ESPLENDOR DEL IMPERIO JEMER


T E M P L O S    D E    A N G K O R

Los templos de Angkor constituyen el conjunto arquitectónico religioso más imponente de la historia de la humanidad.
Angkor es una región de Camboya que alojó las sucesivas capitales del Imperio jemer durante su época de mayor esplendor. Dominaron el sudeste asiático, desde el mar de la China hasta el golfo de Bengala, especialmente entre los siglos IX y XV de nuestra Era. Sus monumentos y templos se encuentran cerca de la actual ciudad de Siem Reap y fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1992.
Sólo recientemente esta área ha sido recuperada de la selva, con la excepción de su templo más importante, Angkor Wat, que aunque dedicado originalmente al dios hindú Vishnú, nunca llegó a abandonarse, siendo mantenido desde hace siglos por monjes budistas.
Soberbios desde el punto de vista de su ejecución y estéticamente inigualables, evidencian la grandeza cultural del pueblo jemer en virtud de su magnificencia conceptual y su fantástica expresividad simbólica. En la cúspide de su apogeo intelectual, político y social, durante los siglos XII y XIII, el Imperio Jemer consiguió plasmar en sus edificaciones sagradas la más alta manifestación de unos conocimientos científicos y espirituales cuyos orígenes se difuminan en el remoto pasado histórico del Indostán, que fue traspasado hasta esta zona del sudeste asiático.
En aquella época el hinduismo era la religión dominante. La organización y construcción de los templos tiene su origen simbólico en el Monte Meru, considerado como el hogar de los dioses y el centro del universo hindú, por lo que la mayoría de templos de este periodo tratan de representar el ascenso al monte con escaleras muy pronunciadas, las cuales simbolizan el ascenso a la montaña sagrada, mientras que los templos elevados y sus característicos remates evocan la cima de la montaña. A partir de la entrada del budismo, los templos se tornaron más horizontales y las imágenes de Buda reemplazaron la iconografía anterior. En Angkor se dan varios casos de templos de origen hinduista que posteriormente fueron reformados como templos budistas..
Los templos de Angkor representan mucho más que la muestra de una civilización preeminente, condensan en su conjunto el grandioso resultado de todo el bagaje cultural hindú y budista manifestado por los cánones y preceptos autóctonos del viejo pueblo camboyano.
El hallazgo de estas maravillas arquitectónicas fue por auténtica casualidad. Siempre permanecieron ocultas en la selva para el mundo occidental hasta que en 1860 el naturalista francés Henri Mouhot, que se hallaba explorando algunas zonas del sudeste asiático, fue el primero en encontrar los vestigios de lo que parecía pertenecer a un gran conjunto arquitectónico. Aunque en principio quizá no fue consciente de su importante hallazgo, tras publicarse después de su muerte en 1861 a causa de unas fiebres, un libro sobre sus viajes dio a conocer el antiguo complejo en toda Europa. El más maravilloso legado del Imperio Jemer.

ANGKOR WAT
Se trata del mayor templo-montaña del complejo arqueológico de Angkor. Está situado a seis kilómetros de Siem Reap. Fue construido durante la primera mitad del siglo XII, bajo el mandato del rey Suryavarman II, en honor de Vishnú. Se calcula que las obras pudieron durar alrededor de treinta años. Este templo es el máximo exponente del estilo arquitectónico del mismo nombre.
La orientación de Angkor Wat es la primera característica de esta magnífica edificación, ya que su acceso está en línea con el oeste, punto cardinal relacionado con Vishnú, pero también con la muerte, lo que hizo pensar en un principio que esta construcción era en realidad un recinto funerario.
El templo se levanta en mitad de un foso artificial de 190 metros de ancho, que tiene forma rectangular y unas dimensiones sorprendentes: 1.500 metros por 1.300 metros. Todo su contorno está rodeado por un inmenso muro de 1.205 metros de largo por 800 metros de ancho, que dispone de una entrada en cada uno de sus cuatro flancos.
El ingreso al monumento se realiza a través de una calzada de unos 475 metros de longitud que está decorada con dos elaboradas balaustradas en forma de naga (los nagas son un tipo de seres o semidioses inferiores con forma de serpiente) que conduce al grupo principal del complejo siguiendo un eje cuidadosamente calculado este-oeste. A la derecha del pórtico occidental por el que se accede al recinto hay una gigantesca escultura de Vishnú ante la que siempre se encuentran fieles rezando. En algunos dinteles del corredor porticado próximos a la deidad se pueden observar impactos de bala, como evidencia de los combates que se libraron en este lugar durante la década de los años setenta.
A medida que el visitante camina hacia el corazón de Angkor Wat está cubriendo un camino simbólico de retroceso hacia el tiempo primero de la existencia del universo, debido a que rigurosos estudios arquitectónicos han demostrado que las dimensiones del templo recrean sin margen de error las duraciones temporales atribuidas por la mitología hindú a las cuatro eras de su cosmología. A este respecto, cabe apuntar que ninguna otra construcción de Camboya muestras tantos y tan elaborados detalles que ratifiquen la tradición de los arquitectos reales jemeres de reproducir en sus diseños todo el universo físico y filosófico impuesto por la religión y los deseos del devaraja o dios-rey.
Antes de desembocar en el templo central, la calzada cruza entre dos edificios gemelos: las antiguas bibliotecas de Angkor Wat, que se han beneficiado de una exhaustiva restauración. A continuación, y también a ambos lados de las balaustradas, hay dos estanques ceremoniales, donde a primera hora de la mañana brotan hermosos lirios acuáticos.
El templo propiamente dicho consta de tres pisos o niveles distintos, que rodean un patio interior amurallado y repleto de laberínticos corredores. En cada uno de los cuatro ángulos de los pisos segundo y tercero se construyeron originalmente otras tantas torres si bien solo permanecen completas las del último nivel, que rodean a la gran atalaya central que simboliza el mismísimo Monte Meru. Debajo de ella se ubica el santuario principal de Angkor Wat, donde en su día se encontraba una monumental estatua de oro del dios Vishnú con los rasgos del rey Suryavarman II, constructor del templo.
Además de su increíble simetría, su armonía arquitectónica, y su matemática precisión técnica para recrear en materiales terrenos concepciones míticas del universo filosófico hindú, Angkor Wat también destaca por sus maravillosos e inigualables relieves, a los que sólo se llegan a asemejar las tallas parietales del templo Bayon. Desde la cara interior del pórtico occidental, hasta los patios interiores que rodean el santuario, hay miles y miles de figuras cinceladas en los muros con una precisión magistral. Las apsaras o ninfas celestiales son el motivo más repetido. Su textura, formas y acabado no tienen parangón en todo el sudeste asiático.
Pero los relieves más importantes del templo se hallan en el muro interior de la galería que rodea el primer nivel del recinto central. Comenzando por el muro sudoccidental, los relieves pueden agruparse en ocho lienzos de temática independiente. El primero de ellos representa la Batalla de Kurukshetra, según la narración del poema épico Mahabharata, y muestra a los ejércitos de los míticos Pandavas y Kauravas avanzando hacia el combate.
El primer lienzo del muro meridional está dedicado al poderoso y triunfal Ejército de Suryavarman II, quien preside la comitiva a lomos de un enorme elefante. En el extremo opuesto del corredor se recrea la concepción mitológica del Cielo y el Infierno, mediante paneles superpuestos. El superior muestra los gozosos placeres y la ostentosidad del mundo celestial, mientras que el inferior previene a los condenados de los horrores  a que serán sometidos en el averno.
En la mitad sur de la galería oriental se encuentra el que es probablemente el relieve más famoso de todos los existentes en Angkor: La Agitación del Océano de Leche, leyenda mitológica que relata como dioses y demonios, ayudados por Vishnú encaramado en una tortuga, entablaron una titánica lucha utilizando una naga que enrollaron a modo de cuerda en torno al Monte Mandala para hacerle girar y de este modo batir el Océano de Leche para obtener de él un elixir de la inmortalidad. En el siguiente relieve de esta galería nos encontramos de nuevo con Vishnú venciendo a los demonios, para lo cual cuenta con la ayuda de Garuda, su vehículo mitad hombre mitad pájaro.
Al enfilar la galería norte puede observarse en primer lugar un lienzo en el que aparece la historia de Krishna y el Rey Demonio. El siguiente relieve repite en cierto modo la temática al mostrar la Batalla de los Dioses y los Demonios, en la que nuevamente Vishnú, en esta ocasión en compañía de Shiva, se enfrenta a sus terribles enemigos.
Finalmente, en la galería noroccidental se puede contemplar otro combate: La Batalla de Lanka, un episodio del poema épico hindú Ramayana.

ANGKOR THOM
La ciudad fortificada de Angkor Thom fue la última capital del Imperio jemer y tiene alrededor de diez kilómetros cuadrados de extensión. Fue erigida por el principal constructor de Angkor, Jayavarman VII (que reinó de 1181 a 1215) y llegó al poder tras el desastroso pillaje de la capital jemer anterior, centrada alrededor de Baphuon, a manos de los invasores del reino Cham.
Angkor Thom, que pudo haber contado con alrededor de un millón de habitantes (más que cualquier otra ciudad de la época), se halla encerrada por una muralla cuadrada de ocho metros de altura y doce kilómetros de longitud. También está rodeada por un foso de un centenar de metros de altura que, se asegura, estaba protegido por un gran número de feroces cocodrilos.
La ciudad tiene cinco puertas monumentales.
Angkor Thom alberga algunos de los monumentos más impresionantes del Imperio jemer, como son el Bayon, máximo representante del estilo arquitectónico al que da el nombre y el segundo templo más conocido de Camboya, después del Angkor Wat; al margen del Recinto Real, Phimeanakas, la Terraza de los Elefantes y la Terraza del Rey Leproso.

BAYON
Es el principal templo de Angkor Thom y fue construido por Jayavarman VII casi cien años más tarde que Angkor Wat. Se ubica en el centro exacto de la ciudad. Probablemente la característica más destacada de este templo radique en el extraño y perturbador tercer nivel con sus 49 torres que proyectan 172 rostros fríos y sonrientes de Avalokiteshvara, el bodhisattva de la Compasión.
Casi tan extraordinarios son los 1.200 metros de bajorrelieves de Bayon, que incorporan más de once mil figuras. Las famosas tallas de la muralla exterior del primer nivel representan animadas escenas de la vida en la Camboya del siglo XII.

LA TERRAZA DE LOS ELEFANTES
La Terraza de los Elefantes se extiende a lo largo de 300 metros y desde ella se domina la enorme explanada de la Plaza Real. Fue utilizada a modo de gigantesca tarima para observar las ceremonias públicas y sirvió como base para el gran salón de audiencias del rey. Este monumento consta de tres plataformas decoradas con espléndidos relieves a los que se accede mediante unas escalinatas situadas junto a un muro de contención que muestran fantásticas tallas de garudas y leones. La denominación de esta terraza proviene de la gran cantidad de elefantes que constituyen el motivo principal decorativo de la fachada frontal. Estos elefantes fueron cincelados de todas las maneras posibles, manteniendo como característica común una perfección de acabado realmente magistral.

LA TERRAZA DEL REY LEPROSO
Este formidable monumento se halla en el extremo norte de la terraza de los elefantes. Tiene unas dimensiones mucho más reducidas (mide alrededor de 25 metros de base).
Si los relieves del muro exterior son impresionantes, los que se encuentran en el paramento interior son aún mucho mejores y presentan un excelente estado de conservación.
La estatua del Rey Leproso que preside el conjunto es una réplica. La talla original se halla en el Museo Nacional de Phnom Penh. Existen teorías que argumentan que la escultura, desnuda y carente de sexo, representa a Jayavarman VII, quien es posible que padeciera la enfermedad de la lepra y por ello construyó durante su reinado gran cantidad de hospitales. No obstante, esta suposición carece de un fundamento sólido. Otros expertos creen identificar la estatua como Kubera, el dios de la riqueza, que según la tradición era leproso. Pero una inscripción en la escultura, realizada entre los siglos XIV y XV, hace referencia a Yama, el dios de la muerte, lo que hace suponer que posiblemente esta terraza fue el crematorio real del palacio, en el que fueron incinerados los restos del monarca después de su defunción.

BAPHUON
El Baphuon es uno de los pocos edificios (a unos 200 metros al noroeste del Bayón) que quedan en pie de la antigua capital jemer antes de que fuese construida Angkor Thom.
Erigido en forma piramidal como una representación del Monte Meru, este templo fue construido a mediados del siglo XI bajo el reinado de Udayadityavarman II en honor al dios Shiva. En su estado original Baphuon llegó a alcanzar unos 43 metros de altura, pero en la actualidad se ha reducido considerablemente debido al estado ruinoso que presenta la mayor parte del conjunto arquitectónico. Muchos paramentos se han derrumbado casi en su totalidad, impidiendo reconocer con facilidad la gigantesca forma de un Buda reclinado que fue añadido en relieve al santuario algunos años después de su primitiva consagración al hinduismo.

PHIMEANAKAS
Al norte del Baphuon se encuentra el Phimeanakas o Palacio aéreo. Es el único monumento que permanece en pie en el interior del Recinto Real, donde llegó a levantarse la residencia oficial de los reyes jemeres.
Se trata de otra representación del Monte Meru y fue construido a finales del siglo X o principios del siglo XI, bajo el reinado de los monarcas Jayavarman V y Udayadityavarman I. La calzada que conduce a su acceso principal, en el lado este del edificio, lleva directamente a la plataforma central de la Terraza de los Elefantes.
Según una tradición legendaria. Phimeanakas estaba coronado por un enorme pináculo de oro debajo del cual dormía cada noche el rey de Angkor junto al espíritu con forma femenina de una serpiente de nueve cabezas.

Existen infinidad de templos, ciudadelas, estanques de abluciones y recintos de dimensiones extraordinarias, tales como Phnom Bakheng, Ta Prhom (aún cubierto en parte por la selva), Preah Khan (sus relieves de apsaras son magníficos), Preah Neak Pean (con un santuario budista en el centro), Banteay Kdei, Sras Srang, Ta Keo, Pre Rup… aparte de los muchos que existen en los alrededores de Angkor. El majestuoso legado jemer resulta poco menos que inverosímil, de ahí que no sean suficientes unos pocos días para extasiarse en su contemplación.
Los reyes que gobernaron este Imperio utilizaron las vastas riquezas y la gran abundancia de mano de obra para llevar a cabo todos estos monumentales proyectos.
Muchos de los templos situados alrededor de Angkor fueron construidos para servir como centros de culto a través de los cuales se identificaba a personajes importantes con alguna de las divinidades del panteón indio, asegurándose de tal forma la inmortalidad. Su hallazgo a finales del siglo XIX significó el inicio de un proceso de estudio y conservación por parte de expertos franceses, el cual tuvo que interrumpirse durante la brutal y cruenta guerra civil de los jemeres rojos que se prolongó hasta 1980. Con posterioridad y tras ser considerados los templos de Angkor como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, aún prosiguen los estudios y trabajos en favor de restituir y conservar la primitiva y singular belleza de este legado de extraordinaria magnitud, ubicado en la más intrincada selva de Indochina, en el corazón de Camboya.