzable.
Ver
al tigre en los Sundarbans, aunque no
resulta fácil, es una experiencia excitante.
Los
ríos son la característica física más importante de Bangladesh, dado que es el
mayor universo fluvial del mundo. Desde Dhaka, para acceder al Parque Nacional
de Sundarbans, hay que dirigirse a la
ciudad de Khulna, situada a orillas del río Bhairab. Barcas transbordadoras
llevan a cientos de personas a diario de una orilla a la otra y todo tipo de
embarcaciones, de carga o pesca, llenan de vida las aguas de todos los ríos.
Donde
se encuentran los ríos Bhairab y Pusur se halla el parque de Sundarbans. Resulta fácil encontrar una
embarcación, las hay de todos los tipos y tamaños. Son muy interesantes y
también más seguros los llamados rockets
impulsados por ruedas laterales, que parecen trasladar a la época colonial.
Mientras
las embarcaciones recorren perezosamente los ríos de Bangladesh, delfines
azules suelen acompañar entre orillas de las que surgen enormes extensiones de
nenúfares en flor, pedazos de selva o hermosos arrozales en los que vagan
búfalos de agua y cientos de grullas. A menudo se pierde de vista la orilla y
la niebla, el cielo y el propio río se confunden en una sola, única y eterna
ensoñación.
En
la región pantanosa de los Sundarbans,
agobiadas por la exuberante vegetación, las casas de los nativos se construyen
junto a los ríos, en forma de palafitos. Eso no impide, sin embargo, que sean
desmanteladas por las frecuentes lluvias torrenciales durante el monzón. Pero
las aguas son las únicas vías de comunicación.
En
la parte india y desde Calcuta, para acceder a esta área hay que viajar en
embarcación hasta Sonakhali o Basanti, encaramarse a la cubierta superior y
observar los pueblos isleños de Gosaba y Jhilla. Después de un largo recorrido,
se llega a la aldea de la isla de Dayapur, que debe ser la base de la incursión
en la selva.
A
medida que se avanza por cualquier corriente, cae sobre las aguas un pesado
silencio. Hay que permanecer expectante. Se navega cautelosamente a través de
la bruma y el viajero se percata de inmediato que una fuerte humedad empapa la
ropa y la piel. Entonces comienza la gran aventura.
Sin
embargo, todo ese halo de misterio no esconde más que la vida habitual del
tigre, uno de los depredadores más bellos, poderosos y mejor preparados de la Tierra. Su atractivo solo
es comparable al enorme peligro que representa.
Y
uno de sus últimos refugios se halla en los Sundarbans
de India y Bangladesh. Un paraíso completamente inhóspito y salvaje.
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)