EL
GRAN NORTE ÁRTICO
En
la actualidad, cualquier explorador ya no se presta a ponerse en camino más que
en busca de esa egoísta embriaguez que proporciona el más hermoso de todos los
pasatiempos: conquistar un lugar jamás hollado por el hombre.
Los
escasos parajes de la tierra que el ser humano no ha transformado, le son, casi
siempre, hostiles. Es el caso del Gran Norte, habitado -cuando lo está- sólo
por contados esquimales, indios y blancos. Esta tierra ártica es una región
inhóspita y gélida, donde reinan la nieve, el hielo y el oso blanco, pero es
también un territorio de belleza incomparable, y ante todo una región inviolada
en la que no ha quedado truncado el sabio equilibrio de la flora y de la fauna.
Cerca de la tercera parte de Alaska está situada al norte del círculo polar y
se compone precisamente de esa naturaleza primitiva. La cordillera de Brooks
divide la región en dos partes cual una muralla almenada que dificulta el
acceso a ella. Incluso hoy, en la era tan avanzada que vivimos, pocas son las
personas que han ido a ver sobre el terreno las tierras del Gran Norte, ese
país en el que incontable valles y montañas no han sido aún descubiertos por
nadie.
Además,
debido a la abundancia de volcanes, la península de Alaska es una de las
regiones más inestables de la tierra. En su extremo oriental, en el parque
natural de Katmai sus montañas son fiel testimonio de la energía febril que las
anima. En esa zona de 11.000
kilómetros cuadrados las fumarolas siguen en actividad,
pero también se puede apreciar en ese parque una prodigiosa muestra de la
fuerza explosiva que pueden desencadenar en todo momento las entrañas de la
tierra: el valle de los Diez Mil Humos.
Alaska, el estado más septentrional de
los Estados Unidos de América, es una tierra entre dos mundos. Desde las
heladas extensiones del Ártico a los inmensos bosques del interior, y desde las
verdes costas meridionales hasta las ventosas cimas de las islas Aleutianas,
toda la naturaleza de Alaska es bella y salvaje. En invierno el millón y medio
de kilómetros cuadrados de Alaska parecen sumidos en el más profundo silencio.
Alaska recibe el nombre del vocablo
aleutiano alyeska que significa
“tierra grande”, o más literalmente “el objeto contra el que la acción del mar
es dirigida” y forma parte de Estados Unidos desde 1959. Se halla rodeado por
los océanos Ártico y Pacífico, comparte frontera con Canadá y está separado de
Rusia por el estrecho de Bering.
HISTORIA
La mayoría de la historia documentada
de Alaska proviene de la colonización europea, sin embargo, sabido es que los
primeros pobladores fueron grupos nómadas que provenían del continente asiático
y alcanzaron lo que actualmente es el oeste de la península. La mayoría de los
pueblos nativos americanos, si no todos, provienen de gente que cruzó el
estrecho de Bering antes de emigrar hacia el sur del continente. El primer
contacto de exploradores europeos con los habitantes de la región lo tuvieron
los rusos con el pueblo inuit y otros
pueblos nativos.
Fue el navegante danés Vitus Bering al
servicio de la Armada Rusa,
quien alcanzó Alaska a bordo del San
Pedro en el transcurso de la segunda expedición a Kamchatcka. Sin embargo,
el primer europeo que alcanzó las costas de la región fue el ruso Aleksei
Chirikov en julio de 1741, llegando al lugar donde hoy se encuentra la ciudad
de Sitka. La Compañía
ruso-americana pronto empezó la colonización de la costa y en la década de 1790
ya se establecieron asentamientos en la región.
Aunque en principio el contacto con
los nativos fue cordial, pronto se produjeron encuentros violentos, que unidos
a las enfermedades transmitidas por los europeos, acabaron exterminando a una
gran mayoría de la población nativa.
Los españoles reclamaron también los
derechos que la bula Inter Caetera
les daba sobre la costa oeste de Norteamérica, que incluía Alaska. El rey
Carlos III organizó varias expediciones a la región para intentar colonizarla.
Las expediciones de Bruno de Receta y Alejandro Malaspina dejaron algunos
topónimos, tales como el Glaciar Malaspina o la ciudad de Valdez. Asimismo, los
británicos siguiendo el ejemplo de la
Corona española, enviaron exploraciones a la zona, como las
de James Cook o George Vancouver.
En 1799, Nikolai Rezánov compró los
derechos de explotación de las pieles al zar Pablo I de Rusia y creó la Compañía ruso-americana.
En 1867, el Secretario de Estado estadounidense William H.Seward llevó a cabo
la compra de Alaska a Rusia por 7,2 millones de dólares. Los problemas
económicos de los rusos y el deseo de que Alaska no cayera en manos británicas,
impulsaron a Rusia a vender el territorio a los Estados Unidos tras el fracaso
de la guerra de Crimea. Aunque al principio esta compra recibió duras críticas,
finalmente se vio como un negocio ventajoso gracias al descubrimiento de oro en
Yukón. En la década de 1890 estos territorios sufrieron la explotación de sus
minas debido a la llamada “fiebre del oro”.
Ya en 1912 se declaró a Alaska como
territorio de Estados Unidos, con un congreso y gobierno propio, y con su
capital en Juneau en detrimento de Sitka, que había sido la capital de la Alaska rusa. Durante la Segunda Guerra Mundial fue
escenario de la batalla de las islas Aleutianas entre las tropas aliadas y
Japón. Finalmente, al terminar el conflicto bélico, el presidente Dwight David
Eisenhower firmó el Acta Estatal de Alaska que abrió camino para que en enero
de 1959 se convirtiera en el estado 49 de la Unión.
Dos hechos a destacar. El 27 de marzo
de1964, Viernes Santo, Alaska sufrió los efectos de un gran terremoto de 8,5º de magnitud en la
escala Richter, que acabó con las vidas de 131 personas y arrasó muchas
poblaciones de la región. Sin embargo, cuatro años después se encontró petróleo
en la región y, tras la construcción del oleoducto Transalaskiano, los ingresos
debidos a la explotación de los pozos petrolíferos contribuyeron a que la población
se restableciera y se construyeran interesantes infraestructuras.
En 1989 se produjo una nueva
catástrofe al encallar el petrolero Exxon Valdez, vertiéndose al mar cerca de 130.000 metros cúbicos
de crudo, afectando a 1.600
kilómetros de costa.
IMPORTANTES
RECURSOS ECONÓMICOS
La minería y la industria petrolera
son la mayor fuente de riqueza del estado. Por su parte, la agricultura tiene
su mayor actividad en el valle de Matanuska o en la península de Kenai. Los
principales cultivos son la zanahoria, la lechuga y el repollo. La zona de
Delta Junction tiene una considerable cantidad de granjas productoras de cebada
y heno. La ganadería se reduce a la cría de renos y caribúes en la península de
Seward, además de la caza de subsistencia de alces y ovejas. Posee también una
fuerte industria maderera.
La actividad pesquera es importante en
Alaska, ya que del mar de Bering y el Pacífico Norte se obtienen salmón y
bacalao en grandes cantidades.
Los recursos minerales son igualmente
abundantes: se extrae oro del valle de Yukón, plata, zinc, hierro, cobre y
otros minerales. Pero la riqueza de Alaska se encuentra en el subsuelo, con
grandes depósitos de petróleo y gas natural, que sitúan al estado como el
segundo mayor productor de crudo del país (una quinta parte de la producción
nacional). Además, existen grandes yacimientos de carbón, hulla y lignito y
amplio potencial para la generación de energía hidroeléctrica, eólica y
geotérmica.
JUNEAU,
ANCHORAGE Y FAIRBANKS
Curiosamente, Juneau es una de las dos
capitales de estado norteamericano a las que no se puede llegar por carretera;
la otra es Honolulu. El único medio para llegar a ella es por avión o por
barco.
Juneau, en el archipiélago Alexander,
ejerce de capital de Alaska aunque figura como la tercera ciudad del estado en
términos de población, precedida por Anchorage y Fairbanks. Cuenta en la
actualidad con alrededor de treinta y dos mil habitantes.
La población nativa es de origen tlingit, un pueblo de ricas tradiciones
artísticas, con dominio del tejido y la escultura.
El Glaciar Mendenhall es, sin duda, el
lugar más turístico.
Por lo que se refiere a Anchorage cabe
decir que es una ciudad-condado localizada en el centro-sur de Alaska. Es la
ciudad más al norte del país con más de cien mil habitantes, localizada por
encima del paralelo 60. Se encuentra ligeramente más al norte que Oslo,
Estocolmo, Helsinki y San Petersburgo.
El litoral de la ciudad consiste
principalmente en llanuras de mareas traicioneras. A los recién llegados y a
los turistas se les advierte de no caminar por esta área debido a extremos
cambios en las mareas y el extremadamente delgado limo glacial. Su puerto
recibe el 95% de todos los bienes destinados al país.
Los turistas son atraídos cada año
hasta Alaska y Anchorage acostumbra a ser el punto de partida para la mayoría.
Desde aquí pueden dirigirse al sur, a populares lugares de pesca en la
península de Kenai o hacia el norte a lugares como el parque nacional Denali y
Fairbanks.
Después de Anchorage, es Fairbanks la
segunda ciudad más grande del país con una población que ronda los cien mil
habitantes. Tiene la peculiaridad de su clima extremo y variable, uno de los
mayores de todo el mundo, con altibajos de temperatura, tormentas con granizo,
relámpagos y nieve en pleno verano. Los inviernos son muy largos (desde
septiembre hasta abril); fuertemente frío y seco, con temperaturas de hasta
-54º.
ARCHIPIÉLAGO
KODIAK
Situado en el océano Pacífico y muy
próximo a la costa suroccidental de Alaska. El grupo de islas está separado del
continente por el estrecho de Shelikof. La isla más grande es la que da nombre
al archipiélago, isla Kodiak.
Muchas de estas islas están
deshabitadas o con muy pocos habitantes. El Refugio Nacional de Vida Silvestre
Kodiak abarca un gran porcentaje de la tierra del archipiélago.
¿Quién
no ha experimentado alguna vez el deseo de remontarse en el tiempo y de poder
contemplar la naturaleza de cuando el mundo era joven? En Alaska resulta fácil
de satisfacer tal deseo. En efecto, la mayor parte del país es aún virgen, y en
él es posible observar de qué manera se formó el relieve y cómo llegó la vida
hasta esos parajes.
Debido
a la gran extensión territorial de Alaska, la densidad poblacional resulta
extremadamente muy baja, alcanzando sólo 0,4 habitantes por kilómetros cuadrados.
Para hacerse una idea de lo que esto significa, si la isla de Manhattan tuviera
la densidad de Alaska, vivirían allí sólo 24 personas. Los indígenas, esquimales e indios,
sólo representan un 18% de la población actual. El resto está formado por
emigrantes, casi todos llegados de Estados Unidos. Alaska parece el país de los
extremos. Es el estado más grande de Estados Unidos, pero su población es, en
cambio, la menos numerosa. Posee las montañas más altas, tiene el invierno más
frío y un verano durante el cual el sol no se pone nunca.
Resulta difícil comprender la
inmensidad y diversidad de Alaska, y la belleza del paisaje. Ningún ser
viviente puede sobrevivir en este país si no está adaptado al frío o equipado
para protegerse de él. Su paisaje es, con mucho, el más grandioso del
mundo, y basta con contemplarlo una sola vez para que todos los demás resulten de
escaso atractivo:
la bahía de John Hopkins,
flanqueada por altas montañas, el glaciar de Riggs centelleando en el atardecer
de un crepúsculo invernal, el monte Wright dominando la bahía de Muir o el Mc.Kinley
al despuntar el alba, el valle glaciar del Atigun o la atmósfera irreal y llena
de arcanos que envuelve el valle de los Diez Mil Humos, la tundra helada, los
parques naturales… Y una vez desalojados los lugares por los glaciares, las
plantas exóticas y autóctonas crecen a lo largo y ancho del territorio. Bosques
cubiertos de musgo que se adueñan de forma progresiva e inexorable del terreno,
dando la impresión de que están cumpliendo un designio divino, cuyo misterio y
grandeza resulta extraordinario. La vida es aquí mucho más intensa de lo que se
puede imaginar. Por contra, la
Alaska meridional y las islas Aleutianas están situadas al
límite mismo de una de las zonas de mayor actividad sísmica del mundo, la
llamada tierra del fuego.
Además, la inmensidad de Alaska es el
escenario convertido en hábitat de una fauna diversa y fantástica: bisontes, coyotes,
cabras de las Rocosas que acostumbran a vivir en las montañas más altas,
especialmente las cumbres escarpadas, el quebrantahuesos de cabeza blanca, el
águila, el zorro rojo, el caribú, los lobos cazadores o el musmón de Dall, que
vive en las montañas del parque nacional McKinley. Sin olvidar, por supuesto, a
los grandes protagonistas de estas tierras: el oso polar y el inmenso y
omnipresente oso pardo de Alaska, pescador de salmones, que a pesar de su
ferocidad no está desprovisto de encanto. Todo ello puede contemplarlo el
visitante y al mismo tiempo desplazarse en un trineo tirado por perros.
Alaska es un país de grandiosas
perspectivas. Un territorio inhóspito convertido en una maravilla natural.
(Ver
muy interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)