LA ISLA DE LAS ESPECIAS
“Zanzíbar es el Bagdad, el Isfahán, el
Estambul de África oriental; es el gran mercado donde se acumula el marfil y el
copal, las pieles, las maderas preciosas y los esclavos de aquella región; allí
es donde se llevan para venderlas en otros puntos… En Zanzíbar se venden además
pimienta, sésamo y aceite de coco. El valor de su exportación se calcula en
quince millones de francos, y el de la importación en diecisiete y medio. Todo
aquel comercio es monopolio se tres clases de individuos: los árabes de
Mascate, los banianos y los indomusulmanes…”
Con
estas palabras extraídas de su diario se expresaba Henry Morton Stanley el 31
de diciembre de 1870, tras ochenta días de viaje desde que saliera de Bombay,
dispuesto a cumplir con la misión que se le había encomendado de encontrar al
misionero y explorador David Livingstone, al que se creía muerto.
En
Zanzíbar siempre comenzaba la apasionante vida de hombres como Livingstone,
Stanley, Burton, Speke, Grant y tantos otros, que en el siglo XIX abrieron
caminos en el corazón del África negra a través de territorios desconocidos
hasta entonces, despertando el sueño de las grandes aventuras.
La
rudeza de la vida en África, las fiebres, las múltiples privaciones, el exceso
de sufrimiento físico y moral… siempre fueron el común denominador en aquellos
exploradores que a través de la selva llegaron a acercarse a periodos críticos
de su existencia.
El recuerdo de aquellos
arriesgados aventureros permanece vivo y sigue atrayendo a multitud de viajeros
que persiguen su sombra esquiva en este rincón del océano Índico.
UN CRISOL DE CULTURAS
Situado
en el océano Índico, el archipiélago de Zanzíbar forma parte territorialmente
de Tanzania y está formado por Unguja (Zanzíbar), Pemba y varias islas menores.
Dista alrededor de unos 75 kilómetros de la capital Dar es Salaam.
Todo
el archipiélago fue bautizado con razón como “las islas de las especias”, no en
balde los aromas de clavo, nuez moscada, coco y vainilla flotan en su aire
tropical. Aún hoy los marinos aseguran poder reconocer el aroma de estas islas
pese a encontrarse mar adentro. Sin embargo, el negocio de las especias es
relativamente reciente en el área y tiene menos de doscientos años de
antigüedad.
En
realidad, lo que atrapa al visitante es la fascinante historia de estas islas,
llenas de magia y romance, aparte de la tranquilidad que se respira en el
ambiente y sus hermosas playas, de ahí que a lo largo de los últimos años se
hayan convertido en uno de los destinos más atractivos de África.
Fueron
los árabes quienes llamaron a la isla principal Zanzíbar, porque en lengua swahili zandji bar significa “la costa
de los negros”.
Los
primeros en establecerse en estas latitudes fueron los bantúes africanos que
provenían del interior del continente. Las corrientes del comercio antiguo
atrajeron a los persas y los árabes de Omán desde el año 700 de nuestra Era. Al
principio del siglo XVII las costas del este de África estuvieron dominadas por
los portugueses, que permanecieron en la región cerca de doscientos años.
Cuando Portugal comenzó a decaer como potencia mundial, los árabes de Omán
invadieron y sometieron las islas. El Sultán de Omán estaba tan entusiasmado
con las perspectivas de riqueza que ofrecía la región que se trasladó al archipiélago.
El principal atractivo comercial de entonces era el marfil y los esclavos.
El
comercio de esclavos fue terrible. El mercado de tránsito de los esclavos
provenientes de las “cacerías” que se realizaban en el continente fue
aumentando. David Livingstone, el misionero y explorador británico, recorrió
exhaustivamente el continente africano y quedó horrorizado ante el tráfico
humano, logrando despertar las ideas liberales en Gran Bretaña que condujeron a
la Marina Real a tomar medidas en el problema. Por cuestiones humanitarias,
Zanzíbar se convirtió en Protectorado Británico al filo de 1890, y por razones
administrativas pasó a manos del Rey de Inglaterra en 1913. Con posterioridad,
los británicos designaron representantes hasta 1963 y poco tiempo después de
ganar su independencia se unió a la antigua Tanganyika, que luego se convirtió
en la actual Tanzania.
EN EL CORAZÓN DE STONE TOWN
El
moderno viajero puede asomarse a la rica herencia histórica de Zanzíbar,
reflejada en su arquitectura y la cultura de las gentes. El corazón de la
ciudad es Stone Town o “la ciudad de piedra”, un laberinto húmedo y
desconchado, muy poco alterado por el transcurso del tiempo. Tortuosas
callejuelas, bazares, mezquitas, palacios y mansiones cuyas enormes dimensiones
y su decoración extravagante hacen justicia al término “lujo oriental”.
El
periodista y explorador Henry Morton Stanley reflejó en su diario el paso por
Stone Town anotando: “La primera cosa que
hice fue salir a recorrer la ciudad; durante mi excursión vi, en general,
calles tortuosas, casas blanqueadas, hombres con grandes turbantes rojos, que
vestían principalmente trajes de algodón, de telas rayadas y a cuadros; vi
también oscuros almacenes llenos de algodón en bruto, de objetos de alfarería,
de clavos, útiles y toda clase de mercancías comunes. Esto en cuanto al barrio
de los banianos. Por lo que hace al de los negros, conservo el recuerdo de
cabezas lanosas y cuerpos humeantes, negros o amarillos, sentados a las puertas
de miserables chozas, allí reían los hombres, charlaban, disputaban o vendían
sus géneros a voz en grito; el aire tenía un olor penetrante, que parecía un
compuesto de efluvios de cuero, de pez, de grasa, de restos vegetales, y no sé
qué otras cosas…”
Stone
Town llegó a ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Perderse
por sus callejones resulta una experiencia fascinante. Es aquí donde se
concentra la mayor parte de la elaborada y rica arquitectura árabe y colonial
de la isla. Más árabe que portugués, este rincón del trópico ofrece casas
decoradas con puertas talladas de exquisito diseño y gran valor. Junto con
otros lugares de la costa swahili
como Lamu, Malindi o Mombasa, fue aquí donde el Islam se afianzó hace siglos
sin dificultades.
Los
edificios más significativos son las residencias de los antiguos y prósperos
comerciantes del siglo XIX.
Las
construcciones más destacadas son el Fuerte portugués de 1700, la Casa de las Maravillas o
Museo de Cultura de la isla, infinidad de mezquitas, el viejo Consulado
Británico, la catedral anglicana (donde antes estuvo emplazado el mercado de
esclavos), los Baños Persas, el templo hindú dedicado a Shakti, así como los
jardines de Jamituri y el mercado de Darajani. Y, por supuesto, no hay que
perderse la Casa
de Livingstone, la misma que habitó en 1866 antes de emprender su último viaje.
La
historia es sobradamente conocida. Stanley salió en su busca y acabó
encontrándole en Ujiji, a orillas del lago Tanganika. Sin embargo, exhausto y
enfermo, no quiso regresar a su país y prefirió que la muerte le sorprendiera
en África, en Zambia concretamente, y a causa de la malaria y una hemorragia
interna producida por disentería. Su cadáver fue conservado en sal y enviado a
Bagamoyo, en la costa del Índico. Con posterioridad fue trasladado a Inglaterra,
recibiendo sepultura en la abadía de Wesminster, pero los nativos africanos
enterraron su corazón bajo un árbol porque aseguraban que él pertenecía a
África.
Stone
Town es el lugar donde el viajero suele perder el norte de los sentidos ante el
abanico de olores, sonidos y colores que experimenta a cada paso. Un rincón
donde el calor es insoportable en verano, el zumbido de los mosquitos enervante
y el lánguido canto del muecín llamando a oración deja inmerso en un suave le
irremediable letargo. Perderse en sus callejones es, sin duda, una experiencia
fascinante.
En
los alrededores de la capital, al norte de Stone Town se ubican las ruinas del
palacio o harén de Marahubi, construido en 1822, y los restos del palacio de
Mtoni, levantado por el sultán Said a principios del siglo XIX, que es el más
antiguo de la isla.
A
destacar la selva de Jozani, una reserva forestal de 700 hectáreas, santuario
del mono Colobo rojo, endémico de la isla.
Kizimkazi
es un pueblo pesquero realmente encantador con una mezquita del siglo XII y en Nungwi
puede verse la construcción de los dhows,
las típicas embarcaciones de la isla.
Interesante
la llamada Cueva de los esclavos de Mangapwani y, por supuesto, no hay que
perderse las plantaciones de especias, las que a fin de cuentas dieron el
renombre a la isla.
GASTRONOMÍA Y COMPRAS
La
gastronomía es una mezcla interesante de todas las cocinas de los pueblos que
han vivido aquí: árabes, africanos, portugueses, persas, pero, sobre todo,
indios.
A
destacar especialidades como el pilau
(arroz con especias), las sambusas
(empanadillas rellenas de vegetales o carne), las mandazis (bolas de masa fritas con especias).
Los
pescados son el punto fuerte: atún, pez espada, langosta, cangrejo, pulpo con
coco, etc. aunque también se preparan carnes de cordero a la barbacoa y potajes
de mandioca.
En
el capítulo del shopping, en los mercados suele encontrarse absolutamente de
todo, desde cajas de madera labrada hasta típicas camas swahili, pasando por cestos de palma, perfumes locales, esteras,
preciosas tallas de madera…
ESCAPADA A LA ISLA DE PEMBA
Rodeada
de un océano de coral, Pemba, cerca de la costa norte de Zanzíbar, es un
auténtico paraíso para el submarinista. Muchas guías turísticas la han
catalogado como uno de los destinos oceánicos más románticos del mundo.
La
capital, Chake Chake, posee unas interesantes muestras de arquitectura árabe y una
fortaleza. Las ruinas de interés son las de Chwaka y Kichokochwe.
La
mejor mezquita de la isla se encuentra en el pueblo de Ras Mkumbuu.
Sin
embargo, el mayor atractivo de la isla es, sin duda alguna, sus hermosas
playas.
Muy
interesante la infraestructura hotelera en toda la región.
Tanto
Zanzíbar como Pemba tienen un clima caluroso y húmedo, sólo moderado por las
brisas marinas. El periodo de mayor humedad es el de abril-mayo con una
estación lluviosa breve y ligera en noviembre. Las temperaturas mínima y máxima
están entre los 30ºC y 33ºC. Entre diciembre y mayo el clima es muy caluroso,
mientras que entre junio y octubre es más fresco y seco.
En
todo el archipiélago, la idea de paraíso terrenal se hace patente en forma de
palmeras, arena, flores, pájaros… Un lugar donde descansar plácidamente y de
forma confortable frente a la costa oriental de África.
Zanzíbar
y Pemba, sólo su nombre hace soñar.
(Ver interesante colección gráfica de este
reportaje en GALERIA DE FOTOS)
“THE RESIDENCE ZANZIBAR”
Zanzíbar ha sido la isla elegida por el lujoso grupo The Residence
Hotels: Cenizaro para su tercer establecimiento de alta gama. El hotel The
Residence Zanzibar cuenta con todas las comodidades y lujos de sus predecesores
y entorno incluso más exótico. Por todo ello, es el primer hotel de
Tanzania en formar parte del selecto grupo “Leading Hotels of the World”.
Ubicado en la
costa suroeste de Zanzíbar, el hotel se encuentra a tan solo 55 minutos de la
capital, Stone Town, una de las más importantes ciudades de la cultura swahili declarada Patrimonio de la
Humanidad por la Unesco, y cuenta con más de un kilómetro y medio de
impresionantes playas flanqueadas por palmeras y bañadas por las cálidas aguas
del océano Índico. Esta propiedad, que antaño fue ocupada por la princesa
Shirazi, es digna de los sueños de un sultán.
El resort cuenta con 66 villas
de una y dos habitaciones con piscina
privada y terraza, de estilo
contemporáneo con toques exóticos que se combinan en una armoniosa decoración
firmada por Hirsch Bedner Associates, considerados los interioristas número uno
de la industria hotelera y autores también del diseño interior de The Residence
Tunis y The Residence Mauritius. Las villas mezclan sabiamente unos amplios y
elegantes interiores con un generoso
espacio exterior, ofreciendo a los huéspedes una inigualable sensación de lujo y
privacidad. Cada villa cuenta, además, con un exclusivo servicio de mayordomo,
que está a disposición de los huéspedes durante toda su estancia.
La principal
atracción del hotel es el spa, dedicado a la relajación, la belleza y el
bienestar. Siguiendo la tradición de los hoteles The Residence, combina
armoniosamente los tratamientos de la más alta calidad con una experiencia y
servicio sin parangón.
The Residence
Zanzibar también se enorgullece de su oferta gastronómica, inspirada en las
tradiciones internacionales y locales y cuya sinfonía de sutiles aromas,
sabores y colores se puede degustar en los dos restaurantes del hotel. El principal, The Dining Room, es un
restaurante que se encuentra en el corazón de la propiedad y que sirve cocina
internacional con una pizca de las especias de Zanzíbar; The Pavilion, por su
parte, ofrece una amplia variedad de recetas de Oriente Medio, Grecia, Turquía
y el Mediterráneo.
Por su ubicación
y servicios, The Residence Zanzibar es el refugio ideal para aquellos viajeros
que buscan la máxima tranquilidad y privacidad sin renunciar al lujo.