GOA

EL EXOTISMO TROPICAL DE LA INDIA



Abandonada al idílico sosiego de la costa Malabar, enclave singular en el que durante siglos convivieron culturas de Oriente y Occidente, la apacible Goa, merced a la belleza de sus solitarias playas, la excelente infraestructura hotelera y los vestigios coloniales que aún perduran como muestra fehaciente de su esplendor de antaño, se ha convertido a lo largo de las últimas décadas en un privilegiado destino turístico.

Situada en la parte occidental de la península de Decán, desde Goa hasta el cabo Comorín, Malabar es la costa de las palmeras y los mágicos atardeceres, la primera región india en recibir las lluvias monzónicas y debido a ello favorecida por la naturaleza con una exuberante vegetación.
Su proximidad geográfica con el sur de Arabia desempeñó en otros tiempos un papel principal en el comercio de la copra, té, madera, caucho, sedas, especias, etc… a través del océano Indico, no en balde los veleros que procedían de Europa, realizando sus rutas por el cabo de Buena Esperanza, convirtieron puertos como los de Cochín, Mangalore, Calicut, Quilon o Trivandrum, (en los actuales Estados de Karnataka y Kerala) en unos enclaves de gran actividad, transformándose con posterioridad en lugares de ocio para los extranjeros, pero también para los propios indios.
Esta es la Goa de la que todos hemos oído hablar. Una costa de más de un centenar de kilómetros, salpicada de algunas de las playas más bellas del mundo. La palabra “ocio” bien pudo acuñarse aquí. Sin embargo, sería un sustituto pobre para lo que es el “socegado” de Goa. Cualquiera que la haya visitado entenderá que resulta inútil intentar traducir esta palabra. Se trata de una embriagadora mezcla de letargo y sentido de no limitación del tiempo.
La colonización portuguesa dejó, que duda cabe, una profunda huella en estas tierras y su historia arranca cuando al filo de 1510 llegaron las naves al mando del luso Alfonso de Albuquerque, quien con un millar de hombres derrotó a las fuerzas del sultán de Bijapur, fundando posteriormente una colonia denominada -vieja Goa-.
La iglesia católica tuvo también una influencia decisiva, llegando a ejercer una especial hegemonía en los siglos XVII y XVIII hasta que la capital se trasladó a Panjim (1750) y después a la nueva Goa (1843). La crisis portuguesa en el siglo XIX y después el hecho de lograr India la independencia en 1947 propició su fin como colonia en 1961.
El más pequeño de los Estados indios junto con las islas de Damao y Diu, en la década de los setenta vio convertirse su suelo en el paraíso elegido por el movimiento hippie que empezó a llenar sus playas de Colva, Calangute y Anjuna, sirviendo de alguna forma como punto de arranque para un inusitado auge turístico en épocas posteriores.
En los últimos años, nuevas tendencias y una cultura india más acentuada han hecho variar el panorama, no obstante, la auténtica identidad de Goa no se ha perdido, antes al contrario sigue fiel a un pasado siempre rodeado de mitos y leyendas.

PANAJI : UNA CIUDAD CON AIRE PROVINCIANO


Apenas llegar al aeropuerto de Dabolim, el recorrido hasta Panaji (la antigua Panjim) impacta de inmediato por la saturación de palmerales y plantaciones de caña de azúcar que convierten el paisaje en una fantasía tropical capaz de revolucionar los sentidos. Pronto se advierte que es otra India por completo diferente a la conocida a través de las desérticas tierras del Rajasthán, la abigarrada Bombay o las tórridas llanuras del Maharashtra, y donde parece quedar olvidado el acendrado misticismo y fervor religioso tan común en otras regiones del país, de ahí que el ambiente resulte mucho más distendido, dejando entrever otras expectativas por completo distintas.
La férrea dominación de los portugueses introdujo cambios radicales e incluso acabó por destruir templos hinduistas y musulmanes (aunque persisten algunos como el de Mangesh, de gran belleza), confiriéndole a todo el territorio un aire más occidental, por ello quizá haya tenido menos dificultades de adaptación a la hora de abrirse al turismo internacional aunque sin perder sus raíces de profundo exotismo. Se trata realmente de un punto y aparte muy especial, y buena muestra de ello es que en los últimos años ha pasado a ser un lugar idóneo para el ocio incluso para los propios indios.
De todas formas, la mezcla de las culturas portuguesa e india resulta evidente en muchas partes. Las esculturas de los santos que adornan las iglesias de Goa son cristianas, aunque sus rostros y expresiones son totalmente indios. Las jóvenes que van a las ceremonias religiosas con mantilla y abanico, escuchan la misa en su lengua nativa, el konkani, sin embargo, estas mismas jóvenes son las que colocan en los laterales de las iglesias jazmines de fuertes fragancias como ofrenda a las diosas hindúes.
Panaji es la capital del Estado. Situada a orillas del río Mandovi, tiene un toque provinciano y un tanto decadente que acostumbra a cautivar al viajero apenas empieza a deambular a través de sus tortuosas callejuelas, éstas salpicadas con pequeños edificios de tipo colonial que tienen un encanto muy peculiar. El bulevar junto al río, desde donde se divisa la legendaria ciudadela del Aguada Fort, es uno de los lugares que aglutina mayores atractivos, no en balde por él transita un mundo multicolor que termina por fascinar hasta límites insospechados. El antiguo palacio del sultán que después se convirtió en residencia del Virrey, así como la iglesia de la Inmaculada Concepción con su espectacular fachada barroca que data de 1541, son también puntos de ineludible visita, aparte del embarcadero que recibe a diario al vapor que procede de Bombay (excepto en la época monzónica), lo cual constituye poco menos que un auténtico espectáculo.
Sin embargo, nada es comparable a un paseo sin prisas por la -vieja Goa-, la que fuera centro de mayor importancia durante la dominación lusitana, cuando llegó a ser calificada como “la perla de Oriente”. Un pequeño y a la vez seductor rincón rodeado de vetustas edificaciones y calles en las que aún pueden contemplarse escenas impregnadas de nostálgico romanticismo, un enclave acogedor repleto de viejas tabernas en las que es posible echarse un trago de feni (bebida elaborada a base de coco) o donde resulta simplemente ideal contemplar cuanto sucede alrededor, algo que supone, sin duda, una enriquecedora experiencia.
En la -vieja Goa- existe un gran número de conventos e iglesias, mudos testigos de un cristianismo floreciente durante siglos. Nuestra Señora del Rosario, el convento de Santa Mónica, cerca del embarcadero la preciosa iglesia de San Cayetano, la capilla de Santa Catalina o la Catedral, distinguido ejemplo de arquitectura barroca y de la que se dice que es la iglesia cristiana más grande de todo el continente asiático, rodeada de acogedores jardines. A escasos metros de distancia, es en la basílica del Bom Jesús donde se conserva el cuerpo incorrupto de San Francisco Javier, el que fuera evangelizador en la India y que, pese a morir en la costa china, cerca de Cantón, fue trasladado después a Goa (1622) convirtiéndose a partir de entonces en un lugar de peregrinación. La urna en la que está depositado el cuerpo del santo se halla en una tumba de mármol y alabastro obsequio del Gran Duque de Toscana, con incrustaciones de piedras semipreciosas y relieves en bronce que reproducen escenas de su vida.
Las gentes de este pequeño paraíso asomado al mar arábigo son sencillas, amistosas y encantadoras. De alguna forma tipifican el pausado ritmo de vida de esta región. Incluso este ritmo tranquilo se detiene por la tarde cuando la mayoría de sus habitantes cierran para echarse una larga siesta.
Junto con Mapusa, Vasco da Gama y Margao, Panaji es uno de los pocos centros urbanos de Goa. El resto son grupos de casas que la mayoría de las veces son demasiado pequeños para denominarse pueblos. Para mucha gente, ésta es la verdadera Goa.

SOLITARIAS PLAYAS DE ENSUEÑO

Si realmente encantadoras son las pequeñas poblaciones cerca de la costa, adentrarse en el interior para observar como se desenvuelve la vida rural es un auténtico placer. Las gentes, los edificios, las blancas iglesias construidas hace tres y cuatro siglos con influencias góticas y barrocas, sus fiestas tradicionales, sus mercados, los tenderetes ambulantes de bebidas, verduras y  frutas… la convierten en otra India diferente pero tanto o más exótica y multicolor.
Margao, hacia el sur, se halla situada en una de las regiones más fértiles y ricas. Su mercado de pescados, cocos y flores resulta todo un alarde visual para el visitante, así como las notables mansiones de viejos terratenientes, con sus balcones de madera y sencillos pero seductores jardines. Algo realmente encantador.
En ruta hacia el norte de Panaji se encuentra la playa de Calangute, importante centro turístico, y más allá Candolim, Anjuna (muy famosa por sus fiestas) Vagator y Morgim. Un litoral de blancas arenas que supone la más sensual invitación a quienes buscan disfrutar del placer de la tranquilidad, bañándose bajo el tórrido sol y rodeados de un tropical paisaje.
En Colva, en el litoral sur y a la altura de Margao, es donde se ubica muy posiblemente la más reconocida de las playas de Goa (con 30 kilómetros de longitud). Lejos del agobio de los núcleos de población, en su proximidad existen buenos hoteles, muchos bazares, infinidad de vendedores ambulantes e incluso con frecuencia suelen realizarse espectáculos al aire libre. El regreso de los pescadores después de faenar en alta mar, y el rito que sigue a continuación, cuando seleccionan su mercancía en los cestos que con posterioridad serán distribuidos hacia los mercados, supone todo un aliciente para el viajero ávido de sensaciones.
Chapora, rodeada de doradas playas, exuberantes plantaciones de palmeras y su vieja fortaleza, así como Mapusa, Mormugao y Vasco da Gama, constituyen, asimismo, una serie de recónditos pueblos que son una auténtica delicia.
Aunque uno podría pasarse todas las vacaciones en las idílicas playas, tampoco se debe perder la experiencia inolvidable que supone explorar el interior. Estas regiones montañosas poseen una riqueza de belleza natural y una forma de vida totalmente diferente. La naturaleza ha sido generosa con Goa y le ha donado plantaciones de mangos, cardamomos y piñas que se extienden a lo largo de kilómetros de tierras vírgenes. El clima cálido y lánguido completa esta sensual imagen paradisíaca.

UNA EXQUISITA GASTRONOMÍA

Entre las muchas galas que Goa luce, una de las más características es la de ser un destino de excepción para el gastrónomo. La costa es una zona donde se encuentran todo tipo de mariscos. Entre otras especialidades abundan las exquisitas gambas, ostras, langostas, cangrejos, calamares y mejillones. Todas ellas imbuidas de los inimitables sabores de la cocina local, la inspiración en el uso de las especias, con una pizca de chili y una gran variedad de curries.
Estos sabores se prestan bien a los platos exóticos de carne y pollo de la tierra. El vindaloo gusta a todos, el cortanto sorpotal, el pollo cafrial y el xacuti que son únicos, así como las suculentas salchichas son algunos de las mejores especialidades.
Para los vegetarianos hay una deliciosa cocina konkani, a la vez que un gran número de restaurantes repartidos por todas las poblaciones de Goa.

LA MAGIA DEL MONZÓN

Un antiguo proverbio local dice que aquí nunca llueve, sino que diluvia. La majestuosa furia de los monzones en esta región costera comienza en junio y acostumbra a durar tres meses. Si se le pregunta a la gente de la región, muchos le dirán que ésta es la mejor época para visitar Goa, porque es la más hermosa. La mayoría de los visitantes estará de acuerdo con esto, porque ver el monzón de Goa es algo impresionante.
Las nubes monzónicas acercándose desde el mar son un espectáculo inigualable que muchos visitantes se pierden. Con la llegada del monzón, las horas se mecen en días maravillosos y pausados empapados de agua. Vale la pena sentarse en una terraza a ver como todo se detiene a su alrededor. Es un buen momento para meditar en los simples placeres de unas vacaciones en estas tierras inolvidables, siempre acompañado de un buen vaso de feni, o quizá dos, y hacer planes para el próximo cambio de tiempo.
El mar siempre activo, actúa magníficamente en esta ocasión. Las laderas de las colinas se vuelven de un verde lujurioso, al tiempo que los árboles agradecen nubes tormentosas y la vegetación de la tierra crece con rapidez. Los ríos corren con entusiasmo renovado y la paz reina de forma incontestable en este idílico paraíso indio.
Goa es un mosaico de los más atractivos colores en el que la naturaleza se complació hasta convertirlo en un jardín de exuberante vegetación, montañas moteadas con extensas plantaciones, un clima muy cálido, tranquilas playas y todo ello salpicado con unas gentes de infinita amabilidad.
Sin lugar a ningún género de dudas, Goa representa el exotismo tropical de la India.