LA MAGIA DEL RAJASTHAN
Es
la India que seduce con fortalezas, palacios, templos y mausoleos de inusitadas
estructuras que rezuman la fragancia de los perfumes más excitantes y en cuyo
interior existen lujos inimaginables con el mayor refinamiento oriental.
Al oeste de la península indostánica, donde el desierto del Thar se extiende hasta los límites con la frontera pakistaní, atractivo. multicolor y como estraido de los más bellos relatos de Rudyard kipling, el Rajasthan indio es tierra de mil leyendas y personajes rodeados de exotismo y fascinación, de historias de reyes, guerreros y mujeres de tez oscura y delicada belleza.
Para
hablar sobre el Rajasthan, el paisaje abrasado por el ardiente sol y todo
cuanto configura esta región devastada hace siglos por sangrientas batallas,
sin duda, hay que empezar haciendo referencia de los que fueron sus singulares
protagonistas, los maharajás, a
quienes se les atribuían orígenes divinos y eran considerados como hijos del
fuego y una reencarnación de los dioses.
En
torno a su majestuosa y omnipotente figura surgieron relatos sin fin que
hablaban sobre su muy arraigado sentido del honor, sus desmesuradas ansias de
riqueza, enormes ejércitos, elegantes ritos y ceremonias, encantadoras maharanis y concubinas que eran
sometidas a las más sofisticadas depravaciones, hazañas guerreras, cacerías de
tigres… Un mundo fascinante que ya desapareció, pero las leyendas siguen ahí y
no perecerán nunca. Tan sólo los grandes palacios de mármol adornados con
piedras preciosas, la mayoría de los cuales se han convertido en algunos de los
mejores hoteles del mundo, quedan en pie como mudos testigos de la época más
fastuosa de la India.
Al
término de la última Guerra Mundial, casi 600 maharajás y nawabs de
origen musulmán formaban parte del llamado Estado de los príncipes, quienes
pactaron múltiples concesiones con el gobierno británico, no obstante, tras la
independencia del país en 1947 comenzó el declive para estos singulares
personajes.
Aun
así, perduran todavía algunos ricos herederos convertidos en aristócratas,
quienes rodeados de una aureola de fantasía son los últimos descendientes de
los grandes reyes indios, gentes de elite que subsisten con un estilo de vida
casi feudal y resultan en verdad extravagantes en nuestro mundo de hoy.
EL EMBRUJO DE LA “CIUDAD ROSA”
Sin
lugar a ningún género de dudas, viajar a través del Rajasthan supone una
experiencia tan apasionante como inolvidable. La denominada ruta de los maharajás sorprende a cada paso por la
magnitud de sus ciudades de origen medieval, así como por las fortalezas y
palacios que encierran una extraña y a la vez sugestiva belleza en la que se
mezclan estilos hindú, jain, mogol,
musulmán, etc. para ofrecer auténticas
maravillas arquitectónicas.
Conocida con el nombre de Amber, la historia de Jaipur se remonta al
siglo XII, sin embargo, no adquirió gran relevancia hasta el siglo XVI, cuando
merced a una serie de alianzas el emperador mogol Akbar contrajo matrimonio con
una princesa rajput. Dos siglos más
tarde y durante el reinado de Jai Singh II, hombre ambicioso y enamorado de la
astrología y la arquitectura, éste abandonó la fortaleza de Amber para fundar
una nueva ciudad que se convertiría en el orgullo de la Rajputana (hoy
Rajasthan). Acababa de nacer la “ciudad rosa” de Jaipur, así llamada por el
color de sus edificios, murallas y las puertas de acceso a la misma.
Rodeada por las colinas de Aravalli y extraordinariamente bien protegida,
Jaipur se convirtió tras la independencia de la India en capital del Estado y
medio siglo después sigue cautivando al viajero, no en balde está considerada
como la poseedora de las más auténticas esencias del Rajasthan
En
el corazón de la ciudad, el Hawa Mahal o Palacio de los Vientos construido en
1799 es el monumento más emblemático, con su característica fachada de cinco
plantas y casi un millar de pequeñas ventanas alveoladas cubiertas de celosías,
desde donde antaño las mujeres de la corte podían observar el exterior sin
transgredir las limitaciones del purdah
y a salvo de las miradas ajenas.
En
las inmediaciones del Hawa Mahal se encuentra el imponente City Palace, del que
se dice es la síntesis mejor lograda de los estilos rajput y mogol. Puertas chapadas en oro, pavos reales esmaltados,
elefantes de mármol, bóvedas cubiertas de diminutos espejos y estucos
policromados, estancias tapizadas en seda, jardines, fuentes… Todo un alarde.
Se trata de una ciudadela dentro de la propia ciudad, una residencia real, un
complejo de pabellones, patios y aposentos, parte de la cual puede visitarse ya
que el resto forma parte de las estancias privadas del actual maharajá.
A
destacar muy especialmente la puerta de Sireh Deorhi o acceso principal, así
como el pabellón de invitados o Mubarak Mahal, el Diwan-e-Am (salón de
audiencias públicas), Diwan-i-Khas (salón de audiencias privadas) y el Chandra
Mahal (palacio de la Luna). En la armería del suntuoso palacio puede
contemplarse una de las mejores colecciones de armas existentes en toda la
India, incluyendo una espada cuyo peso supera los cinco kilos y que llegó a
pertenecer al famoso guerrero rajput
Akbar.
Apasionado por la
astronomía y la medición del tiempo, el maharajá
Jai Singh II mandó construir el amplísimo recinto del Jantar Mantar, uno de los
mayores y mejor conservados observatorios que se conocen. A simple vista parece
la exposición de una serie de curiosas esculturas e instrumentos, no obstante,
cada construcción responde a un objetivo concreto, los aparatos de medición del
sol, las estrellas, la formación de eclipses, etc.
En los amplísimos jardines de Ram Nivas se encuentra el museo Albert Hall.
Un bellísimo y señorial
edificio de piedra arenisca y mármol diseñado por Sir Swinton Jacob en estilo indoislámico, en cuyo interior se conservan interesantes colecciones
de arte popular, retratos de todos los maharajás
de Jaipur, instrumentos musicales y artes decorativas que ayudan a comprender
mejor la cultura y tradiciones indias. Su
alfombra persa del siglo XVI está considerada como una de las mejores del
mundo.
El Rambagh Palace, antigua residencia de Sawai Man Singh II, a no
dudarlo, es el palacio-hotel más famoso de todo el Rajasthan junto con el Lake
Palace de Udaipur y el Umaid Bhavan de Jodhpur. Destila elegancia hasta en sus
maravillosos jardines mogoles habitados por infinidad de pavos reales y en sus
lujosas habitaciones existen muebles originales de bambú, pinturas de gran
valor en las paredes e incrustaciones en todo el mobiliario. Un ambiente de
auténtico ensueño.
Jaipur se enorgullece también de poseer otros dos palacios convertidos
con posterioridad en hoteles. El Jai Mahal con más de 250 años de antigüedad,
frondoso jardín de estilo mogol, suites
decoradas con artesanía rajasthani y
objetos de un valor incalculable, amén del gran tablero de ajedrez con figuras
de escayola. El no menos suntuoso Rajmahal (siglo XVIII) fue también residencia
real durante las épocas veraniegas, después pasó a ser ocupado por el Residente
británico de Jaipur y posteriormente por el último maharajá hasta 1976.
En los alrededores de la ciudad, camino de Amber y situado en el centro
del lago Man Sagal se ubica el Palacio Jal Mahal, cuya construcción se inspira
claramente en el Jag Mandir de Udaipur. En el siglo XIX se convirtió en
pabellón de caza.
Frente al Jal Mahal y a los pies de la colina en la que se alza la
fortaleza de Nahargarh, se encuentran los cenotafios o chhatri de Gaitor. Un recinto que suele pasar desapercibido para
muchos viajeros y merece una detenida visita. Estos monumentos funerarios de
singular belleza empezaron a ser desarrollados por los gobernantes rajputs a semejanza de los sepulcros que
se erigían en memoria de relevantes personajes de origen musulmán. Dado que sus
cuerpos eran incinerados y las cenizas esparcidas en los ríos sagrados como el
Ganges, optaron por construir estos chhatri
que rememoraban el lugar donde había tenía lugar la cremación.
Los de Gaitor pertenecen a los gobernantes Kacchawaha y están esculpidos
en mármol blanco. Tanto las cúpulas como las columnas que las sostienen están
talladas con figuras mitológicas. Posiblemente el más impresionante de estos
cenotafios sea el del maharajá Sawai
Jai Singh II, uno de los más notables rajás que tuvo Jaipur y del que se cuenta
que a su muerte varias concubinas ardieron también en la misma pira funeraria,
sin olvidar el de Madho Singh II que tiene un friso decorado con pavos reales y
los más pequeños que corresponden a los hijos que tuvo este maharajá con diferentes mujeres.
BAZARES Y HAVELIS
Pasear por los bazares de la vieja Jaipur es tanto como adentrarse en un
mundo fascinante, vivir inmerso en un ambiente que resulta excitante. Calles saturadas de tenderetes,
mercaderes y artesanos, charlatanes, miles de curiosos, niños por todas partes
y bailarines. Un enjambre humano que parece moverse al margen del tráfico
caótico en el que proliferan bicicletas, motos, los omnipresentes rickshaws, desvencijados autobuses y
carromatos de toda índole guiados por elefantes, camellos, vacas y un
larguísimo etcétera. Un espectáculo multicolor que siempre entusiasma al
occidental ávido de sensaciones, un ambiente que aturde y embriaga pero ante el
que resulta imposible mostrarse indiferente dado que transpira el auténtico
embrujo de Oriente.
Aunque son infinidad, los bazares que gozan de mayor popularidad son el
Johri o mercado de los joyeros, el Bapu, también el Nehru e Indira en el que
suelen encontrarse todo tipo de telas, bordados o las tradicionales pantuflas;
el Krishanpol Bazaar dedicado mayoritariamente a los perfumes o bien el
Chandpol Bazaar, el lugar adecuado para comprar desde litografías o tallas de
sándalo hasta especias y toda clase de frutas y verduras.
Punto y aparte muy especial merecen los havelis. Existen unos edificios muy
característicos de Jaipur y de todo el Rajasthan, se trata de los havelis, prototipo de la casa urbana,
lugar donde antaño solían vivir varias familias de la misma casta, compartiendo
algunos servicios elementales.
Aunque
los inicios del Rajasthan se remontan muchos siglos, hasta la civilización del
valle del Indo, a lo largo de la historia no hay que olvidar la presencia de la
rica e influyente comunidad marwari
que ya tomó forma en la más remota antigüedad, aunque algunos vinculan
estrechamente su florecimiento a la época mogol (siglos XV a XIX) quizá porque
fue durante aquel periodo cuando tuvieron lugar las primeras migraciones de
comerciantes a lo largo y ancho de toda la India.
Dado
que los grandes mercaderes de esta bella zona del país fueron amasando
fortunas, en algunos casos incluso desproporcionadas, se dedicaron a construir
sus propios edificios: havelis y
cenotafios para ser recordados por la posteridad, tales como un templo, una
escuela, un jardín, un pozo o aljibe, lo cual era ciertamente todo un lujo en
una tierra principalmente desértica.
Los havelis
son
bellísimas construcciones, algunas de las cuales se han convertido con
posterioridad en confortables hoteles, tal es el caso, por citar un ejemplo,
del Samode, que dispone de unas habitaciones realmente encantadoras que parecen
salidas de las páginas de Las mil y una noches.
LA
FORTALEZA DE AMBER
A poco más de una decena de kilómetros y situado
entre las colinas que dominan la ciudad, se alza majestuoso el Amber Fort, una
auténtica maravilla que empezó a construirse en 1592 y en la cual se funden los
estilos mogol y rajput. Tanto en su
imponente exterior como en el interior de sus palacios, templos, escaleras,
columnas, estancias, pabellones, etc. es la riqueza arquitectónica la que
acapara el máximo interés y ante la que siempre hay que abrir bien los ojos
para no perderse detalle.
Para los visitantes con ánimo de sentirse más
identificados con el entorno, puede efectuarse un placentero viaje a lomos de
engalanados elefantes. Algo que siempre resulta inolvidable.
Dominando la fortaleza de Amber, en lo más alto de
las colinas circundantes, existen otros dos bastiones antaño inexpugnables. Se
trata de Jaigarh y Nahargarh, escenarios de excepción desde los que se divisan
excepcionales panorámicas de Jaipur y todos sus alrededores. A través de las
murallas almenadas de estas dos fortalezas se controlaban los accesos a Amber e
incluso existen pasadizos secretos que comunicaban entre sí a estos impresionantes
castillos.
En el punto culminante de Jaigarh se halla el
gigantesco cañón Jaivana. Fabricado en 1720, posee las ruedas más grandes del
mundo y para hacerlo girar sobre su eje eran necesarios cuatro elefantes (pesa
50 toneladas).
Jaipur, ciudad rica que disfrutó de grandes
privilegios, fue como Jaisalmer, Bikaner o Jodhpur, enclave importante en las
rutas de caravanas que partían hacia el valle del Indo o los puertos arábigos,
y rincón de encuentro para comerciantes notables y acaudalados mercaderes de
sedas, joyas, animales exóticos, especias, opio, incluso traficantes de jóvenes
doncellas que después eran vendidas a los poderosos príncipes. Todo un mundo de
gran actividad que quedó truncado con la aparición del ferrocarril, la
posterior influencia del puerto de Bombay y, definitivamente, al cerrarse la
frontera con Pakistán.
Rajasthan, la
antigua y legendaria Rajputana, escenario de algunas de las páginas más
vibrantes de la historia de la India, la tierra de los fastuosos y legendarios maharajás, de mujeres enjoyadas y
vestidas con multicolores saris, de grandes y multicolores fiestas, seduce y
apasiona al viajero dado que a través de sus rutas aún hoy la realidad sigue
confundiéndose con su fastuoso pasado.
(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE
FOTOS)