P H U K E T - S A M U I



EL ENCANTO DEL SUR TAILANDÉS

Considerado como el país más exótico del sudeste asiático, Tailandia está marcada por una cultura muy particular, una rica y variada herencia, además de poseer una gran variedad de bellezas naturales.
Su territorio está repleto de pueblos perdidos en la antigüedad y restos monumentales, magníficas pagodas, prang y chedis de piedra erigidos para honrar a Buda, algunos de ellos incluso en lo más intrincado de la selva. Existen en realidad pocos placeres que sean comparables a deambular por estos solitarios recintos cargados de misticismo y religiosidad e ir descubriendo sus maravillas arquitectónicas, no en balde la civilización thai vivió siglos de prosperidad, levantando ciudades monumentales y sofisticados templos.
En el norte del país y entre montañas, a la sombra del Doi Inthanon (el pico más elevado de todo el país a 2.599 metros de altitud) y cerca de las antiguas capitales de Ayuthaya y Sukhothai, mudos testigos de lejanas épocas de esplendor, el Mekong ejerce de frontera con Birmania y Laos. Y el llamado “triángulo de oro”, es el hogar de diversos grupos culturales que aún sobreviven, los hmong, mien, karen, yao, akha y tantos otros, que siguen fieles a sus costumbres y tradiciones más ancestrales. Un auténtico universo sin apenas moverse del mismo país.
Sin embargo, en el extremo sur es el mar el que domina, y más allá de la excitante Bangkok, comienza otro paisaje muy distinto y de una belleza incomparable. Un laberinto acuático entre rocas que impresionan a quien las contempla, salpicado de islotes y arrecifes, y en algunos de ellos pequeñas aldeas de pescadores levantadas sobre pilones de piedra en las que se vive al margen del resto del mundo y para los que el tiempo parece no existir. Rincones multicolores y apacibles como extraídos de las más fantásticas novelas de Joseph Conrad.
No es menos cierto que algunos de estos idílicos escenarios han comenzado a degradarse con la abrumadora presencia turística, no obstante, siguen permaneciendo muchos lugares en los que el sosiego y la tranquilidad invaden a quien se aproxima a disfrutar de ellos.
Mezcla de lo antiguo y lo más moderno, de espiritualidad y feroz materialismo, aferrada a sus raíces, pero a la vez cosmopolita, la historia de Tailandia es un compendio de auténticas contradicciones.
Distintas a todo lo imaginables, las islas de Phuket y Samui, con playas de verdadero ensueño, forman parte de un espectacular paisaje donde la belleza natural conserva todo su embrujo.

PHUKET: CERCA DEL PARAÍSO
El sueño de una escapada idílica a una isla tropical se transforma en realidad en Phuket, la isla paradisíaca del sur del país. Aquí se sitúan algunas de las playas más hermosas del continente asiático, panoramas magníficos y una selección de hoteles y bungalows capaces de satisfacer al turista más exigente.
Phuket es la mayor isla tailandesa, está situada en el mar de Andamán y al oeste de la península de Malasia
Los hippies, auténtica avanzadilla del turismo, fueron los primeros en descubrirla en los años sesenta. Aunque la industria turística ha conseguido, en un tiempo récord, explotar esta isla, la misma sigue siendo un destino perfecto para los amantes del sol y la dolce vita.
No es solamente el turismo lo que contribuye a su fama. Rica en estaño, caucho y cocoteros, tiene recursos sobrados para la prosperidad. Al pie de las colinas recubiertas por la selva, se despliegan las sombrillas de colores.
El centro de la población apenas es un puñado de calles de vieja construcción, muchas tiendas de artesanía local, en torno a un mercado de frutas y varios templos populares, entre ellos cabe destacar el wat Chalong, el más grande, y el wat Phra Thong siempre humeantes de incienso, abrigo de viejos devotos. Además son muy curiosas las residencias coloniales levantadas por los comerciantes chinos en el siglo XIX.
Para degustar la típica cocina thai, muy sabrosa, éste es el lugar más adecuado.
Las mejores playas están en la parte occidental de Phuket. Los arrecifes, en la costa oriental, se consideran excepcionales por la riqueza de su vida marina.
La ciudad de Phuket está a unos veinte minutos en coche de la playa de Patong, el principal centro turístico que se encuentra en el lado occidental de la isla.
Patong tiene una animada vida nocturna. Es el lugar perfecto para relajarse antes de regresar a Europa. Posee una larga playa con la infraestructura más desarrollada de la isla. El antiguo pueblo de pescadores ha desaparecido a favor de modernos hoteles, supermercados y tiendas. Por lo tanto, las ofertas para la práctica de los deportes acuáticos son muy amplias; se puede bucear mañana y tarde, aprovechar para hacer windsurfing o, simplemente flotar en las cálidas aguas con un sencillo equipo de buceo, antes de alquilar un catamarán.
Practicar deporte suele despertar el apetito. Los restaurantes de la bahía están especializados en mariscos preparados al estilo thai.
Desde Phuket parten barcos y lanchas. Naga Noi, por ejemplo, emerge enfrente de la costa oriental. Es el mayor cultivo de perlas de todo el país. Otra excursión interesante puede llevar al visitante hasta la bahía de Phangnga. Justo aquí llevó a cabo el propio James Bond, el agente 007, una de sus aventuras cinematográficas.
Es una buena idea recorrer en coche alquilado la isla partiendo del norte. La playa de Mai Khao está rodeada de casuarinas. Permanece cerrada desde noviembre a febrero, estación de desove de las tortugas gigantes.
La playa de Nai Yang está cerca del aeropuerto, en terrenos de un parque nacional. Excelente para bucear entre arrecifes de coral.
Las playas de Kata y Karon no están tan explotadas como la de Patong.
La playa de Nai Harn se encuentra al final de Phuket y era la preferida de los hippies .
En medio de la quietud, resultan deslumbrantes los atardeceres frente al mar en toda la isla.
Las canoas de larga y afilada proa presiden el paisaje marino. Los pescadores de perlas y coral las manejan arriba y abajo entre las playas y el horizonte, ora veloces, ora posadas como las libélulas, mientras un arriesgado nativo se zambulle en busca de las formas caprichosas del mundo submarino. La tentación de acompañarle por parte del visitante, se traduce pronto en un baño relajante. Basta introducir la cabeza bajo el agua para desvelarse el motivo de la obsesiva inmersión de los buceadores: en el silencio de las aguas se mecen todos los peces, chispean insólitas fosforescencias y el coral alfombra con fragilidad un fondo de blanca arena.
En el exterior, después del baño, aguarda un descanso tropical a la sombra de cualquier palmera al borde las aguas.
Si se prefiere tierra firme, pueden emprenderse excursiones isla adentro. Unos kilómetros al norte, el pueblo Takua Pa conserva el encanto particular que le confiere la mezcla de arquitectura chino-portuguesa. No hay que perderse el ambiente de Talad Kao, el mercado antiguo.
En la isla vale la pena visitar el Parque Nacional de Phra Taew con sus más de 2.300 hectáreas de bosque tropical. Es uno de los mejores parques del país, hábitat natural de macacos y jabalíes, existiendo el llamado Proyecto de Rehabilitación del gibón. Pueden visitarse las cascadas de Ton Sai y Bang Pae, un agradable lugar de picnic y baño que pueden visitarse en una jornada.
Phuket es una isla cuyo territorio está a sólo una hora de avión de Bangkok. Muy cerca del istmo, la isla enlaza con el continente por el puente Sarasin y se puede entonces alcanzar tanto por avión como en coche. Thai Airways Internacional tiene distintos vuelos que parten a diario desde la capital tailandesa, mientras que el aeropuerto de la isla conecta directamente con Hong Kong, Malasia y Singapur. Como alternativa, existen autobuses durante la noche, que van a Bangkok.
En la bahía que une la isla de Phuket con el extremo meridional del país, asomada al mar de Andamán y cerca de la frontera con Malasia, en esa zona, a través de un paisaje donde los pináculos calcáreos llegan a su máximo esplendor y fascinan por tratarse de un curioso fenómeno geológico, a bordo de una tradicional embarcación longtail boat (una piragua alargada con motor fueraborda) el visitante puede acercarse a Phangnga, donde centenares de islotes brotan como por arte de encantamiento en medio de un mar azul y verde intenso, como un catálogo de piedras preciosas: turquesas, esmeraldas, aguamarinas… En toda la zona existen cuevas con pinturas rupestres, que hablan sobre posibles emplazamientos rituales de antiguos pobladores.
Phangnga se halla a un centenar de kilómetros de Phuket y destaca por sus espectaculares paisajes, constituidos por enormes acantilados y extrañas formaciones rocosas que surgen del mar.
El litoral de Phangnga está bordeado de manglares habitados por macacos de cola de cerdo o el llamado pez caminante. Muchas de estas islas están deshabitadas.
Más allá de Phangnga y bordeando la bahía se llega a Krabi, cerca del estuario del río que le da nombre y se asegura que una de las ciudades más antiguas de Tailandia. Curioso su mercado al mismo borde del agua. Sus largas playas compiten con las de Phuket, están rodeadas de cocoteros y una buena infraestructura hotelera. Desde este punto hay posibilidad de desplazarse a otras islas no menos tentadoras.

LAS ISLAS PHI PHI
Navegando por aguas de un nítido azul turquesa, surgen como si se tratara de un espejismo y simulan algo irreal con unos precipicios de piedra caliza que se hunden en el mar, creciendo en cualquier resquicio de las paredes una enmarañada vegetación. En una de las orillas, de inmediato surge una acogedora y solitaria playa. Se trata de las islas Phi Phi.
Phi Phi Don y Phi Phi Leh están separadas por media hora en cualquier embarcación.
Phi Phi Don es la mayor de las dos islas y está formada por abruptas montañas cubiertas de densa vegetación que se precipitan en el mar formando impresionantes acantilados separados por playas de arena blanca. El paisaje tiene un cierto parecido con las islas Seychelles. Las embarcaciones suelen dejar a los visitantes en la bahía de Ton Sai.
En Phi Phi Don no hay vida nocturna ni instalaciones deportivas. Bucear es la actividad turística más atractiva; los arrecifes coralinos se extienden al sur de la bahía de Run Tee. Las aguas de la isla Bamboo, a menos de una hora de navegación, también son excelentes para la práctica del submarinismo.
Muchos de los nativos aseguran que existe una leyenda que narra las aventuras del príncipe Phaya Nak, el llamado “Señor de las Aguas”, quien llegó hasta aquí desde la India y a través del océano para rescatar a una hermosa princesa. Derrotó por el camino a numerosos gigantes, a los que venció y arrojó al mar, donde quedaron petrificados. Aunque la leyenda es de origen hindú, los pescadores de esta zona, ya sean budistas o incluso algún musulmán, la han asimilado como propia para definir a las inmensas rocas que surgen de este mar de Andamán.
La isla Phi PhI Leh es la hermana menor y está formada casi exclusivamente por imponentes arrecifes calizos que surgen directamente del mar. Bañarse resulta maravilloso en las espectaculares ensenadas de color turquesa y sus bellas playas se acercan mucho a la idea que el visitante tiene del paraíso.

SAMUI, UNA ISLA DE ENSUEÑO
Se llega a Koh Samui (koh significa isla) a través del golfo de Tailandia, desde Bangkok en avión, o en ferry desde Surat Thani. Está situada frente a la costa oriental, en el mar de la China meridional.
Samui es montañosa (el pico más alto tiene 636 metros) y está cubierta de cocoteros y atravesada por múltiples arroyos. La isla cuenta con ricos recursos naturales, playas de blanca arena y barreras de coral, aunque la riqueza principal se basa principalmente en el turismo.
Na Thon es el pueblo más importante y posiblemente el más animado, con muchos cafés y tiendas de artesanía. El mercado empieza cuando los pescadores vuelven de faenar, a las dos de la madrugada.
La playa de Chaweng es el lugar donde encontrar todo tipo de alojamientos, sin olvidar a Lamai.
Koh Samui está rodeada por unas ochenta islas menores, las más conocidas de las cuales son Phangan y Koh Tao o “isla de la tortuga”, cuyos habitantes son pescadores y cultivadores de cocos. Phangan está poco explotada y gusta por su tranquilo ritmo de vida, todavía más relajado que en Koh Samui.
Si la variedad es la esencia de la vida, Tailandia asegura una estancia muy excitante. No sólo ofrece unas estupendas playas, sino también una vasta elección de localidades balnearias. Entre éstas, la isla de Samui es una auténtica joya.
Mientras Pattaya concilia la ciudad de Bangkok con el mar y Phuket añade lujo a las bellezas naturales, Samui conserva la idílica simplicidad de un refugio tropical. Esta isla está caracterizada por playas casi desiertas con finas arenas blancas, por aguas cristalinas y por plantaciones de coco y arrozales. En ella existe la posibilidad de vivir otra vez la experiencia de Robinson Crusoe, pero con todas las comodidades modernas.
A miles de kilómetros de la civilización, donde los vientos duermen y el hechizo del mar en calma ofrece una sensual invitación a los buscadores de placer, Phuket, Samui y el resto de islas, olvidadas en la inmensidad del mar de Andamán y el golfo de Tailandia y como una auténtica explosión de la naturaleza, evocan mil fantasías de evasión y atraen con su magia indescriptible al viajero ávido de relajación rodeado de la salvaje belleza de estos rincones incomparables.

(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)