EL ENCANTO DE LAS ISLAS GRIEGAS




Sinfonía en blanco y azul, un capricho de la naturaleza con recónditos lugares de placer, refugio de dioses mitológicos y leyendas de piratas, playas solitarias y enormes acantilados. Entre el mar Jónico y el Egeo existen islas que durante siglos estuvieron olvidadas por el resto del mundo.
Desde Corfú en el extremo occidental hasta Rodas cerca de la costa turca, se extiende un paraíso con infinitos rincones de singular encanto y seductora belleza… Mikonos, Creta, Patmos, Karpathos, Santorini, Skiathos, Lesbos, Andros y tantas otras son, sin duda, un multicolor atractivo para el viajero que pretende alejarse de la abigarrada y cotidiana civilización.
Quien llega a estos parajes que rezuman un evocador misticismo y, sobre todo, tienen un hechizo natural, entre el sol y el mar, a cada paso se extasía en la contemplación de antiguos monasterios, rústicos pueblos de soleadas y estrechas callejuelas, puertos pintorescos y apacibles donde aún es posible sentarse y recrear la mirada en un paisaje en el que las barcas de pescadores se mecen con dulzura en las cristalinas aguas. También es posible tomarse un café en compañía de los ancianos del lugar, gente entrañable de vida sosegada que ve transcurrir el tiempo sin prisas ni agobios. Un viaje, en suma, que sorprende primero y se transforma después en un descanso para el espíritu.

MÁS ALLÁ DEL PELOPONESO
Después de un recorrido por la Grecia clásica, una de las tentaciones turísticas más tradicionales en la agenda de cualquier peregrino de la época moderna, tras bordear el Peloponeso (donde se ubican las ruinas de Olimpia, se de de los famosos Juegos) y dejando atrás el siempre interesante puerto de El Pireo, entre la mítica Corinto (que hace las delicias de los aficionados a la arqueología por sus múltiples vestigios, curiosamente romanos y no griegos) y Patras, importante puerto comercial en el norte de la península, es el archipiélago de las Jónicas el que primero atrae la atención del visitante.
Desde Zante, que transpira quietud a su alrededor, hasta Corfú, la isla más septentrional, una de las más populosas y en la que se advierten marcadas influencias francesa, veneciana, siciliana o turca, como muestra evidente de su protagonismo histórico a través de los siglos, pasando por Itaca, la que Ulises convirtió en legendaria, Cefalonia, Lefkada o Paxos, de la que se dice que sus playas están entre las más deseadas. Todo ello sin olvidar la emocionante aventura que supone descubrir sus grutas de exultante belleza, a los pies de las rocas gigantescas que configuran los grandes acantilados.
En el otro extremo del Peloponeso, ya en el mar Egeo y con la isla de Creta al sur, el archipiélago Sarónico (Kithira, Egina, Poros, Idra, Spetses…) es el lugar preferido por los atenienses para el descanso estival dada su proximidad y peculiares características, ya que desde El Pireo se puede acceder a ellas en trasbordador.
Las Cícladas, de origen volcánico y las más numerosas, quizá tienen en Miconos su principal centro de atención, no en balde se trata de la isla más sugestiva y con una amplia oferta por lo que hace referencia a ocio y diversión. Sin embargo, no debe olvidarse Kea, la que se constituyó como refugio del pirata Barbarroja; Milos, donde fue encontrada en el valle de Klima la Venus reconocida mundialmente; Naxos, la más elevada; Delos, sagrada para los antiguos griegos y, por supuesto, Santorini, la cual emerge en lo que se considera un cráter y en cuyo interior, la lava petrificada ha dejado a través de los siglos recuerdos imperecederos.
Santorini merece un apartado muy especial por tratarse de un enclave pintoresco, con angostas callejas, arcadas, e incluso un barrio medieval. La antigua Tera es de un gran interés arqueológico ya que en ella se conservan vestigios de quienes antaño la dominaron, fenicios, dorios, romanos y bizantinos.
Amorgos, Anafi, Sikinos, Andros, Tinos… son, asimismo, pequeños reductos incomparables.
Ascendiendo y no muy lejos del litoral helénico, Skiazos, Alónisos, Skópelos y Skiros forman el grupo de las Espóradas, donde no puede permanecerse insensible al encanto y lo hermoso de todo su entorno, dado que están consideradas como las más vírgenes.
Abruptas costas con franjas de doradas arenas, aroma de pinos que flota en el aire, unos atardeceres increíbles y la amabilidad de sus habitantes que se dan cita en las típicas tabernas a orillas del mar, amén de su cocina sabrosa y tradicional a base de marisco y los no menos apetecibles vinos. Atractivos singulares para quienes pretenden soñar con unas vacaciones tostándose al sol, zambullirse en las cálidas aguas, pasear por el campo y disfrutar, como no, con una reconfortante gastronomía. La cocina local es sabrosísima.

DE RODAS HASTA CRETA
Las islas del nordeste son, sin lugar a ningún género de dudas, las más solitarias. Auténticas gargantas de mar y de tierra, aldeas cautivadoras, frondosos bosques, seductoras playas, pueblos que parecen anclados en el pasado y preciosos monasterios bizantinos. Una infinidad de encantos turísticos en Samos, tierra de filósofos como Pitágoras y Epicuro, bañada por un mar esmeralda y capaz de ofrecer al visitante el reflejo plateado de sus olivos y la frescura de sus valles madereros; Lesbos, de tradición milenaria, cuna de grandes literatos y artistas, y donde su capital Mitilene está enclavada sobre la ciudad antigua, un anfiteatro al borde del mar protegido por una fortaleza que llega hasta una cima de exuberante vegetación.
Más al sur, Híos o Chíos, situada a escasa distancia del puerto turco de Esmirna y cuya historia se pierde en la noche de los tiempos; la pequeña Ikaria; Thasos, donde el blanco de sus canteras de mármol se confunde con el verde del paisaje; Lemnos, ignorada por el turismo de masas pero que posee unos muy interesantes atractivos arqueológicos, amén de haber sido enclave de privilegio por la mitología, no en balde Vulcano estableció en ella sus fraguas y Homero cuenta que la isla estaba poblada de herreros a los que el dios había transmitido su arte… todas ellas representan un abanico que seduce siempre al viajero, sin echar en olvido a Samotracia, donde se encuentran los restos del santuario de los Grandes Dioses, siendo uno de ellos Poseidón, quien aseguran se sentó en lo alto del monte Fengari para observar desde allí las guerras del Peloponeso.
En el extremo oriental, cerca ya de Turquía, Rodas, legendaria como ninguna otra, parece contemplar al resto de las islas que forman el archipiélago del Dodecaneso, desde su ciudad amurallada, al templo de Afrodita o las mezquitas otomanas, pero también desde sus cafés, tiendas y terrazas de estilo moderno que dan cabida al público más heterogéneo que pueda imaginarse.
No obstante, pese a polarizar la mayor parte de atractivos, el Dodecaneso, el último archipiélago que se incorporó a Grecia, no es sólo Rodas, también es Kos, la segunda en importancia y muy turística en su costa sur; Patmos, Kalymnos, Lipsi, Nisiro, Karpazos, Leros… templos a los dioses míticos, acrópolis, puertos de sencilla belleza y una notable oferta por lo que a ocio se refiere.
Creta, la mayor de las islas del Egeo, supone el remate final. Un punto y aparte de excepción donde el turista con facilidad suele confundir el esplendor de un pasado milenario con la más radiante actualidad. Antigua y moderna, pausada y cosmopolita a un tiempo, subyuga hasta límites insospechados.
Resulta muy difícil escoger entre unas y otras. Por lo general, quienes viajan por este rincón del Mediterráneo suelen hacerlo en pequeños cruceros, de isla en isla y seleccionando unas rutas muy determinadas ya que, por supuesto, es del todo imposible en un sólo viaje verlas todas.
Las rutas organizadas previamente rara vez llegan a más de seis islas (Rodas, Creta, Patmos, Santorini y Mikonos suelen ser las más visitadas), sin embargo, quizás lo realmente atractivo esté en llegar hasta las menos conocidas.
De todas formas, cualquier programa de visita que se elija acaba sorprendiendo dado que las islas griegas poseen una total variedad en cuenta a estilos, luz, color, costumbres, etc…
Una buena manera de trasladarse por el Jónico o el Egeo es hacerlo en “ferry” ya que no resulta caro y siempre hay billetes. También las líneas aéreas griegas comunican bastante bien y varias veces por semana entre las islas más importantes.
A la hora de referirse al clima, éste lógicamente mediterráneo, se asemeja mucho al del sur de España. Otro capítulo interesante es el de las compras, máxime considerando que cada isla tiene su artesanía propia. Cerámica, bordados, reproducciones de arte minoico, antigüedades, joyería, etc.
Maravillas del pasado, restos de otras culturas como la romana, medieval, bizantina, turca… y un encanto que es natural, salpican todos y cada uno de estos archipiélagos del Jónico al Egeo, mil islas de ensueño, un laberinto tan sugestivo como asequible y en el que vale la pena perderse.
Un viaje inolvidable.

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)