P E T R A

                                       LA CIUDAD PERDIDA EN EL DESIERTO

Ignorada durante siglos inmersa en su extrema soledad, recóndita, hermosa, fascinante… Ciudad perdida entre un laberinto de montañas, las cuales a su vez están perdidas también en medio de un desierto…
Quince siglos antes de la Héjira ya habían comenzado los árabes a civilizar la hostil geografía del desierto y se produjo la aparición de algunos reinos, entre los cuales, uno de los más importantes, fue el de los nabateos, pueblo nómada que ocupó las tierras de Edom, asentándose en un extraño lugar al que después los romanos llamaron Petra.

Alá dictó el Corán a unos hombres que habían humanizado el desierto y llegado a la plenitud de los tiempos. Unos tiempos que habían comenzado con un hombre: Abraham.
Dice el libro del Génesis, cuyo contenido es la historia de los orígenes de la humanidad, que fue Abraham el primer beduino, patriarca y profeta.
Y cuenta también que, habiendo llegado a la vejez sin tener descendencia, a instancias de su mujer Sara, Abraham yació con una esclava egipcia llamada Agar y ella engendró a Ismael.
Transcurrido algún tiempo y por voluntad de Dios, Sara quedó encinta, dando a luz un hijo al que pusieron por nombre Isaac, quien después se convertiría en patriarca del pueblo de Israel.
Creció el niño y fue destetado, y con tal motivo se organizó un banquete, siendo entonces cuando Sara le pidió a su anciano esposo que expulsara a la esclava y a su hijo.
Disgustado y preso de remordimientos aunque siguiendo el mandato divino, Abraham les entregó una hogaza de pan y un odre de agua, dejándoles marchar hacia el desierto de Beer-Seba.
Abandonados a la soledad, la esclava Agar prorrumpió en sollozos, siendo entonces cuando escuchó una voz que le dijo: "Levántate mujer, coge a tu hijo y tómalo de la mano porque de él haré un gran pueblo".
Ismael fue el padre del pueblo árabe.
Y el Génesis dice bien.
Según la tradición árabe, Petra es el lugar donde Moisés en el Éxodo del pueblo de Israel desde Egipto, hizo que brotase una fuente de la piedra al golpearla con su bastón. La aldea cerca del wadi Musa y algunos otros lugares, todavía recuerdan a Moisés. Su hermana Myriam tiene una tumba allí. Y la historia también recuerda que la ciudad de Petra se halla al pie de la montaña donde se hallaba la tumba del profeta Aaron.

EL REINO DE LOS NABATEOS
Aunque se hace difícil reconstruir la historia de aquellos tiempos, se asegura que el reino nabateo surgió de la ciudad-estado de Petra, un abrupto lugar rodeado de desiertos que en nada se parecen a otros de nuestro planeta, por lo general llenos de dunas y palmeras. Este es un desierto de montañas y piedras, es el desierto de la Arabia pétrea.
Tan sólo aparecen de forma esporádica en el territorio algunos wadis, que son cauces secos por los que en otros tiempos corría el agua en la brevísima estación de las lluvias. Un enclave perdido en medio de una dureza extrema y en el que era imposible la vida.
Los nabateos bien pronto comprendieron las cualidades del camello y lo convirtieron en su aliado para atravesar el desierto con sus mercaderías. La presencia de agua y la seguridad proporcionada por el emplazamiento de Petra hizo de ella una parada natural en la intersección de varias rutas de caravanas que conectaban Egipto, Siria y Arabia con el sur del Mediterráneo, cargadas especialmente con productos de lujo: especias y seda de la India, marfil de África, perlas del Mar Rojo e incienso del sur de Arabia. En aquellos tiempos la resina del "árbol del incienso" (Boswellia) era codiciada en todo el mundo antiguo como una ofrenda religiosa especialmente valiosa y también como medicina.
La actividad comercial generada por las caravanas y las tasas percibidas producían importantes beneficios para los nabateos. Como resultado, la ciudad albergó desde el siglo V a.C. un importante mercado.
En el año 106 d.C. (probablemente después de la muerte del último rey nabateo), el emperador romano Trajano se anexionó Petra, convirtiéndola en la nueva provincia romana de Arabia.
La decadencia de la ciudad nabatea comenzó cuando, ya ocupada por los romanos, estos eligieron Palmira, más al norte, en Siria, como centro de todas las rutas comerciales.
El cristianismo penetró en Petra en el siglo IV, casi quinientos años después de la creación de la ciudad como centro comercial. En el año 325 d.C., la cristiandad se convirtió en una de las religiones estatales del imperio, lo que influyó también en la provincia y en Petra. En el año 330, el emperador Constantino I el Grande creó el Imperio romano de Oriente, con su capital en Constantinopla y Petra y toda su provincia pasaron a ser parte de dicho imperio.
Cuando llegó la invasión musulmana en el siglo VII, Petra había pasado a la oscuridad y la única actividad se registró cuando los cruzados se instalaron allí brevemente y construyeron un fortificación. Después, se convirtió en una ciudad olvidada en el desierto y las montañas inaccesibles que la protegían se convirtieron en guardianes de sus secretos. Incluso los eruditos que sabían de su existencia, ignoraban dónde podía estar ubicada. Solamente era conocida por los beduinos, quienes no sentían inclinación por revelar su existencia temerosos de que la influencia de los extranjeros pudiera interferir con su modo de vida.

AL KHAZNEH : EL TESORO
El lugar era tan remoto e inaccesible que fue desconocido desde la época de las Cruzadas hasta el siglo XIX, concretamente en 1812, en que el joven explorador suizo J. Burckhardt, que se hallaba en ruta desde Damasco hasta El Cairo, oyó hablar a las gentes del lugar sobre la existencia de unas fantásticas ruinas escondidas entre las montañas del wadi Musa. Ataviado con ropas árabes y acompañado por un guía beduino visitó la ciudad aunque brevemente para no levantar sospechas.
Burckhardt se adentró en el camino más sobrecogedor que pueda imaginarse. Una estrecha garganta de colosales proporciones. Una sacudida telúrica ocurrida en la época de los grandes reptiles había partido la montaña en dos, produciendo un desfiladero de más de un kilómetro de longitud. El Siq, el principal y enigmático acceso a la ciudad de Petra
La belleza y las provocaciones arqueológicas del desfiladero obligan a detenerse para contemplarlo a cada paso, observando con detalle enigmáticas rocas, dibujos excavados en las piedras y betilos (piedras ovoides o cuadrangulares erigidas en honor a Dushara, el dios principal de los nabateos).
Al igual que le ocurrió a Burckhardt, cualquier visitante en la actualidad queda sobrecogido al penetrar a través de esta garganta con rocas a ambos lados que tienen alrededor de cien metros de altitud. La extraña belleza de su recorrido no es algo preparado para impresionar al viajero. Es la geografía natural de Petra.
En algunos lugares el desfiladero se estrecha de forma considerable y, cuando se empieza a pensar que es un pasadizo sin fin, aparece el primer atisbo de su indudable esplendor. De repente, como una sublime aparición, surgen los destellos del más impresionante de los monumentos de la ciudad: Al Khazneh, un templo-mausoleo tallado en la arenisca rojiza, una maravilla cincelada hace dos mil años y una joya del arte helenístico. Uno de los símbolos de Petra.
La arenisca de esta ciudad perdida durante siglos nada tiene que ver con la mano del hombre, toda ella es un calidoscopio geológico.
En lo más alto de este templo-mausoleo existe una urna en torno a la cual existe una leyenda asegurando que, a lo largo de los tiempos, miles de beduinos han estado disparando con sus espingardas creyendo que en su interior podrían hallarse los tesoros de un antiguo faraón. Sus frustradas esperanzas han acabado por dar nombre al edificio: el Tesoro.
La primera vista de Al Khazneh, apenas salido del Siq, es realmente asombrosa, tanto, que la prosa descriptiva nunca hará justicia a esta experiencia. Excavado enteramente en la roca, las grandes columnas corintias de la fachada y su interesante decorado están preservados del viento y la lluvia por la cornisa de roca de la parte superior. Está inspirado en el arte clásico helenístico y data su construcción muy posiblemente del siglo I d.C.
Todavía sigue siendo motivo de discusión si fue tumba o templo. Las figuras de la fachada detalladamente talladas, representan divinidades mitológicas de los nabateos.
Al igual que sucede con los demás monumentos de esta ciudad, es la fachada lo que más impresiona. En el interior sólo existe una sala cuadrada sin adornos, con otra más pequeña en la parte posterior.
El mundo del cine no pudo renunciar a la aparición espectacular de este singular monumento y lo aprovechó para una de las escenas más recordadas de las aventuras de Indiana Jones.
Aunque la visita a Petra se inicia con el Siq y Al Khazneh, una de sus joyas más espectaculares, el resto de la misteriosa ciudad nabatea no desmerece en absoluto.
Tomando en secreto notas y bosquejos, Burckhardt llegó a escribir: “Parece bastante probable que las ruinas que hay en wadi Musa sean las de la antigua Petra”.
El explorador suizo no pudo prolongar por más tiempo su estancia, pero se prometió a sí mismo que volvería a Petra. Tras varios años de viajes e investigaciones, una disentería acabó a los 33 años con su vida, siendo enterrado en el cementerio de El Cairo.
Seis años más tarde, dos oficiales británicos de la Royal Navy,  Irby y Mangles, siguiendo una misión arqueológica visitaron durante un par de días la ciudad. A aquellos beduinos de Petra, la presencia de estos dos hombres debieron parecerles unos locos y quien sabe si se beneficiaron del respeto que todas las culturas primitivas sienten por el demente. Fueron ellos los que en la lejanía avistaron una urna en lo alto de una montaña, una urna que debía pertenecer a un edificio de colosales proporciones. Presentían una maravilla y se dispusieron a caminar hasta aquel recóndito lugar. Avanzaron a través de las montañas, acantilados gigantescos, wadis profundos… la fascinante geografía de Petra. Por los caminos que siglos atrás cruzaban las caravanas de Damasco, los jóvenes llegaron a perderse en aquel laberinto intrincado y agotados físicamente decidieron abandonar su búsqueda. Años después, sirviéndose de las anotaciones de Burckhardt y los oficiales ingleses, un hombre se adentró en aquellos remotos lugares, era francés y se llamaba Leon de Laborde.
Posteriormente, tuvieron lugar las primeras excavaciones arqueológicas que se realizaron en la ciudad, bajo la supervisión de la Escuela Arqueológica Británica en Jerusalén. Grupos de arqueólogos jordanos y extranjeros, han logrado sacar a la superficie varias zonas, revelándonos muchos datos sobre la vida de sus antiguos habitantes.

LA MAGIA DE PETRA ESTÁ TALLADA EN LAS ROCAS
Estelas funerarias, recuerdo y símbolo de los muertos allí enterrados a cada paso, tumbas, pilastras, conductos… lugares que fueron habitados por los nabateos, un pueblo que llegó a dejar una extraordinaria huella para la eternidad.
Aunque han corrido ríos de tinta sobre Petra, nada prepara al visitante en realidad para este impactante lugar. Hay que observarla con detenimiento e intensidad para poder admirar la extraña belleza que esconden sus piedras.
Pasado Al Khazneh se encuentra la calle de las Fachadas, una hilera de casas o tumbas con decoraciones de origen asirio. Esta calle conduce al Teatro, un diseño nabateo ampliado después por los romanos. Data su construcción del siglo I d.C. y tenía un aforo de unos siete mil espectadores. Destaca el buen estado de sus 33 filas y su perfecta acústica.
De las más de 500 tumbas que se encuentran en Petra, las Tumbas Reales son tal vez las más impresionantes. Este grupo está compuesto por: Tumba de la Urna, Tumba de la Seda, Tumba Corintia y Palacio de las Tumbas. Su construcción data aproximadamente del 70 d.C.
Tumba de la Urna. Esta gran tumba puede competir en tamaño con el Monasterio y el Tesoro. Por las tres ábsides como por las inscripciones que se hallan en su interior, se sabe que esta tumba fue convertida en iglesia bizantina en el 446 d.C. Los dibujos en las rocas son impresionantes y resulta difícil imaginar cómo las lisas paredes y los afilados bordes fueron tallados con tanta precisión.
Tumba de la Seda. Esta tumba menor, está dañada por elementos natrales y en ella resaltan sus estrías de colores y sus cuatro columnas soportando una doble cornisa.
Tumba Corintia. El diseño de esta tumba ha confundido a muchos arquitectos porque parece ser la mezcla de varios elementos. La parte alta es una imitación del Tesoro y la baja es una evidente copia del Siq Triclinio. De lo poco que queda de esta tumba debido a los terremotos se deduce que fue excavada para ser vista solamente.
Tumba del Palacio. Se encuentra situada en el lado norte de la Tumba Corintia, llamada así por el gran parecido con un palacio romano. En su fachada se hallan cuatro puertas, las dos centrales están coronadas por frontones triangulares, mientras que las laterales por frontones partidos. La parte alta del edificio está compuesto por una serie de columnas.
Mausoleo de Sextios Florentinus. Apartada de las Tumbas Reales, se halla la tumba dedicada al administrador romano de la provincia de Arabia, Sextios Florentinus, siendo la única tumba en Petra que se encuentra fechada (130 d.C.). Sobre la puerta principal hay una dedicatoria en latín, en honor y los atributos del muerto que la ocupaba.
Una vez que el visitante ha llegado a la calle Columnada, se encuentra en el corazón de la ciudad de Petra. Posiblemente en otros tiempos fue el centro de la vida cotidiana, la calle principal con sus casas, mercados, etc.
Al final de esta calle Columnada se ubica la Puerta del Témenos, dejando a un lado la Iglesia Bizantina y el Templo del León Alado, llamado así por los leones esculpidos que rematan los capiteles de las columnas.
El Palacio de la Niña, el Museo, camino hacia el Monasterio el Triclinium del León.

AL DEIR : EL MONASTERIO
Pasando los Obeliscos y bajando por otro camino diferente, se puede llegar a wadi Farasa, lugar donde se encuentra la Tumba del Soldado Romano, en su época conectada con el opuesto Triclinium por una calle con columnas. Por su estilo de arquitectura sugiere que la tumba fue excavada después de la anexión romana (106 d.C.).
Para llegar al Altar del Sacrificio es preciso realizar una ascensión a través de escaleras talladas en las propias rocas. El altar se ubica en la cima de una montaña de 1.035 metros de altitud, desde la cual recrea con espectaculares panorámicas sobre toda la ciudad.
Y por fin Al Deir (el Monasterio). El monumento más espectacular de Petra, junto con Al Khazneh. Se encuentra situado a considerable distancia del centro de la ciudad en una planicie alta y abierta, tras ascender unas empinadas escaleras, pero vale realmente la pena. Carece de elementos arquitectónicos como el Tesoro y sus capiteles son de tipo nabateo. Su construcción data del siglo II d.C. y fue utilizado con posterioridad como monasterio durante la época bizantina.
Ningún monumento en Petra expresa el modo de sentir y pensar de aquellos árabes. Era la última obra importante de los escultores nabateos. El sepulcro del último de sus reyes. El mismo año de su muerte, Roma ocupó la ciudad y la anexionó a su imperio.
Cinco siglos después, la ciudad había desaparecido del mundo civilizado. Los edificios se fueron erosionando poco a poco y a partir de entonces, las montañas, las gargantas… la propia naturaleza iba a convertirse en la inmensa tumba de Petra, la que fue capital del gran reino árabe del desierto.
Recorriendo esta intrincada geografía cabe, sin duda, preguntarse: ¿Cómo fue posible tanta prosperidad en medio de un desierto inhóspito? La respuesta estuvo en el agua. Los nabateos lograron que durante las lluvias de primavera, que son breves pero intensas, que no se perdiese ni una gota. Cisternas, canalizaciones, conductos, toda una ingeniería prodigiosa al servicio de la gente del lugar. Se calcula que unos 20.000 o 30.000 habitantes vivieron aquí, al margen de la población flotante constituida por los mercaderes y gentes de las caravanas… Y tenían tanta agua después de las lluvias que incluso llegaron a tener jardines y una fuente en la calle principal de la ciudad.
Termas, muros, escaleras, pilastras, tumbas, edificios enteros siguen aguardando bajo los sedimentos del wadi Musa. Aseguran los arqueólogos que el día que Petra sea totalmente excavada se resolverán muchos enigmas de la historia y será, sin duda, uno de los lugares arqueológicos más importantes de todo el Medio Oriente.
El hallazgo de estas ciudades perdidas como Petra, sacó a la luz culturas desconocidas. Alguien dijo que en la actual Jordania resulta casi imposible dar una palada sin encontrarse con algún resto del pasado.
Sus monumentos, que son muchos, no están construidos de manera convencional, sino esculpidos en las paredes verticales de grandes precipicios, en un recóndito valle protegido por el propio desierto y las altas montañas y desfiladeros que rodean esta mítica ciudad.
Resulta muy difícil no sucumbir al misterioso encanto de las ciudades perdidas. Ahora, transcurridos muchos siglos desde que vivieron sus épocas de mayor esplendor y sepultadas por el polvo de la historia, siguen asombrando a quien las contempla y trata de alguna forma de rescatar lo que el pasado ocultó.
La soledad de este enclave fascinante proporciona una incomparable sensación de descubrimiento. La auténtica magia de Petra está tallada en las paredes de las rocas, pero también anida en lo más profundo de los sueños de los viajeros.