EL RÍO DE LA VIDA Y LA MUERTE
Los ríos fluyen hacia el mar con nombres distintos, como diversos son los lugares donde se hallan sus fuentes. Del mismo modo, en cada tierra las gentes veneran al Ser Supremo, único y todopoderoso, aunque muchos sean también los nombres que le llaman.
De todos los ríos, el Ganges es el más importante y no sólo porque a través de sus 2.600 kilómetros de longitud riega el norte de la India , convierte en fértiles sus tierras y es una vía natural de comunicación, sino sobre todo porque en sus aguas lleva consigo la espiritualidad.
Bañarse en el Ganges, dirigirse en peregrinación a alguno de los muchos lugares sagrados y que sus cenizas sean esparcidas por la corriente del río, constituyen las máximas aspiraciones de todos los hindúes. Por extraño que parezca, si bien sus aguas están contaminadas por desperdicios y cadáveres en descomposición, no transmiten ninguna enfermedad y poseen, incluso, notables propiedades.
Las aguas del río sagrado han fluido desde el inicio de los siglos, tienen su origen en el centro del Universo y descienden a la tierra a través de los cabellos enredados del dios Shiva.
Citada en el poema épico del Mahabharata, la diosa Ganga es venerada por todos los hindúes como principio de fertilidad y nace en Gaumuck tras resquebrajarse su lengua de hielo, a más de cuatro mil metros de altitud y en la vertiente meridional del Himalaya, la gran cordillera, muralla natural que aísla al subcontinente indio del mundo exterior y paradójicamente contribuye a cohesionar su mundo interior.
LA SAGRADA FUENTE DEL GANGES
A unos veinte kilómetros del glaciar que da origen al río Bhagirathi, que así se llama en su tramo inicial, Gangotri es un lugar sagrado y punto de cita ineludible para santones y peregrinos. Tal y como cuenta la mitología hindú, en éste lugar se supone que, para redimir la maldición que pesaba sobre sus antepasados, el rey Bhagirath adoró al dios Shiva durante muchos años de penitencia y, como premio a su perseverancia, las aguas descendieron cielo abajo a través de un torrente devastador que pudo haber destrozado el planeta de no haberlo detenido Shiva súbitamente. Una piedra cerca del templo indica hasta donde llegaron las aguas.
Como cualquier lugar objeto de peregrinaje, Gangotri esta siempre repleto de sadhus que deambulan vestidos con telas de color azafrán y ocre, con las habituales marcas de ceniza en la frente, algunos de ellos portando tridentes y todos con el obligatorio kamandalam (vasija de agua). La mayoría cantando bhajans (canto devocional en sánscrito) mientras caminan descalzos, acompañando la música de sus sistrums o chimtas. El ambiente, que duda cabe, está impregnado de misticismo y profunda religiosidad.
Gangotri es uno de los cuatro santuarios o Char Dham (literalmente significa cuatro moradas) de peregrinación. Los otros tres lugares que componen la ruta son Yamunotri (en el nacimiento del río Yamuna); Kedarnath (cerca de la cabecera del río Mandakini), y Badrinath (a orillas del río Alaknanda ). Todos ellos en la región del Garhwal himaláyico.
El río sagrado prosigue su avance hasta Uttarkashi, donde se ubica otro templo dedicado al dios Shiva, atraviesa la población de Tehri y con posterioridad continúa hasta Devaprayag, localidad en la que recibe el curso del Alaknanda (río que con anterioridad, a la altura de Rudraprayag confluye con el Mandakini). Lo cierto es que esta región la atraviesan muchos ríos, todos ellos procedentes de glaciares que tienen su origen en las elevadas cumbres del Himalaya.
CAMINO DE ALLAHABAD
Después de cruzar la cordillera de los Siwalik, que se alza paralela al Himalaya, a través de una estrecha garganta se aproxima a Rishikesh y más adelante desciende hasta Haridwar, lugar donde comienza el curso del Ganges propiamente dicho a través de la llanura indogangética.
A lo largo de su recorrido baña distintas ciudades, algunas de las cuales se consideran sagradas y son objeto de peregrinación por millones de fieles hinduistas, tal es el caso tanto de Rishikesh como de la propia Haridwar.
Rishikesh está considerada como la capital mundial del yoga y es punto de partida para muchas expediciones de trekking a las grandes cumbres. En ella existen muchos ashram o centros de meditación y estudio del hinduismo. Curiosamente, en los años sesenta alcanzó cierta popularidad por ser donde el Maharishi Mahesh Yogi recibió a los famosos Beatles.
A su paso, el Ganges se muestra con aguas nítidas y transparentes. En el ghat de Triveni, no lejos del templo Bharat Mandir, al alba y en la hora del crepúsculo, se concentran infinidad de gentes para realizar sus abluciones.
Por su parte, Haridwar es una ciudad muy antigua y el punto donde el río abandona el Himalaya para proseguir su lento fluir. Otro enclave especialmente sagrado.
Después, ya en el estado de Uttar Pradesh, uno de los mayores en extensión y con mayor densidad de población de toda la India, el Ganges sigue su curso atravesando Farrukhabad y luego Kanpur, recibiendo las aguas de otros cinco ríos lo que le convierte aún en más caudaloso.
Más adelante, el río llega a uno de sus puntos culminantes, Allahabad, una de las ciudades más emblemáticas del país.
En la confluencia del Ganges, el Yamuna y el mítico Sarasvati, en el llamado sangam, es donde los hinduistas acuden a purificar el alma al menos una vez durante su vida. En este enclave de especial significación fueron esparcidas las cenizas de Mahatma Gandhi y el Pandit Nehru.
Allahabad es la ciudad que los arios conocían con el nombre de Prayag. En ella la Compañía de las Indias Orientales traspasó el control de la India al gobierno británico en 1858, y en una reunión celebrada por el partido del Congreso indio en 1920, Mahatma Gandhi propuso su programa de resistencia no violenta para luchar por la independencia del país.
El centro de la ciudad es muy bullicioso y el tráfico caótico, destacando la fortaleza construida por Akbar en 1583, en cuyo jardín se conserva la columna de Ashoka, que data del año 232. Por su parte, Anand Bhavan, la residencia familiar de los Nehru, está considerada como uno de los mejores museos históricos de todo el país.
Allahabad junto con Haridwar, Nasik y Ujaín, son las ciudades donde, cada doce años (un día en la vida de los dioses equivale a doce años de un mortal), tiene lugar la fiesta del Kumbh Mela, la mayor concentración humana, la celebración religiosa más extraordinaria que se conoce en el mundo entero, a la que acuden de todas partes de la geografía india caravanas con grupos de santones, cortejos de leprosos y enfermos, séquitos de maharajás, mujeres, niños, ancianos y ascetas. Una muchedumbre que anhela espiritualidad.
El cansancio y la inquietud hacen desaparecer toda clase de diferencias entre las gentes que festejan el Kumbh Mela. La opulencia y la miseria tienen el mismo destino, quedan anulados los rangos y la multitud permanece unida por el humilde ropaje del peregrino.
Una manifestación, un encuentro multitudinario, un rito asombroso que absorbe los sentidos. Se calcula que en el último Kumbh Mela celebrado en Allahabad llegaron a la ciudad más de veinte millones de personas.
BENARES, ESENCIA PURA DEL HINDUISMO
El Ganges tiene su centro más importante en Benarés, la ciudad de Shiva, donde toda relación natural, familiar y cotidiana con lo sagrado se transforma, además, en multitudinaria.
En Benarés, cada mañana amanecen la vida y la muerte, porque en ella la muerte es sólo el inicio infatigable de un nuevo ciclo.
Esta ciudad sagrada es la meta para millones de peregrinos, personas de cualesquiera condición, campesinos y santones, personajes de relevancia social y parias, hambrientos y famélicos, pero la más solemne de todas ellas es la que camina desnuda porque tiene el propósito de la santidad y todos la ven pasar con reverencia, como si ya no perteneciese a la vida y la propia vida fuera claudicación. Gentes que no buscan el equilibrio vital en la posesión, sino en la ausencia de deseos materiales, no en balde para quienes practican una religión que predica el carácter ilusorio de la realidad, aceptar lo efímero de las posesiones terrenales resulta algo completamente natural.
Lógicamente, en esta parte del mundo no se está exento de codicia y avaricia, pero la religión relativiza el valor de toda riqueza material, de ahí que no resulte infrecuente que un hombre que ha pasado toda su vida amasando una fortuna, en lugar de disfrutarla en sus últimos años de existencia, decida practicar la vida ascética.
Para cualquier hindú, budista o jaín, ya sea un paria o un brahmán, la permanencia en la vida es un sufrimiento, por lo tanto, la salvación debe pasar por la aniquilación de ese sufrimiento que sólo se puede alcanzar dejando de ser, extinguiéndose en el todo, en el Dios absoluto, lo que implica huir de la rueda de las reencarnaciones.
Para algunas de estas gentes que acuden a Benarés, el viaje ha supuesto dejar atrás semanas, quizá meses, de sacrificios y penalidades, pero todo se da por bien empleado con tal de llegar a la sublime recompensa: sumergirse en las aguas del sagrado Ganges.
La alegría de los indios es la de quien sabe que el tiempo no existe. Para ellos la vida tiene un sentido muy relativo y, sin embargo, la respetan hasta el punto de que el hinduismo tomó la propia existencia vital como fundamento.
Con los primeros destellos del alba, las sinuosas callejuelas que conducen a los ghats, las escalinatas a orillas del Ganga Ma se convierten en auténticos ríos humanos.
Las calles están llenas de vida como de color porque en ellas están todos los colores de la vida y las escenas que pueden contemplarse cautivan al foráneo que observa la espiritualidad de quienes acuden a purificarse. Tratar de conocer a estas gentes, contemplar sus rostros, mirarse en sus ojos y convivir con ellos a través de una ciudad o un país que más que un territorio geográfico es un estado anímico, es algo que siempre ha excitado la imaginación occidental.
Es al amanecer cuando se inician los ritos. Pobres y ricos, jóvenes y ancianos se confunden bajo las turbias aguas y en el ambiente se respira un profundo misticismo que jamás deja indiferente a quien lo contempla.
Al margen de ello, deambulando por la ciudad resulta fácil encontrarse comitivas que transportan mortajas camino del ghat de Manikarnika, el principal crematorio, donde las piras funerarias arden día y noche sin cesar.
Benarés o Varanasi, la más importante de las ciudades sagradas de toda la India , destila esencias imperecederas. Denominada la ciudad de la muerte, es para los hinduistas la antesala de la auténtica vida, una ciudad donde las sensaciones fluyen de forma incesante.
Después de los ghats de Benarés, las aguas del Ganges discurren silenciosas a los pies de los enormes muros de la fortaleza de Ramnagar y más adelante recibe otros afluentes como el Ghaghara (que viene del Himalaya), al Son (que procede del Deccan) y al norte de Patna (capital del estado de Bihar) al Gandak y al Kosi, entre otros, de ahí que el río siga aumentando de forma considerable su caudal. Al sudoeste de Varanasi (Benarés), el Ganges remolinea alrededor de un peñón de gran magnitud, en cuya cima y ubicada de forma estratégica se alza majestuosa la fortaleza de Chunar, de singular importancia en las incesantes luchas que mantuvieron los pashtun y los mogoles en el siglo XVI.
Dejando atrás las colinas de Rajmahal se dirige al este, hacia las tierras bengalíes, atravesando la abigarrada Calcuta, una de las ciudades más populosas de la India. Las aguas del que entonces recibe el nombre de Hooghly, en toda su amplitud y majestuosidad cruza bajo el puente de Howrah (a diario lo cruzan más de 200.000 vehículos y casi cuatro millones de personas).
EL MAYOR DELTA DEL MUNDO
Una vez en Bangladesh, el curso principal del Ganges (conocido en estas latitudes con el nombre de Padma) se une al también caudaloso Brahmaputra y otros ríos que proceden tanto del Tíbet como de las lluviosas planicies de Assam, donde se registran los índices de precipitación más elevados del mundo, formando el mayor delta de nuestro planeta con sus 105.000 kilómetros cuadrados de extensión y convirtiendo la región en inmensos lagos salpicados por islotes, canales y bosques tropicales. Un paraíso de lujuriosa vegetación, el hábitat del tigre de Bengala, los denominados sundarbans o “bocas del Ganges”. Si se considera que finalmente el Brahmaputra es un afluente del Ganges, éste último se convierte en el tercer río del mundo por caudal, con alrededor de 35.000 metros cúbicos/segundo en Chandpur, al sur de Dhaka, en el principal brazo del delta, el Meghma, en igualdad con el río Orinoco en América del Sur.
Esta región del delta es muy fértil y en ella se produce sobre todo yute, té y arroz. Más de 150 millones de personas viven en esta región, muy a pesar del riesgo de inundaciones. Hay que tener en cuenta que las lluvias suelen ser torrenciales durante el monzón. Auténticas trombas de agua provocan tremendas crecidas en los ríos que todo lo invaden y causan desbordamientos, los cuales traen consigo fuertes estragos que suelen durar varias semanas, en ocasiones hasta meses.
Dado que nada se puede hacer para impedirlo y estas catástrofes naturales forman parte de su vida cotidiana, los indios lo aceptan con total resignación. Rebelarse contra la furia de los elementos sería como hacerlo contra los designios de los dioses. El monzón forma parte del ciclo de la vida en la India septentrional y Bangladesh muy especialmente.
Administrativamente el delta del Ganges pertenece a la India y Bangladesh. La reserva natural de Sundarbans clasificada por la UNESCO como Patrimonio Mundial de la Humanidad, cubre aproximadamente 2.600 kilómetros cuadrados de intrincados manglares
El agua del río limpia los cuerpos, pero es el alma más que el cuerpo el que busca la pureza. Las cenizas que se diluyen en el Ganges son almas que se despiden de sus cuerpos para entrar en unión con Dios. Y lo mismo que las cenizas no son el final, sino el inicio de una nueva vida, la muerte del Ganges termina por fertilizar las tierras del inmenso delta al llegar al mar de Bengala.