HISTÓRICA, TURÍSTICA Y MARINERA
Situada al norte de la Comunidad Valenciana, en la comarca del Bajo Maestrazgo y en un punto privilegiado de la costa levantina, la extensión de su municipio discurre paralela al litoral, repartida equitativamente entre las superficies forestales y los cálidos cultivos, en los que no faltan el naranjo, el olivo y el almendro, Peñíscola es una ciudad que a lo largo de los siglos ha sido escenario de los múltiples avatares de su historia. Turística porque sus gentes siempre han permanecido con los brazos abiertos, tratando de demostrar su solidaridad con los foráneos que a ella se han aproximado para descubrir sus encantos. Y finalmente con amplia vocación marinera, no en balde se halla asomada al maravilloso balcón del azul Mediterráneo.
La ciudad se sitúa en un tómbolo, una península rocosa, en origen unida a tierra solamente por un istmo de arena, que hacía fácil su defensa, aunque ocasionalmente se inundaba y quedaba sepultado bajo el agua del mar. Actualmente, debido a la construcción del puerto y de los edificios en el istmo, este curioso hecho ha desaparecido. Sobre la peña se levanta su casco viejo, del que sobresale el castillo del Papa Luna, dividiendo la costa de Peñíscola en dos mitades absolutamente diferentes.
Dispone de amplias playas tanto al norte como al sur de la península del castillo. El término municipal incluye una de las sierras litorales más vírgenes de la costa valenciana, la sierra de Irta, que acaba en el mar en una costa rocosa baja y en algunos puntos, de altos acantilados, como el de la Badum. La sierra ocupa las dos terceras partes meridionales del término de 81 km². La parte septentrional es una pequeña llanura aluvial que comparte con Benicarló y que llega desde el mar hasta las cimas del Puig.
Son abundantes los vestigios arqueológicos hallados en las cercanías del tómbolo, en los yacimientos de Poaig y Els Barrancs, que confirman el poblamiento de la zona por algún pueblo ibérico, así como la relación entre estos y los mercaderes fenicios que llegaron por mar. En Peñíscola se asentaron, probablemente, los fenicios procedentes de Tiro y poco después los griegos de Zacinto. Más tarde llegarían por mar cartagineses, romanos, bizantinos y árabes.
Los testimonios escritos más antiguos y verosímiles acerca del conocimiento de la ciudad en el orbe antiguo, cabe buscarlos, sin embargo, en las citas de Hecateo (siglo VI a. C.), Estrabón (siglo I a. C.) y Rufo Festo Avieno (siglo IV a. C.) que en sus descripciones de la costa mencionan la ciudad de Quersónesos, nombre que darían los griegos a la ciudad y cuya traducción significa península.
Peñíscola, colonia griega y romana, fue importante puerto a través del que entraron productos manufacturados (cerámica, telas, armas, etc.) que los colonizadores intercambiaron por el preciado vino y aceite de oliva de los íberos que poblaban las sierras del litoral.
Fueron los romanos, quienes al traducir el nombre griego de la ciudad al latín (en el decir de prestigiosos filólogos) dieron origen al topónimo actual de Peníscola (forma autóctona del valenciano). La forma Peñíscola en castellano se originó a raíz de una alteración al traducirse del valenciano, debida al cruce con la palabra «peña».
Desde el año 718 en que Tarik concluye la conquista hasta 1233, la ciudad de Peñíscola vivió bajo dominio musulmán. Los geógrafos árabes aluden a Peñíscola (a la que llamaron Banáskula o Baniskula por adaptación del topónimo a su lengua) como castillo inexpugnable junto al mar, que está poblado, tuvo alquerías, cultivos, abundancia de aguas e importantes salinas. Desde la fortaleza, que fue frontera con la cristiandad, los moros piratearon el litoral y realizaron incursiones en Cataluña.
Peñíscola fue cuna de personajes ilustres como el Rey Lobo 'Mohamed ben San, Aben Mardanis' (1124) que logró mantener un reino musulmán en el sudeste de la península ibérica frente a los invasores bereberes, y el literato Alí Albatá, que intervino en las negociaciones con el rey Jaime I.
Aunque ya lo había intentado en 1225 sitiándola durante dos meses, no fue hasta 1233 cuando Jaime I tomó posesión de la ciudad, recuperando también el dominio sobre el mar. Fue una conquista pacífica. Tras la caída de Burriana que dejó aislados los castillos musulmanes del norte, la ciudad se entregó sin lucha y bajo ciertos pactos que respetaban las leyes y costumbres sarracenas.
El 28 de enero de 1251, sin embargo, Jaime I de Aragón otorgó carta de población a la ciudad a fuero de Valencia, en virtud de la cual desposeyó a los moros de todos sus bienes, propiedades que entregó a los nuevos pobladores cristianos. Esta medida propició la consolidación demográfica y económica de la ciudad, iniciándose una etapa de prosperidad.
Entre los años 1294 y 1307 fue construido el actual castillo Templario sobre los restos de la alcazaba árabe. Los promotores fueron frey Berenguer de Cardona, que era el Maestre de la Orden del Temple en Aragón y Cataluña y frey Arnaldo de Banyuls, que era el Comendador de Peñíscola. Los escudos de ambos se conservan esculpidos en piedra formando fajas heráldicas situadas por encima de la puerta de acceso al castillo y también sobre la puerta de la basílica.
A caballo entre los siglos siglo XIV y siglo XV, el Cisma de Occidente marcaría la historia de la Iglesia con la presencia simultánea de dos Papas. Uno de ellos fue Pedro Martínez de Luna, más conocido como el Papa Luna. Sustituyó a Clemente VII como Papa de Aviñón con el nombre de Benedicto XIII, al tiempo que otro Papa se instalaba en Roma con la obediencia de ingleses, alemanes e italianos. Desautorizado, el Papa Luna se autoexilió a Peñíscola donde entró el 21 de julio de 1411 asentando allí la sede pontificia y convirtiendo su castillo en palacio y biblioteca pontificia tanto para él como para su sucesor, Clemente VIII, el también aragonés Gil Sánchez Muñoz, segundo Papa de Peñíscola, el cual, tras la muerte de Benedicto XIII el 23 de mayo de 1423, fue elegido en Peñíscola por los partidarios del Papa Luna, quien gobernó entre 1424 y 1429. Su renuncia al cargo acabó con el Cisma de Occidente.
Tras el periodo pontificio Peñíscola regresa a la jurisdicción real, siendo una de las villas de realengo del Reino de Valencia, al igual que Morella, Burriana, Játiva, Alcira, etc.
Durante la época moderna se construyeron las murallas renacentistas, finalizándose en 1578, a cargo del arquitecto militar de Felipe II, Giovanni Battista Antonelli, siendo uno de los ejemplos más relevantes de fortificación del Mediterráneo. Guardan un gran parecido con las murallas de Ibiza. La razón de estas construcciones fue la gran presión de la piratería y la amenaza turca en el siglo XVI.
Durante las Germanías, el castillo de Peñíscola fue refugio del virrey de Valencia.
Tras un periodo de crisis local a finales del siglo XVII, después del cambio dinástico a los Borbones, la población protagonizó uno de los capítulos más relevantes de su historia. Se declaró partidaria del bando borbónico, junto a su gobernador militar, Sancho de Echeverría y Orcolaga.
El Reino de Valencia, en su mayoría era partidario del aspirante al trono austríaco, al igual que el resto de reinos de la Corona de Aragón, por lo cual Peñíscola fue sitiada durante dos años, principalmente por destacamentos ingleses y holandeses. Uno de los capítulos más relevantes de este sitio fue la llamada «Batalla de las Trincheras».
Finalmente, tras resultar vencedor de la Guerra de Sucesión Española, Felipe V declara a Peñíscola como ciudad, con los títulos de «Muy Noble, Leal y Fidelísima Ciudad». Así mismo fue beneficiada fiscalmente y su consejo ennoblecido.
Recuerdo de aquel episodio es la iglesia-ermitorio de la Virgen de la Ermitana, construida por el gobernador militar de la ciudad, Sancho de Echevarría.
Durante la ocupación francesa Peñíscola fue objeto de operaciones militares por su valor estratégico y militar, conquistada por el general napoleónico Suchet, el 2 de febrero de 1812, la población fue expulsada de la ciudadela, refugiándose en la Sierra de Irta. Posteriormente fue reconquistada por el general Francisco Javier de Elío el 25 de mayo de 1814, tras un intenso bombardeo que asoló todo el caserío.
Durante el XIX y principios del XX, las principales actividades económicas de la ciudad fueron la agricultura y la pesca. Destacó la producción de vino, muy apreciado y exportado a través del cercano puerto de Benicarló. Tras la epidemia de la filoxera, los cultivos de secano locales se centraron en el algarrobo, el olivo y el almendro.
En 1922 se finalizó la construcción del puerto pesquero, infraestructura muy reclamada por el sector debido a la cantidad de muertes que regularmente sucedían entre los pescadores a causa de los temporales.
Tras la Guerra Civil, que en Peñíscola causó numerosos estragos, se fue popularizando una nueva actividad económica que había empezado tímidamente a principios de siglo, el turismo. El punto de inflexión resultó el rodaje de dos películas, Calabuch (1956, Luis García Berlanga) y la superproducción El Cid (1962, Anthony Mann), que dieron a conocer la ciudad.
En la actualidad el sector turístico representa el principal motor económico de la ciudad, y supone una transformación permanente de la misma. Pero esta actividad económica también presenta algunos conflictos con el medio ambiente aunque el Ayuntamiento está creando nuevas zonas verdes para el disfrute de familias, turistas, etc.
Cálido y templado. El mes más seco es julio mientras que las mayores precipitaciones se dan en octubre. El mes más caluroso del año, con un promedio de 25,0 °C, es agosto. El mes más frío del año, con un promedio de 10,0 °C, es enero. Las temperaturas medias varían durante el año unos 15,0 °C.
Además del castillo templario, la ciudad cuenta con las murallas que Felipe II encargó al arquitecto militar italiano Giovanni Battista Antonelli, que fue quien las diseñó, siendo construidas entre 1576 y 1578. El Portal Fosc, llamado asimismo de Felipe II, es una de las tres entradas al casco histórico de Peñíscola; fue construido en 1578 y se atribuye su autoría al arquitecto Juan de Herrera.
El Portal de San Pedro o del Papa Luna, muestra en su parte central el blasón en piedra de Pedro de Luna. Era el acceso a la fortaleza desde el mar, cuando las aguas llegaban al pie de la muralla y las barcas varaban en la misma rampa al pie de este portal. Lo mandó construir el Papa Luna en 1414.
Otros lugares de interés para el visitante son:
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La marjal de Peñíscola. Es uno de los últimos humedales del Mediterráneo el ecosistema constituye el último refugio del samaruc.
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La iglesia parroquial de Santa María, anteriormente nombrada de la Virgen del Socorro, con tracería gótica del siglo XV en parte de ella y elementos arquitectónicos (ménsulas esculturadas) y puerta de tradición románica. En ella fue nombrado obispo Alonso de Borja, miembro de la casa de Borja o Borgia, que posteriormente sería elegido papa con el nombre de Calixto III.
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La ermita de la Virgen de la Ermitana, junto al castillo en la que se alberga la imagen de la patrona de la ciudad. Fue construida a principios del siglo XVIII a expensas del gobernador de la ciudad, Sancho de Echevarría. Cuenta con una fachada de sillar, del típico barroco valenciano.
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La ermita de San Antonio.
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El Parque de Artillería, zona de casamatas y polvorines rodeados de jardines.
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El Museo del Mar, donde se pueden encontrar exposiciones sobre la pesca y la navegación en la ciudad desde la antigüedad.
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El Bufador, que es una gran brecha entre las rocas por la que «respira» el mar en los días de temporal.
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El Parque natural de la Sierra de Irta, reserva de fauna y flora. En él se encuentra la Ermita de San Antonio, la Torre Badum o el Mas del Senyor entre otras construcciones. Son los últimos 14 km de costa virgen en el Mediterráneo desde Francia hasta cabo de Gata (Almería).
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La reserva de aves, reserva que está al pie del castillo de Papa Luna mirando a la zona hotelera.
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La ciudad antigua, coronada por la que fuera morada del Papa Benedicto XIII, un castillo-fortaleza del s. XIV, ocupa un imponente peñón que se alza 64 metros sobre el azul del mar; está unido al continente por un cordón de arena que tiempo atrás era barrido por las olas durante los temporales, transformando a la ciudad en una efímera isla.
GASTRONOMIA
En la tradición marinera y pesquera de la localidad, junto con la huerta, se halla el fundamento de su gastronomía. En la cocina peñiscolana destacan los all i pebre de rape o pulpitos (polpet), el suquet de pescado o remescló, la paelleta, así como los mariscos, dátiles de mar, caracoles (caragol punxent), mejillones, cigalas, etc. Los diferentes arroces en sus variedades marineras, el arrosejat o arroz a banda, la paella y la fideuà, también son parte fundamental de la dieta de estas tierras. Como plato típico de cocido local cuenta con la olleta.
EL ENCANTO DE SUS PLAYAS
No puede cerrarse el capítulo de lugares de interés sin antes mencionar las bonitas playas, como por ejemplo, la llamada Playa Basseta. Las aguas de esta pequeña cala se caracterizan por la abundancia de rocas en la orilla y de vegetación en los alrededores a la misma. Sin embargo, siempre es grato visitarla al atardecer, momento en que el sol se esconde y deja ver una vista fantástica con la figura del castillo al fondo.
Merece especial mención Cala Argilaga. La longitud de esta cala es de 40 metros. Los servicios que ofrece esta playa son la señalización, servicio de policía y de limpieza.
La Playa Torrenova. Posiblemente una de las playas de más difícil acceso, sin embargo la calma y tranquilidad que reina en su costa la convierten en visita recomendada para disfrutar de un día de naturaleza. Su longitud es de 250 metros.
En contraste con el casco antiguo, se encuentran las nuevas calles y avenidas de la zona turística. Cálidas aguas en verano y otoño, se reparten entre las extensas playas de fina arena al norte de la ciudadela y hermosas calas flanqueadas por abruptos acantilados al sur.
Sin lugar a ningún género de dudas, en cualquier época del año, Peñíscola merece una visita. Vale realmente la pena acercarse a este bello rincón del Mediterráneo y tratar de descubrir sus encantos.
(Ver interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)