Aunque suele asociarse al continente
negro con una amplísima superficie desértica en la mitad norte, ocupando el
resto la más intrincada jungla, la realidad es muy distinta. África, pese a lo
que pueda llegar a creerse, sólo cuenta con unas determinadas zonas selváticas.
Sin ir más lejos, en América del Sur e incluso en Asia, son mucho mayores estas
extensiones y en ello la influencia de las lluvias ha jugado un papel más que
preponderante a lo largo de las últimas décadas.
Una de las zonas que aún mantiene la
exhuberancia de su vegetación, convirtiéndola, sin duda alguna, en un pequeño
paraíso de singular belleza, es el Parque Nacional del lago Manyara, al norte
de Tanzania.
El nombre de Manyara proviene de la
palabra masai emanyara, que es una
especie de planta que se cultiva en un cerco alrededor de una granja familiar.
Dicho nombre es la descripción masai no solamente del lago, sino también de la
región a orillas del mismo.
Procediendo de Arusha (población
cercana a la frontera con Kenya y que se asegura está situada en la mitad de la
distancia entre El Cairo y Ciudad El Cabo) y dejando atrás el mítico
Kilimanjaro, la mayor elevación de todo el continente africano, avanzando camino
de las inmensas llanuras del Serengeti se encuentra el lago Manyara, al borde
de la Gran Falla africana y en un enclave que indudablemente merece un punto y
aparte por sus muy especiales y atractivas características.
De los 329 kilómetros cuadrados del
Parque Nacional, las aguas alcalinas del lago cubren aproximadamente unos 231,
aunque el área varía ampliamente según las estaciones, y en los periodos de
sequía quedan expuestas grandes zonas de marismas.
Apenas llegado a las inmediaciones de
la reserva, el visitante se percata bien pronto de que aquel entorno es por
completo diferente y, adentrándose por un estrecho sendero, al llegar a la zona
más selvática y con una muy tupida
vegetación, de forma instantánea sobreviene una cierta sensación expectante,
como de un extraño temor hacia lo desconocido y que, sin duda, obliga a avanzar
con lentitud y con la máxima cautela.
Los primeros kilómetros de recorrido
en el sinuoso paraíso de Manyara, se realizan a través de una zona
eminentemente húmeda y en la que los rayos solares pugnan con dificultad por abrirse
paso entre la espesura, mientras que los ágiles babuinos se convierten en los
auténticos reyes, saltando de forma espectacular entre las ramas de la maraña
arbustiva, en algunos puntos poco menos que impenetrable.
Los míticos y gigantescos baobabs, árboles que siguen siendo
malditos para muchas tribus africanas que creen que en su interior se esconden
espíritus maléficos de la noche, y en torno a los cuales siguen existiendo
múltiples leyendas, dan paso a todo un abanico de especies, desde las enormes
acacias que se hallan al borde de la sabana, hasta las higueras y sicomoros que
componen una sinfonía forestal realmente incomparable. Toda una auténtica
explosión de la naturaleza.
AMPLÍSIMA
VARIEDAD DE FAUNA
El reino animal, lógicamente domina en
Manyara. Son miles de especies las que tienen cabida en el mismo y, como
consecuencia, muy difícilmente puede avanzarse unos metros sin contemplar a
poderosos mamíferos o los más ágiles felinos, casi trescientas variedades de
pájaros e incluso los imperceptibles y siempre huidizos reptiles.
Los riachuelos de agua fresca y
cristalina que en gran número atraviesan el parque, hacen posible ya no sólo la
riqueza en vegetación sino el que toda la fauna se dé cita en este singular
rincón africano.
Dejando atrás Marera River, cuando
aparece la sabana surgen los primeros impalas, no muy lejos de donde se
encuentran cebras, ñús y jirafas, sin olvidar a los siempre encolerizados
facoceros.
Ya de lleno en el área de Mahali Pa
Nyati, bordeando el Simba River, se advierte de inmediato la presencia de
manadas de búfalos que, lejos de huir, siguen pausadamente su camino, observan
con detenimiento y descaro, y como queriendo a la vez dejar bien sentado su
dominio en la zona, hasta que desaparecen en el interior de lo más intrincado
de la selva.
La sabana que hay en el interior del
parque, se extiende hacia el sur y conduce a la misma orilla del Simba River,
donde abundan los hipopótamos. Estos colosos de casi tres toneladas de peso suelen
sumergirse en las aguas tratando de evitar los rayos solares que no benefician
a su piel mientras lanzan fuertes resoplidos, a la par que se hallan
prácticamente rodeados de toda una extensísima y multicolor gama de pelícanos,
ibis, marabúes y flamencos. A pesar de su aspecto rechoncho y gracioso, estos
animales están considerados como muy agresivos.
Llegados a este punto resulta obligado
efectuar un alto en el camino y extasiarse en el bello paisaje, al mismo borde
del lago Manyara.
El Manyara se formó hace más de dos
millones de años, cuando las aguas llenaron las tierras bajas después de la
formación del Gran Valle del Rift. Contiene grandes cantidades de sal y
fosfato. En la región se recogen de promedio unos 650 mm. de precipitación, con
la temporada de lluvias dividida en dos partes: de noviembre a diciembre y de
febrero a abril. En los años de sequía el lago suele estar bastante seco. La
temperatura media anual oscila entre 22-24ºC.
Los ficus gigantes y caobas que se
observan en el bosque de aguas subterráneas del interior del parque, se nutren
de los manantiales que se reponen continuamente desde el macizo del Ngorongoro,
justo encima de la cuenca Manyara. Alejándose del bosque, ya en las afueras del
lago, están las planicies de inundación y hacia el sur se ubican los bosques de
acacias. Los leopardos, aunque abundan en esta zona, son difíciles de ver al
igual que otros carnívoros esquivos.
El lago Manyara ofrece también una
gran oportunidad para los ornitólogos entusiastas para ver y observar alrededor
de trescientas especies migratorias.
LOS
LEONES DE MANYARA
Prosiguiendo la ruta hacia Mchanga
River, entre palmeras y acacias y mientras los monkeys o “monos azules”
brincan por todas partes, asiéndose a las lianas y realizando inverosímiles
cabriolas en el aire, cerca de Msasa, lejos del sendero y atravesando de nuevo
la jungla, con cierta facilidad suelen presenciarse unas insólitas escenas que
resultan, además, casi exclusivas de Manyara.
En medio de una expectación
indescriptible y en el más absoluto silencio, sólo truncado por los clics de las máquinas fotográficas, puede
llegar a sorprenderse, por decirlo de alguna manera, a los leones que con
pereza y cierto aire despreocupado descansan sobre las ramas de los árboles,
algunos incluso a considerable altura. Los jóvenes felinos ofrecen una inusitada
imagen y que sólo en este paraje africano puede contemplarse.
Por espacio de unos tensos minutos, al
visitante le resulta imposible eludir una extraña sensación de peligro, pero el
propio magnetismo de la escena es, sin duda, muy superior.
Camino de Ndala River, a pocos
kilómetros, es donde el elefante tiene su entorno habitual. Casi sin dar tiempo
a reponerse de la extraordinaria y fantástica sensación que produce contemplar
a los leones encaramados en las acacias, fuertes chasquidos de ramas y el
crujido de arbustos, advierten de la presencia de los otros gigantes africanos,
los poderosos paquidermos que tratan de avanzar entre la espesura. Ellos
también son los dueños y señores de Manyara.
Los cambios de vegetación son
constantes en el interior del parque y siempre con la presencia de torrentes de
mayor o menor cauce que proceden de la zona montañosa que se extiende al oeste.
Al sur de Mto-Wa-Mbu o “el lugar donde
viven los mosquitos”, punto de donde se cree que procede la mosca tse tse y cerca de Yambi River, vuelve a
estrecharse el sendero hasta que se abandona el parque sobre el que, sin duda
alguna, podrán escribirse páginas y más páginas, sin conseguir reflejar toda la
plenitud de su belleza.
Al este del lago Manyara se encuentra
el corredor de vida salvaje Kwakuchinja. Este enclave permite a la fauna migrar
entre áreas dispersas y parques, como el Parque Nacional de Tarangire, al
sureste del propio lago Manyara, al oeste del valle del Rift, el cráter del
Ngorongoro y el Parque Nacional del Serengeti al norte.
Más allá del lago Manyara y fuera de
las tierras de los poblados, se encuentra el Rancho con 17.800 hectáreas, de
las que 14.160 comprenden el Ranch Conservancy Manyara. Un proyecto pionero de
conservación y turismo que contó con el apoyo de la African Wildlife Foundation
y el Tanzania Land Conservation Trust. Aunque no es un parque, este rancho es
frecuentado por animales salvajes que viven en él o migran, entre cabe destacar
a los más comunes: elefantes, leones, búfalos, leopardos, antílopes, etc.
Manyara es un auténtico paraíso,
exuberante de vegetación y rico en la más variada fauna salvaje. Un auténtico
escenario multicolor en un rincón de Tanzania. Más allá de Manyara se extiende
el área del Ngorongoro, antes de llegar a la inmensa llanura del mítico
Serengeti.
En su novela Green Hills of África, Ernest Hemingway describió su safari en ésta
área y manifestó que “Manyara era el lago
más bello de África”.
(Ver
interesante colección gráfica de este reportaje en GALERIA DE FOTOS)